Jueves 18 Abril 2024
Homenaje a un sobreviviente de la dictadura militar en Argentina recientemente fallecido

Por Jean Georges Almendras-12 de febrero de 2021

Cuatro años secuestrado por la dictadura argentina y sobreviviente de cinco centros clandestinos de tortura. Estoy hablando de Mario Villani, quien en el ámbito argentino de la postdictadura ha sido considerado como pieza fundamental en la reconstrucción de la memoria y la justicia. Y digo “ha sido” porque Mario Villani nos ha dejado físicamente, dejándonos un legado indescriptible. Un legado de fortaleza y de entereza, no menos indescriptibles, dadas sus vivencias bajo circunstancias históricas que obviamente no buscó ni anheló bajo ningún concepto, como tampoco lo buscaron los 30.000 desaparecidos argentinos, víctimas del Plan Cóndor.

No pude conocerlo personalmente, pero supe de su vida y de su historia, lo que me lleva entonces a recordarlo merecidamente, porque su historia no solo lo enaltece, sino que además nos coloca a todos en una posición desmedida, porque seguramente muy pocos de nosotros hubiésemos sobrevivido a los tantos sufrimientos que lamentablemente le tocaron en suerte.

En los días de los Juicios a las Juntas, sobreponiéndose al horror que significaba recordar tormentos y abusos, siempre decía, sin pelos en la lengua “Estábamos en el mundo, pero fuera de él”,

Una expresión lacerante, para nosotros, que la veíamos a distancia. Me imagino para él. Me imagino para todos que compartieron con él esos horrores. Los horrores de tantos seres humanos a merced de otros seres humanos, como si fuese algo natural. Como si fuese algo definitivamente institucional, y en consecuencia, obligatorio, cuasi patriótico, cuasi divino. Y tan divino, porque esa dictadura argentina, fue una dictatura de la bota militar y del atuendo clerical. Así fue de bruta. Así fue de blasfema, porque de cristiana no tenía nada. Absolutamente nada.

Una y otra vez Mario Villani declaró en el Juicio a las Juntas, aportando nombres, pruebas y piezas para armar un rompecabezas infernal (y criminal) con miras a construir la justicia. Y después coescribió un libro con su historia. Su historia, que nos debería enorgullecer, porque en medio de tanto trauma, su emocionalidad sobrevivió, al punto de contribuir con sus relatos a la verdad, cada vez que la verdad se lo reclamò. No nos alcanzarán ni los días ni las noches para agradecérselo. No nos alcanzarán ni los días ni las noches para agradecérselos a otros más, que como de él, en democracia, construyeron la memoria, y la preservaron, corriendo una carrera contra reloj con quienes alentaron (y alentan, hasta hoy en día) la cultura de la impunidad.

Mario Villani en las últimas horas falleció a los 81 años, fue licenciado en Física, y fue Secretario Acadëmico de la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata y trabajó en la Comisión Nacional de Energía Atómica, con militancia gremial en ambos ámbitos.

Para ir resumiendo, sobre Mario Villani, consignamos que su historia de dolor y de resistencia como preso político comenzó el 18 de noviembre de 1977 cuando matones del ejército argentino (agrupados en una patota, como se decía en aquellos días) lo secuestraron cuando salía de su casa en el Parque Patricios, precisamente cuando se dirigía a su trabajo, a la edad de 38 años.

En el centro clandestino Club Atlético se le asignó una letra y un número (X-96) y allí, en medio de la incertidumbre respecto a su futuro, conviviendo con el terror, las circunstancias lo llevaron a reparar una bomba que desagotaba los baños del sótano, lo que le significó salvar su vida, colaborando por los genocidas. Y esta situación lo llevó a reflexionar: “Maldito si lo haces, maldito si no lo haces”.

Ya en los finales de 1977, en el centro clandestino “El Banco”, tuvo que hacer la instalación eléctrica en el casino de suboficiales y entonces le permitieron ver los partidos de Argentina en el mundial de fútbol. Años después no pudo evitar recordar que “estaba convencido de que era un muerto vivo, que solo era cuestión de tiempo”. Y también fue allí mismo que el torturador Antonio del Cerro le pidió que reparara una picana eléctrica, negándose, entendiendo luego que no hacerlo significaría que muchos prisioneros sufrirían las consecuencias, lo que lo llevó a recapacitar, y repararla. Pero su sensibilidad y su resistencia ante todo ese inenarrable infierno lo llevó a instalar un capacitor de menor valor que el original, que transmitía menos energía (causando menos daño en el atormentado). Dos años después fue derivado a El Olimpo donde reparaba televisores y aparatos eléctricos que eran sustraídos a las personas que eran detenidas en los operativos. Su última etapa de cautiverio lo vivió en la ESMA, en “La Capuchita”.

En el libro de la editorial Biblos que escribió con Fernando Reati escribió: “Desaparecido: memoria de un cautiverio”. Se definió: “soy un exdesaparecido, un sobreviviente, o si se quiere un desaparecido reaparecido”, y mil veces se preguntó por qué él sobrevivió y otros no.

“No soy yo quien lo decidió”, hipotetizaba, agreganáo: “les fui útil haciendo reparaciones eléctricas y mantenimiento, querían dejar a algunos de nosotros libres, para que al salir nuestro relato difundiéramos el terror en la sociedad”.

Mario Villani declaró ante la Conadep en 1984, ante la Cámara Federal en 1985, en los Juicios por la Verdad, en Francia, España e Italia hasta que se reabrieron las causas en la Argentina, atendiendo a cada requerimiento con ese fin.

Mario Villani marchó a la eternidad, pero toda su historia quedó entre nosotros, como ejemplo eterno (uno más de tantos) de la entereza y el coraje combativo de todos aquellos que se atrevieron a dar lucha firme a los criminales de la casta militar (y eclesiástica) que se mancharon las manos de sangre, pisoteando seres humanos cuya libertad destruyeron sin conmiseración.

Mario Villani ¡Presente! y ¡Siempre!

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*Foto de portada: www.lavoz.com.ar