“Me dirijo a vos secuestrador, para aclarar un par de cosas: la primera, es que por más que vos creas que sos víctima de los comunistas, te aclaro, que vos sos un genocida: 'persona que aniquila en forma sistemática e intencional a un grupo social….', por ende, espero que nadie en este país u en otros te defienda, como se dice en la jerga “quemás”. Yo que fui una de tus víctimas tengo esa firme esperanza. Seguramente no me recuerdes, seguro recordarás más fácilmente el operativo que nos involucra 'zapato roto', pero yo sí recuerdo perfectamente la primera vez que tus “camaradas“ interrumpieron mi juego, me cambiaron la vida, rompieron lo más sagrado que tiene un niño, su niñez y me alejaron de la seguridad de mi madre. Recuerdo bien ese mediodía en el cual yo de 7 años junto a mi hermanita de 3 años, hacíamos lo de siempre, jugar en la puerta de nuestra casa en Porto Alegre, Brasil. Al ver llegar a mamita salí corriendo a abrazarla, como hacíamos, y hacen todos los niños de esa edad, pero el abrazo fue interrumpido por una cantidad de “camaradas”. Aún hoy, escucho los golpes que le dieron al Yano al hacernos entrar a todos en el apartamento. Nos llevaron primero a una comisaría en Porto Alegre, luego en una camioneta llena de soldados armados hasta los dientes, nos trajeron a Uruguay, pasamos la frontera y nos separaste de nuestra madre, te la llevaste a Brasil y nos encerraron a mí con 7 años y a mi hermanita de 3 solos en una habitación vacía, me golpearon cuando a la mañana siguiente quise abrir la ventana para escaparme de ese infierno. No les tembló el pulso cuando nos envolvían en alfombras para trasladarnos, ni les hubiera temblado al matarnos o regalarnos si el secuestro hubiera salido como querían y se los hubieran ordenado. Nos mantuvieron encerrados 18 largos días, para mi eternos. Soldado fuertes y valientes, nosotros 2 niños asustados, fue una pelea desigual pero te enorgullecés de eso, por eso ahora andás mendigando no se sabe bien qué. Saliste de tu madriguera haciéndote la víctima, mandás audios a tus camaradas, no sabemos bien con qué fin, haciéndote el pobre perseguido político. Lo segundo que te quiero aclarar, es que acá te estábamos esperando tus víctimas, no solo los comunistas, también los que no lo somos, y te queremos ver encerrado, preso que es donde merecés estar, porque en definitiva, lo único que sos verdaderamente es eso, un genocida, un criminal”.
Esta carta, es de Camilo Casariego (hijo de Lilian Celiberti, que fuera secuestrada en Brasil a comienzos de los años 80 por un comando integrado por el Coronel retirado uruguayo, Eduardo Ferro). Camilo hizo público su sentir sobre uno de los momentos más duros de su vida, en relación al represor sobre quien pesan decenas de delitos, razón por la cual fue detenido en España tras permanecer prófugo por varios años, requerido por la Justicia uruguaya (estando pendiente una captura internacional) por su participación en crímenes de la dictadura.
A mediados del mes de enero los diarios capitalinos uruguayos dieron a conocer que Eduardo Ferro optó por entregarse a las autoridades de una comunidad Valenciana manifestando haber resuelto volver al Uruguay (entregarse, literalmente) para cobrar la jubilación. Ferro fue integrante del Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) y tuvo una activa participación en el 300 Carlos (centro clandestino de detención y tortura de Montevideo). Además, tras el retorno de la democracia –entre 1988 y 1991- fue jefe del Departamento III de la Dirección General de Información de Defensa, y está sindicado como pieza clave del espionaje militar de partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales en democracia.
En marzo del pasado 2017 la justicia uruguaya libró una orden de captura internacional en su contra, tras no presentarse a declarar en tres oportunidades, en el marco de una indagatoria relacionada con el homicidio del militante comunista Oscar Tassino, sin perjuicio de que en Uruguay está investigado por el secuestro de Lilian Celiberti e Universindo Rodríguez en el Brasil, en el marco del Plan Cóndor.
Algunos de los medios de prensa uruguayos informaron que según informe de la Dirección Nacional de Migraciones Ferro abandonó el territorio uruguayo el 15 de octubre de 2016 sin regresar. Oportunamente, en agosto de 2017, fue detenido en España y en ese marco se solicitó su extradición. Tras permacener algunos meses detenido, un fiscal español solicitó su libertad considerando que los delitos que se le imputaban habían prescrito. Cuando el Consejo de Ministros de España accede enviarlo a Uruguay, Ferro, que ya se encontraba libre (porque se dio curso a la solicitud del fiscal) no dió a conocer su paradero y en consecuencia se transformó en prófugo de la justicia uruguaya.
Posteriormente Ferro, desde España, se comunicó con autoridades de Interpol de Uruguay para anunciar su decisión de entregarse (insisto y repito, decisión adoptada por un neto y expreso motivo económico) siendo que a finales del 2020 tras enviar un correo electrónico al Servicio de Retiros y Pensiones de las Fuerzas Armadas reclamando se le permitiese efectuar la revista de existencia o fe de vida, un trámite indispensabile para cobrar su jubilación, no pudo obtener una respuesta positiva, por la sencilla razón que no podía presentarse en el Consulado. Esta solicitud suya fue rechazada y en consecuencia por orden del Ministro de Defensa, Javier García, los antecedentes de su pedido fueron derivados a la Fiscalía y entonces se pudo determinar que Ferro había cobrado su jubilación mientras estaba prófugo. El cobro se interrumpió en el 2018 y poco después, el Ministro de Defensa de la época –Jorge Menéndez- dispuso la retención de sus haberes hasta nuevo aviso. En el mes de marzo de 2019 Ferro dejó de cobrar la jubilación, sencillamente porque no pudo certificar que estaba con vida. Fue la antesala a su resolución de entregarse a la justicia, para así poder hacer efectivos sus haberes de militar retirado.
Una vez que Interpol fue alertada por él mismo de sus deseos de ponerse a disposición de las autoridades, Ferro fue detenido por la policía española en su casa de Peníscola, siendo luego derivado a una comisaría provincial de Castellón, Valencia. Fue este el punto de partida de la gestión de su extradición al Uruguay, la que se estima podrá concretarse en fechas venideras.
La prensa uruguaya, en el marco de dar información en torno al caso Ferro, divulgó un audio que el exmilitar envió via wasap a un camarada suyo (cuya identidad no ha sido revelada) que nos permite conocer dentro de qué parámetros de su vida personal maquinó la idea de entregarse.
"Le quiero informar para que usted sepa, no lo agarre de sorpresa, que llamé a Interpol Uruguay, me comuniqué con el comisario mayor Walter Ostochi (subdirector de Interpol y director de forma interina), que está a cargo de Interpol en este momento. No sé si el otro está de licencia. El titular no es, pero bueno, es lo de menos”.
“Ahora empieza otra etapa, acá ya no tengo más nada que hacer. He agotado todos los medios legales, me he movido como loco y no hubo caso. Aparte la abogada como que está entregada y medio que ya no daba pelota, y aparte me calienta estar llamando y llamando por teléfono y que no le contestan a uno".
Ferro le dijo a su interlocutor que "lo más importante" es que no tenía "nada que esperar" en España, donde estaba "vegetando". Y finalizó: "Estoy jugando un poquito a la ruleta rusa con la salud".
La carta de la portada, de Camilo Casariego, por su relato, nos da una idea muy clara de la insensibilidad del represor, en este caso Ferro. Nos da una idea muy clara de los estragos que hace la represión, en particular cuando se trata de niños. Y nos sitúa en el tiempo preciso en que ocurrieron estos hechos, y cómo ocurrieron.
Hoy por hoy, los destructores de esas vidas pequeñas todavía tienen la osadía, con cinismo irónico y criminal (además de negar hechos), de buscar ampararse en la impunidad otorgada por los poderosos de siempre, porque los represores sobrevivientes de aquellos días ven en la impunidad, regenteada hoy por gobiernos de miradas torbas a los tsunamis del terror dictarorial, la tabla de salvación para justificar sus tropelías de una época donde el autoritarismo era la carta de presentación del ideal fascista, en un tiempo donde obrar como anticomunista (como antimarxista) era prácticamente un deber patriótico, una obligación en defensa de la familia y de la democracia, la que por otra ya era una democracia en extremo deteriorada y pisoteada.
Creo que ya fue suficiente, solo resta esperar se haga efectiva la extradición del excoronel del Ejército uruguayo, Eduardo Ferro, genocida, como tantos otros que están todavía gozando de inmerecidas libertades robadas a la Justicia.
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*Foto de portada: www.ladiaria.com / Foto de Sandro Pereyra: Eduardo Ferro, durante el acto de asunción de Guido Manini Ríos como Comandante del Ejército (archivo, febrero de 2015)
*Foto 2: www.insurgente.org / Camilo Casariego