Jueves 25 Abril 2024
Por las generaciones que vienen seguiremos, haciendo memoria
 
Por Emilia Cardoso-27 de abril de 2021

Es la media noche, pero en el barrio montevideano Brazo Oriental no se duerme. Un comando militar está tomando la calle Mariano Soler, se suben a los techos y entran a las casas. Buscan a Washington Barrios, un militante del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-T), pero en cambio encuentran a sus padres: ¿Dónde está su hijo? -preguntan “El vive enfrente pero no está, solo está su mujer con dos amigas y están durmiendo” responde su padre con terror, probablemente, pero con la esperanza, quizás y solo quizás, de que no sucediera nada grave. Acto seguido ocurre lo peor. Los militares entran a los balazos, no disparan una vez... ni dos… se sabe que fueron más de doscientos disparos. Se sabe también que las chicas habrían alcanzado a esconderse detrás de un ropero. Los restos de carne y pelos pegados en la pared detrás del mueble, darían cuenta de ello. Sí, solo eso, carne y pelos, porque las destrozaron. Se despertaron para volver a dormir, pero esta vez para siempre. Ni siquiera dejaron un cuerpo al cual llorar.

La noche nos vuelve más vulnerables, bajamos la guardia, nos relajamos, los militares amaban operar de noche, encontrar a las personas en su momento de menor defensa. La pulsión de muerte les recorre las venas, pero no es una pulsión desenfrenada, no son bestias que salen a cazar, nada de eso. No es una pulsión animal, es una pulsión humana. Tienen todo fríamente calculado. Se formaron como estrategas y siguen una metodología. Saben perfectamente lo que hacen. No solo no se arrepienten, sino que lo volverían a hacer.

Silvia Reyes estaba embarazada de Washington Barrios, tenía 19 años y militaba en el Movimiento de Liberación Nacional. Laura Raggio estudiaba psicología y también tenía 19 años. Diana Maidanik era la más grande, con 21 años, era maestra de iniciales y estudiante de psicología. Chicas con toda una vida por delante, que se las arrebataron en segundos. Eran estudiantes, y hacían política, en una época latinoamericana y mundial también, de muchos cambios y cuestionamientos.

Se acercaba el último tramo de un siglo que ya había visto mucha sangre y las ambiciones de cambio por parte de los pueblos eran grandes, la vida se podía resolver de otra forma. Los pueblos creían en su soberanía y que no los rigieran los mercados extranjeros, y que no se apoyaran las guerras. Eran tiempos de debates, tiempos fervientes. Hacer política, es decir, ejercer la ciudadanía estaba bien visto. Cuentan quienes vivieron y sobrevivieron aquella época, que quedarse sentado sin hacer nada era la muerte.

Y estas chicas eran reflejo de aquellos años, no formaban parte de la guerrilla, como se dijo en ese entonces, aunque cabe aclarar que nada justificaba ese actuar por parte de las fuerzas de seguridad. Hasta al peor de los criminales se lo procesa y encarcela.

Los jóvenes de esa época, incluso los que levantaban los brazos armados no tuvieron juicio, tuvieron masacre.

A Washington finalmente lo encontraron en la provincia argentina de Córdoba, y allí lo desaparecieron. Quizás Washington, hubiera deseado morir esa maldita noche del 21 de abril de 1974, con su mujer y sus amigas, porque sabemos que quienes eran secuestrados deseaban la muerte por más cruel que sea, antes de seguir viviendo la tortura.

Los amantes de los colores grises y la cabeza rapada, quisieron llevarse todos los colores, en nombre de sus valores morales, representando a la parte más rancia y pacata de la sociedad. Abrieron fuego contra la risa, el pelo largo, la pollera y el desorden de la juventud militante al que acusaron de subversivo.

Peor que cualquier película de terror, fue el terror de Estado. Cuando el Estado, organismo que se supone debe garantizar la seguridad y la vida de sus ciudadanos, es quién los somete a las peores vejaciones y asesinatos, nos encontramos frente a Crímenes de Lesa Humanidad. Aquello les sucedió a las tres muchachas y a Washington.

Aquello aconteció, no solo en Uruguay sino en toda Latinoamérica. Y hoy, a 47 años de este hecho duele escuchar que exista quienes añoran la parte oscura de esos años, duele el “algo habrán hecho”; “era necesario”; “se les fue la mano”.

Pero por sobre todo duele en el alma la impunidad de un Estado que dio vuelta la página como si nada nunca hubiera pasado.

Pero, así como existe todo eso, también existe la Memoria. Quienes vinimos después, quienes no vivimos la época somos producto de la memoria, somos la generación que creció, por ejemplo, bajo el ala de Madres y Familiares de Detenidos Uruguayos Desaparecidos y de las abuelas de Plaza de Mayo, que vimos buscar y encontrar a sus nietos. Pudimos escuchar sus relatos. Pudimos comprobar las mentiras más grandes, porque tenemos los documentos, y porque sabemos que fue un plan.

Hoy tenemos más miedo a olvidar, que a recordar una y otra vez. Por todos y todas, por las generaciones que vienen, seguiremos haciendo memoria.

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*Foto de portada: www.ladiaria.com / foto de Javier Calvelo / Silvia Reyes, Laura Raggio y Diana Maidanik