Dice la versión oficial que fue accidental. No lo fue. Fue intencional. Fue el resultado, literalmente, de una cacería. De una brutal cacería ejercida por las fuerzas de inseguridad , cumpliendo órdenes de un poder político gubernamental (en la persona de la MInistra Patricia Bulrich) cuya fetidéz se resalta y prevalece bajo una sola premisa: la insensibilidad, bajo el manto de una criminalidad pavorosa. Una criminalidad institucional, que todavía tiene el tupé de justifcarse, a través de comunicados, y lo que es más, con total descaro. Con un cinismo tal, que uno no puede concebir, cómo desde filas gubernamentales se insiste en aporrear cruelmente a personas todos los miércoles. Y este miércoles reciente, en ese aquelarre de represión con mayúsculas, desafortunadamente, un fotógrafo independiente -Pablo Grillo- fue alcanzado por un escopetazo de gas lacrimógeno, en el rostro. El profesional ahora se debate entre la vida y la muerte intramuros del Hospital Ramos Mejia. Presenta el siguiente diagnóstico: traumatismo de cráneo, fracturas múltiples y pérdida de masa encefálica. Su estado es muy crítico. Permanece internado en terapia intensiva.
A este hecho se suma otro plus; más denigrante aún, mismo para el uniforme de las fuerzas policiales. Se suma el plus de un contexto que no tiene nombre: Es que quienes son reprimidos, son ancianos y ancianas, vulnerables desde todo punto de vista; y tanto vulnerables, que la sola demostración suya de protestar pacíficamente por las medidas económicas, para el sector, impuestas por la administración Milei, no ha hecho otra cosa -en los últimos meses- que generar violencias propias de un terrorismo de Estado: aquello de aporrear , gasear, en definitiva reprimir a jubilados, no es más que ejercer un acto criminal, que no tiene justificativo alguno, no solo dentro de Argentina (porque éstas protestas de cientos de jubilados se hace a las puertas del Congreso, de la ciudad de Buenos Aires) sino fuera de sus fronteras. Porque todas esas imágenes han recorrido el mundo.
Como periodista, que codo a codo he trabajado por más de 30 años, con fotógrafos y camarógrafos en situaciones de violencia, sé perfectamente que cuando se dan estas represiones, el palo policial, el escopetazo de perdigoneras y los disparos de cartuchos de gases lacrimógenos, no son descargados al azar sobre los ciudadanos en protesta pública. Se trata de descargas que se hacen a conciencia. Aleccionadoras. Portadoras de una carga criminal y de una alevosía tan descomunal, que uno, mirando una y mil veces las imágenes obtenidas por otros reporteros gráficos, no puede hacer menos que repudiar, denunciar y asumir, que en realidad, en filas institucionales no hay más que instinto asesino.
Ante hechos así, podríamos escribir y escribir, páginas y páginas, que no alcanzarán para revertir estas realidades, porque son realidades que están instaladas en un gobierno -el de Javier Milei- desalmado, y cobarde.
Calificativos nos sobran; y no hay justificativos de ningún orden. No los hay, y más aún, no podemos permitir que los hayan. Porque cuando un gobierno asesta represiones crueles sobre ancianos y niños, sobre seres humanos que ejercen el derecho a expresarse, en un país que se precia de democrático, estamos ante un gobierno criminal. Pero criminal de verdad, sin medias tintas. Una criminalidad enmascarada de una institucionalidad denigrante, meciéndose en la cuna de una democracia ficticia. De una falsa democracia. De un país atravesado por un ámbito político que permite un barbarismo irreconciliable con la ética o la cordura de quienes se pavonean en la Casa Rosada y en el Congreso , ante cuya fachada, desde hace ya varios meses, se han registrado las más grandes represiones policiales, ordenadas por los políticos de turno, fascistas por cierto. Represiones que han sacado ojos, que han reventado huesos, que han traumatizado cráneos y que han sembrado horrores, en seres humanos. Entiéndase bien, en seres humanos; seres humanos.
Y el colmo de los colmos. Y no es para olvidarlo. Hoy por hoy, los horrores alcanzaron a ancianos y ancianas, jubilados y jubiladas, que sobreviven dentro de un país, derrumbándose obscenamente. Y a las pruebas me remito, con el caso Grillo.
Javier Milei y Patricia Bulrich, son los ideólogos de este terrorismo de Estado. Son los responsables de todo este descalabro repulsivo e impune.
*Foto de Portada y 2: Página 12/Captura de Video