El jurado declara culpable de todos los cargos al policía que mató a George Floyd, el 25 de mayo de 2020
 
Por unanimidad, una sentencia histórica: “asesinato en segundo grado, asesinato en tercer grado y homicidio imprudente”
 
Por Andrés Volpe-22 de abril de 2021

Ocho minutos y cuarenta y seis segundos, fueron necesarios para que la reserva ética norteamericana salga a la luz. Un escaso tiempo, pero podría haber alcanzado para que los testigos quizás en vez de filmar la atroz asfixia, decidieran defender a aquel que no se podía defender, que los compañeros de Derek Chauvin decidieran armarse de valentía y corazón y fueran contra su colega, que el mismo Derek en ese estado de morbosa violencia decidiera levantar su rodilla, simplemente y por sentido común, porque “ya era demasiado”. Tantas cosas podrían haber pasado, sin embargo, solo ocho minutos y cuarenta y seis segundos fueron suficientes para profundizar la escalada de odio racial que llegó hace mucho tiempo para quedarse.

Martin Luther King alguna vez dijo que “el arco moral de la historia es largo, pero se inclina hacia la justicia”, frase que este martes 20 de abril cobró una nueva fuerza, porque gracias al accionar de esa justicia, hasta quizás sirva para calmar los ánimos de un país al borde de un estallido social.

El jurado popular encargado de dictar sentencia en el juicio contra el policía blanco que mató al afroamericano George Floyd, en Mineápolis hace casi un año se ha pronunciado. Derek Chauvin es culpable de los tres cargos a los que se enfrentaba: asesinato en segundo grado, asesinato en tercer grado y homicidio imprudente. La decisión de los 12 miembros del jurado fue unánime. El veredicto llegó finalmente luego de tres semanas de juicio, en que la fiscalía presentó a decenas de testigos, desde expertos en el uso de la fuerza, médicos forenses y hasta los oficiales a cargo de la policía de Mineápolis, que condenaron contundentemente las acciones de su subordinado, sabiendo con total certeza que fue para lavar la imagen del departamento. Tristemente lejanos se encuentran los motivos de arrojo de conciencia, guardando en algún rincón de sus propios corazones, pequeños destellos de encendidas acciones que realizan los verdaderos policías.

Un parámetro que puede ayudarnos a entender, porque se habla de una cultura de impunidad en dicho departamento: el responsable del sindicato de policía de Minneapolis, Bob Kroll, acumula 29 quejas. De esas solo tres concluyeron en acciones disciplinarias. Pero las acusaciones de uso excesivo de la fuerza e insultos raciales, en una ocasión junto a otros agentes (uno de los cuales es hoy el jefe de la policía), no han quitado importancia a su cargo. Al menos hasta ahora. Por otro lado, el agente acusado de haber matado al afroamericano George Floyd acumula en el historial policial hasta 17 denuncias en su contra y deja en evidencia al departamento de policía, que ha hecho poco o nada, para tener en cuenta todas las alarmas que saltaron sobre este agente y su forma de trabajar.

Como vemos, Chauvin no era inexperto en estos menesteres. Ya había estado involucrado en varios tiroteos. En 2006, disparó y mató a un hombre que supuestamente tenía un arma. En 2008, hizo lo mismo contra un sospechoso de violencia machista. Y en 2011, abrió fuego contra un hombre que huía de un tiroteo. Con ese historial, a veces oscuro y violento, Chauvin ha sido elogiado y alabado por sus superiores durante casi 20 años.

Por tal motivo el departamento de policía de Mineápolis deja como saldo de sus groseras omisiones a un pueblo norteamericano con su retina grabada con la escalofriante brutalidad que Chauvin desplegó para acabar con la vida de Floyd, un hombre detenido por pagar un paquete de cigarrillos con 20 dólares supuestamente falsos. La macabra frialdad exhibida por Chauvin hizo que ni siquiera se dignara a sacar la mano del bolsillo mientras Floyd agonizaba, invocaba a su madre como un niño pequeño y repetía “no puedo respirar” mientras se apagaba su conciencia.

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A pesar de que la defensa hizo un enorme esfuerzo para sostener que el afroamericano murió debido al consumo de drogas y su mala salud, los testimonios presentados en estas últimas tres semanas por testigos presenciales fueron contundentes, y Jena Scurry, operadora del servicio de emergencias 911, fue la primera testigo en subir al estrado. Ella siguió la detención de Floyd en directo a través de una cámara de vigilancia y consideró que el uso de la fuerza que se estaba ejerciendo durante el arresto era tan excesivo que llamó a un supervisor. “Puede llamarme soplona si quiere”, dijo antes de asegurar que “todos los agentes se sentaron” sobre Floyd, en relación no solo a Chauvin, sino también los tres agentes que lo acompañaban. Scurry sostuvo que la detención se prolongó tanto rato que se llegó a preguntar si el vídeo se había congelado.

“Literalmente vi a los agentes de la policía no tomarle el pulso y no hacer nada para salvar a un hombre”, acusó la bombera, dejando claro que tenía todo en video. Genevieve Hansen, la bombera y técnico de emergencias médicas, pasó andando por la avenida Chicago con la 38 de Minneapolis, cuando vio una patrulla policial y se acercó para ver si conocía a algún agente o requerían de su asistencia. La mujer, de 27 años, estaba fuera de servicio y cuando llegó a la escena, los policías le ordenaron que se apartara.

-Usted llamó “perras” a los policías, ¿verdad?

"Mmm... Me enojé bastante después de que subieran al señor Floyd a la ambulancia, y ya no tenía sentido razonar con ellos porque acababan de matar a alguien".

Cuando los fiscales le preguntaron cómo se sintió al no poder asistir al afroamericano, Hansen rompió a llorar y contestó que “totalmente angustiada”. “Les supliqué. Estaba desesperada por ayudar”, añadió.

El luchador profesional de artes marciales Donald Williams, de 33 años, también fue testigo directo de la brutal detención, su voz se podía oír en los vídeos que recogieron ese momento gritando a la policía que dejara en paz a Floyd y le tomara el pulso. Donald volvió a recordar la agonía de Floyd, aunque reconoció que nunca había visto la grabación por el dolor que le causaría. “Podías ver cómo intentaba respirar”, dijo Williams.

Esa fatídica jornada se lo escuchó a George Floyd rogar “27 veces” que no podía respirar, cómo llamaba a su difunta madre y su compromiso a subirse al coche policial hasta perder la consciencia. “Se acabó”, se le oyó decir.

Otro de los testigos que declaró fue Darnella Frazier, que tenía 17 años cuando grabó con su móvil el vídeo. Esa misma tarde lo subió a Facebook y lo que ocurrió luego quedará en la historia: la grabación generó la mayor oleada de protestas contra el racismo y la violencia policial en medio siglo. La muerte del afroamericano puso además en el ojo del huracán el protocolo policial.

“Cuando veo a George Floyd, veo a mi papá. Veo a mis hermanos. Veo a mis primos, a mis tíos, porque todos son negros (...). Y veo cómo pudo haber sido uno de ellos”, dijo entre lágrimas Frazier, a la vez que expresó entre lágrimas que hay noches en que se disculpa con Floyd por no haber hecho más, pero “no es lo que debería haber hecho yo o el resto de testigos”, dijo, “es lo que debería haber hecho él”, refiriéndose al acusado.

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Chauvin asistió a su última jornada vestido con traje y una mirada desafiante. No gesticuló ni mostró la mínima señal de frustración, sin embargo, a medida que se pronunciaban los cargos, sus ojos empezaron a moverse de un lado a otro, como si la sorpresa ganara a la razón y rompiera su liviano juicio, solo reservado al exclusivo club de los psicópatas con licencia.

La sentencia deberá seguramente esperar unos días más, aunque ya se tiene la certeza de que el cargo de asesinato en segundo grado trae aparejada una pena de hasta 40 años de cárcel.

"Parece un nuevo día, como si este país reconociera finalmente la humanidad de los negros", se escuchaba decir a un hombre afroamericano ante las cámaras.

Los líderes negros, que han participado en las vigilias y manifestaciones de las últimas semanas en Minneapolis, habían advertido que la frustración latente en las calles estaba llamada a desbordarse si el veredicto no cumplía con las expectativas. “No podemos condonar a esta América inhumana, no podemos condonar la maldad que presenciamos en el vídeo del arresto”, dijo el domingo Benjamin Crump, el abogado de los derechos civiles que representa a las familias de Floyd. Por tal motivo el gobernador del estado dispuso un fuerte operativo de seguridad con vallados y carros blindados, por miedo a repetir los incidentes más grandes en EEUU desde el asesinato de Martin Luther King.

Mientras tanto, en el lugar donde ocurrió la detención de George Floyd, ha habido quienes se acercaron a la plaza en la que ramos de flores, carteles y velas mantienen viva la memoria del afroamericano. Es que desde su camino a la inmortalidad el grandote Afroamericano oriundo del barrio sureño de Minneapolis, se ha convertido en símbolo de la resistencia.

Su hija de seis años dijo tras su muerte: “Papá cambió el mundo”.

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