Jueves 28 Marzo 2024
Cuatro de ellos fueron condenados por primera vez, en décadas de completa impunidad
 
Por Victoria Camboni-5 de junio de 2021

Siete exmilitares fueron condenados a prisión por torturas, privación de libertad y abuso de autoridad contra unas 30 personas en el centro clandestino ‘300 Carlos’, que funcionó en Uruguay en el período de la dictadura. Una investigación que tardó años en dar sus frutos, pero que contribuye a resquebrajar el silencio y tantos años de impunidad, que los pactos han conseguido mantener.

La jueza penal de 27° turno, Silvia Urioste, procesó con prisión a Mario Aguerrondo, Manuel Cola, Carlos Frachelle y Raúl Sioscia -que cumplirán por primera vez una sentencia por delitos de lesa humanidad-; a Jorge ‘Pajarito’ Silveira, Ernesto Ramas y José ‘Nino’ Gavazzo, que ya se encontraban cumpliendo condena. El pedido de prisión pesaba sobre los represores desde julio de 2018.

Al momento de las declaraciones, Ernesto Ramas se negó a hablar, y José Gavazzo no se presentó porque, según explicó su abogada, se encontraba internado en el Hospital Militar desde el 14 de mayo. Hubo una octava persona que debía responder ante la Justicia, pero falleció durante el proceso.

Brenda Falero, una de las víctimas de la represión, que estuvo detenida en el Batallón 13 entre 1972 y 1974, presentó la denuncia en octubre de 2011. Para llegar a una sentencia tuvieron que pasar “10 años, cuatro jueces y otros tantos fiscales”, mencionó a medios locales. Además, hizo hincapié en que “estaban todas las pruebas” a disposición de la Justicia, y expresó: “lo esencial está hecho, llegamos a concluir esta primera denuncia”. “Esto no termina acá, va a seguir porque hay otras causas”, agregó.

El fiscal Especializado en Crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, presentó 13 solicitudes de procesamiento con prisión para unos 50 criminales que cometieron delitos de lesa humanidad en el período de dictadura uruguaya. Entre ellas, siguen avanzando las investigaciones sobre el secuestro en Brasil de Universindo Rodríguez, Lilián Celiberti y sus hijos Camilo y Francesca; el asesinato de Hugo de los Santos en la actual cárcel de Domingo Arena, anteriormente centro clandestino de torturas; el secuestro de Anatole y Victoria Julien; y las tres muertes de las muchachas de abril, entre otras.

Memorias del horror

“Había una pieza que tenía el tacho para hacerte submarino y otra que tenía el caballete, picana y todo eso. Al principio no me preguntaban nada, era solo tortura. Cuando ya no dabas más te pegaban una piña en el estómago y te metían en el tacho de nuevo, hasta que te desmayabas, después te dejaban en el primer piso en un colchón lleno de sangre”. El recuerdo de las torturas que recibió Carlos Lamarcha durante los 26 días que estuvo detenido en el 300 Carlos aún permanece latente en su memoria. Según relató a La Diaria, “es difícil de explicar lo que sentís cuando entrás en un lugar así, eran gritos de gente que están torturando, gritos de personas que están en un período de locura, mujeres gritando y tres o cuatro parlantes a todo volumen. El olor que te penetraba, a orín, a materia fecal, a transpiración, eso ya te impactaba”. Las sensaciones se intensificaban al tener sellada la vista con una cinta ancha y una capucha en la cabeza, que no le permitían ver lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Como otros presos, Lamarcha fue numerado. “Me dijeron 'a partir de ahora tu nombre es 87'”, recordó. A través de un parlante, los torturadores comunicaban de quién era el turno del horror: “decían ‘traeme al número tanto’ y vos sabías que en cualquier momento decían tu número”. La sala de torturas se encontraba en el segundo piso, por lo que todo lo que pasaba se escuchaba en altavoz, aumentando el terror de los presos, que sabían que el próximo podía ser cualquiera de ellos.

“Una cosa muy siniestra era que a las personas que quebraban les ponían el micrófono y vos empezabas a escuchar nombres y nombres… era como una máquina de destruir”, contó. “Algunos compañeros se sacaban la venda y decían ‘vamos compañeros, vamos a luchar contra estas bestias’, y los masacraban”.

A este punto del relato, la periodista que describe estas imágenes, se mezcla con la mujer, con la madre, con la hermana, con la hija… con el ser humano que se desborda de horror, tristeza e incredulidad ante tanta brutalidad. ¿Cómo es posible defender a hombres que destruyeron a otros hombres? ¿Cómo un cargo, un puesto, un grupo de poder, pueden eximir a alguien de estas atrocidades? ¿A quién responde verdaderamente la Justicia, si gente como esta, es juzgada luego de décadas, y los que cumplen condena terminan, o en una cárcel llena de privilegios como es la cárcel de Domingo Arena, o en su domicilio? Que me disculpen, pero el periodismo de información puro y duro se desfigura cuando la humanidad está en juego, y la reflexión se impone al sentido común.

300 Carlos, y respuestas que buscan justicia

Las investigaciones vinculadas a crímenes cometidos en el 300 Carlos continúan. La jueza Urioste se encuentra investigando el caso del médico Ramón Rodríguez de Armas -conocido como ’Óscar 5’ dentro del Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) -, que fue visto reiteradas veces allí por el oficial de la Fuerza Aérea (FAU) Bernabé Saralegui.

El represor Gavazzo confesó en marzo de este año que estuvo en 300 Carlos. Esta declaración fue tomada en el marco de otra denuncia penal, esta vez del periodista Rodolfo Porley, sometido a torturas en dicho centro.

300 Carlos, o Infierno Grande, funcionó como centro de torturas entre 1975 y 1977, bajo el mando del OCOA, donde actualmente se encuentra el predio del Batallón de Infantería N° 13. Más de 130 declaraciones indican que hubo varios enterramientos; en junio de 2005 se hallaron los restos de Fernando Miranda y posteriormente los de Eduardo Bleier, en agosto de 2019. Se sabe que allí desaparecieron Elena Quinteros, Julio Escudero, Julio Correa, Juan Manuel Brieba, Carlos Arévalo y Otermín Montes de Oca.

Un infierno que deseamos, se cierre para siempre, el día que finalmente se acabe la impunidad, y los culpables rindan cuentas ante la Justicia. Para que nunca más, sea realmente, nunca más.

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*Foto de portada: www.laizquierdadiario.com / Martha Passeggi