El relato de la experiencia del joven activista de Our Voice, Thierno Mbengue

Por AMDuemila-28 de febrero de 2021

"Aprendí a vivir plenamente, aprendí a sentir las emociones de los demás, a dar gracias por lo que tengo y a luchar por los que no lo tienen debido a un sistema enfermo y corrupto. Lo aprendí viendo niños que vivían en la calle, sin zapatillas y con harapos en vez de ropa. Lo aprendí estando con ellos, viviendo como ellos, dejándolos entrar en mí para enseñarme a ser feliz sin nada".

Estas son las palabras de Thierno Mbengue, un joven del Movimiento Our Voice que a través de su viaje a "casa", como él llama a Senegal, ha logrado conocer una parte de un continente donde viven realidades diferentes, un continente sufriente pero vivo y alegre debido a sus valores. Esto es lo que ha sumado a su bagaje de experiencia y, a través de él, al bagaje de todos los jóvenes miembros de Our Voice.

Las pésimas condiciones de los niños senegaleses

Fue un viaje en el que de alguna manera parecían no querer terminar nunca las sorpresas, las emociones, el sufrimiento, que por otra parte "nunca quise que terminaran" relata Thierno: “Una experiencia de vida que a veces me causó sufrimiento y que otras veces me trajo una inmensa alegría.Aprendí la sencillez y redescubrí mis raíces", continúa en una de sus declaraciones más importantes, para luego explicar la realidad en la que tuvo la suerte de vivir durante unos meses.

Una realidad en la que las familias viven en la pobreza, en la que las personas tienen hábitos diferentes, pero sobre todo mentalidades diferentes.

Aquí, durante años, los padres han estado enviando a sus hijos a escuelas coránicas, diferentes a la nuestra, donde los niños viven, duermen y estudian. Estructuras que, sin embargo, logran albergar, por la noche, solo a una minoría de ellos y en condiciones extremas. De hecho, muchos de estos niños, llamados TALIBE, duermen en el suelo, sin siquiera un colchón, los demás van a la calle, donde descansan esperando que se abran las mezquitas para seguir durmiendo, pero al abrigo.

Por no hablar de las condiciones higiénicas de estas instalaciones, en las que en ocasiones los niños se ven obligados a pasar varias semanas sin poder lavarse por falta de agua. En otros, por el contrario, duermen en "habitaciones" abarrotadas e inundadas.

A todo esto, se suma el drama de la presencia de algunos "maestros" que obligan a los niños a mendigar en su nombre, hecho que se suma a las limosnas que ya tienen que pedir todos los días en las calles del pueblo para poder comer. Una realidad, en definitiva, en la que nadie querría incluir a sus hijos.

El emblema de la historia africana

Además de estar con los niños, Thierno tuvo la oportunidad de visitar algunos lugares importantes de África, en particular en Senegal. Estos incluyen la casa de esclavos ubicada en la isla senegalesa de Gorée, a 20 minutos en ferry desde Dakar, la capital, ubicada en la parte más occidental del continente africano. Hoy es una alegre y colorida isla peatonal con muchos puestos, artistas y turistas, donde se organizan festivales de música. Pero en el pasado, precisamente por su posición occidental, servía a los colonizadores afincados en África como punto de "venta" de esclavos africanos a comerciantes europeos que partían hacia el nuevo continente americano. En la isla de Gorée, de hecho, hombres y mujeres de todas las regiones africanas fueron encerrados en estrechas celdas claustrofóbicas para luego ser vendidos a menudo a cambio de armas.

Antes de ser vendidos, los esclavos eran encerrados en la isla de Gorée y permanecían allí durante tres meses; en el pasado había muchas casas de esclavos en la isla, pero ahora queda sólo una que es visitada por los turistas. Las casas eran de dos pisos: en el primer piso los colonizadores tenían cómodas habitaciones y terrazas con vista al mar. Debajo de ellos, en las celdas, estaban los "esclavos", mujeres, hombres y niños, divididos en compartimentos según el sexo y la edad. Madres, padres, hijos e hijas fueron secuestrados en sus países de origen y entregados a los traficantes de esclavos (los dueños de esas hermosas casas color pastel) por los distintos jefes de tribus locales a cambio de favores, incluidos favores "políticos" o bajo chantaje. Aquí, en esta hermosa isla, las familias se dividían para siempre y los individuos perdían su identidad. Encadenados y forzados a celdas superpobladas, sobrevivían así, hasta que eran vendidos.

Senegal la historia de un pais destruido 2

Los elegidos pasaban por la puerta sin retorno, un trampolín en el océano hacia América del Norte o del Sur, o hacia Haití, donde permanecían esclavos de por vida en manos de su comprador. Por el contrario, los que no se vendían permanecían en las celdas durante tres meses: el tiempo límite para alcanzar el peso óptimo. Y si no lo alcanzaban o se rebelaban y trataban de escapar eran arrojados al mar con una cadena de 15 kilos o eran encerrados en la celda de los rebeldes, sin ventanas y de un metro de altura.

Este comercio duró más de tres siglos: de 1536 a 1848, fecha de la abolición de la esclavitud. Durante 300 años, cerca de 65 millones de personas -las más jóvenes y robustas- fueron vendidas a cambio de fusiles y otras armas. Hombres atados con cadenas al cuello y torturados, mujeres violadas, niños hacinados en celdas, todos separados de sus familias, obligados a convertirse en esclavos en otro continente. Por eso, la isla de Gorée se ha convertido en el emblema de todo un continente, porque en esas casas se encierra la historia de varios pueblos, algunas de los cuales se han convertido en escuelas, mientras que otras se han perdido con el tiempo. Solo una permaneció de pie para contar, cada día, esta historia inhumana.

"En este viaje, además de haber conocido la historia de la esclavitud, también tuve la oportunidad de conocer a los jóvenes que ahora corren el riesgo de convertirse en víctimas de una nueva esclavitud". Así, el joven activista de Our Voice explica las diferencias entre el pasado y el presente, porque si bien en el pasado los seres humanos que se convirtieron en esclavos fueron arrancados de sus tierras a la fuerza, ahora son los jóvenes los que no ven la hora de partir de esas mismas costas en barcos, que a menudo se hunden o se incendian en alta mar.

"Hablando con ellos pude preguntarles qué querrían hacer en su vida", una pregunta que a menudo recibió exactamente la misma respuesta: muchos niños senegaleses, y no solo niños, orientan su vida con la esperanza de llegar algún día a Europa, afirmando que en África no pueden vivir como quisieran. Muchos jóvenes tienen trabajos, pero lo que ganan no les permite satisfacer sus necesidades, como formar una familia. Sobre todo, porque con su trabajo ya tienen que mantener a las numerosas familias de origen, donde muchas veces solo un miembro tiene la oportunidad de ganar algo, sin lograr nunca lo necesario para todos. Por eso, la mayoría intenta, de alguna forma, ahorrar el dinero para poder pagar el viaje en barco a Europa, mientras que otros se endeudan y otros más son obligados por sus familias a probar suerte.

Enfermedades que hoy afectan a Senegal (más allá del covid)

En este momento, una de las causas que más impulsa a los trabajadores jóvenes a emigrar, a menudo pescadores, es una enfermedad que, en apariencia, se podría pensar que afecta solo a una parte de la población, pero que en realidad influye en el estilo de vida y las elecciones de todos los senegaleses, empezando por los que viven a lo largo de la costa y hasta los que viven en el interior. Una enfermedad que afecta a los peces y luego se transmite a las personas que los comen. La causa de esta enfermedad, que causa fiebre y lesiones en la cara, extremidades y genitales, aún no está clara. Existe la sospecha entre la opinión pública de que la enfermedad podría haber sido causada voluntariamente por sustancias vertidas al mar por grandes barcos pesqueros.

A las familias les aterroriza lo que podría pasar si comieran pescado, un alimento que caracteriza el plato típico de la cocina senegalesa ("thiebou dieune", arroz con pescado), en definitiva, algo así como si descubriéramos que la pasta que comemos todos los días está envenenada.

Las pescaderías, que son muy numerosas en Senegal, están en crisis. "Ya nadie compra, el pescado que me queda se pudrió y como no lo vendí no tengo dinero para comprar más; aunque, un día, este miedo pase en la gente, no podré retomar mi trabajo", dice el dueño de una de las mayores pescaderías del mercado central de Touba, una ciudad del interior donde casi todas las familias compran más o menos cinco pescados pequeños al día.

Una enfermedad súbita que padece el pueblo como un ataque más del Estado, que a través de los pactos firmados con la Unión Europea ha privado a muchas personas del trabajo, la única forma de sustento para familias enteras (en muchos casos, familias numerosas).

Hemos podido constatar, a través de diversas declaraciones, que muchos ex pescadores se han embarcado en la ruta marítima intentando el "viaje de la esperanza", en las últimas semanas, después de que el número de afectados aumentó.

En las redes sociales senegalesas circula el video de un niño, de más o menos 12 años, que en una entrevista señala a los "barcos extranjeros", declarando: "Estamos cansados, ahora estamos muertos ¿ven esos barcos grandes? Para intentar pescar tenemos que pasar la noche en el mar porque no podemos pescar ni un pez. ¿Mis compañeros que se fueron a España? Hicieron bien, no podemos quedarnos aquí trabajando un día entero y luego, al día siguiente, quedarnos sin el poco dinero ganado, no lo haremos, desafiaremos a la muerte". Luego agrega: "Me voy a ir, no me quedo aquí, me voy a ir yo también", refiriéndose a partir en los barcos.

Podemos entender, a través de las declaraciones de este pequeño, que la enfermedad ha golpeado a toda la población senegalesa, ha aterrorizado a las familias que contribuyen a la economía interna, ha afectado la salud de los pescadores, puso de rodillas a las pescaderías y, finalmente, alimentó las motivaciones que empujan a los jóvenes a emprender el "viaje de la esperanza" a través de los barcos.

Los responsables somos nosotros

Esta es la historia de un pueblo que todavía sufre, de un pueblo que no tiene voz en el asunto por las injusticias sufridas a lo largo de los siglos. Incluso hoy estas injusticias se perpetúan a través de las elecciones de los presidentes. Del actual, la gente demanda un cambio, el cual siempre es prometido, pero al final nunca se logra. Estos líderes políticos, a pesar de tener el deber de expresar la voluntad del pueblo, a menudo sólo demuestran que son marionetas al servicio de naciones más grandes. De hecho, son los mismos que facilitan la penetración de otros países como Francia, Estados Unidos y China, cuyo único propósito es empeorar el ya pobre estilo de vida de los africanos robándoles preciadas riquezas. África necesita líderes diferentes, interesados ​​en el bienestar de los seres humanos que viven en su tierra, líderes como Sankara que, sin embargo, y como ya sabemos, son obstaculizados y reprimidos por todas las superpotencias.

A pesar de todos estos factores, sin embargo, no podemos dejar de contar el lado más hermoso de este inmenso continente: sus habitantes que a través de su vida diaria, o mejor dicho de su supervivencia diaria, ponen verdaderamente en práctica el sentido de comunidad y de hermandad, valores ya perdidos por el mundo occidental. A través de los humildes, que viven cada día los sufrimientos y las alegrías de esta tierra, África transmite su deseo de seguir viviendo y amando sin prestar atención a todas las injusticias que ha sufrido y sigue sufriendo.

Este es un pueblo que no ha perdido ni pierde la esperanza de tener, algún día, una vida mejor para ellos y sus hijos. Un pueblo del que todos deberíamos tomar el ejemplo.

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Foto de portada y foto 2: www.antimafiaduemila.com