Es el séptimo detenido desaparecido uruguayo recuperado medio siglo después
Tenía 51 años de edad y fue detenido el 13 de junio de 1977. Según los restos hallados, se estableció además, que murió bajo tortura en el Centro de Detención “La Tablada” ubicado cerca de la ruta 5 y próximo al aeropuerto de Melilla. Es el séptimo detenido desaparecido recuperado. Sus restos óseos pudieron ser hallados el pasado 30 de julio, merced a la perseverancia del equipo de antropólogos forenses del GUIAF, coordinados por la profesional Alicia Lusiardo.
Había sido secuestrado en su domicilio por represores vestidos de civil y uniformados, presentándose violentamente como integrantes de las Fuerzas Conjuntas. Fueron testigos directos del secuestro su esposa e hijas. Desde ese momento esa familia comenzó dramáticamente el periplo de búsqueda de su paradero, recorriendo cuarteles y comisarías, pero siempre hubo una sola respuesta: no está detenido. Y la indiferecia. La más cruel indiferencia.
No obstante,después, numerosos testigos afirmaron que lo vieron detenido en el Centro de Detención de La Tablada y que allí fue sometido a torturas. Luis Eduardo Arigón Castel había nacido el 18 de febrero de 1926 en Montevideo. Era empleado y militaba gremialmente en la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio e Industria (FUECI) y en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT). Tenía una militancia política como integrante del Partido Comunista del Uruguay y del Frente Amplio.
Otra vez. Una vez más, las lágrimas de Familiares de Detenidos Desaparecidos saldrán a la luz pública.Una vez más el dolor de esas familias habrá de contrastar con las hipocresías de algunos personajes del sistema político que por años hicieron parte de una cultura de la impunidad, entorpeciendo con la omertá, no solo sus responsabilidades institucionales de contribuir con la paz en democracia, sino además empañando sus obligaciones éticas para con la ciudadanía, encubriendo informaciones o siendo negligente a la tarea de ordenar a los militares búsquedas de restos de detenidos desaparecidos, o para que aporten informaciones, para ser funcionales -cómplices, también- a la labor detestable de querer que las generaciones se olviden de los casi dos centenares de personas -entre uruguayos y argentinos- que están enterradas en predios militares, luego de haber sido detenidas por la represión, más tarde sistemáticamente torturadas y finalmente asesinadas, para ser enterradas bajo el manto de la impunidad, en terrenos pertenecientes a las fuerzas armadas. Como si nunca hubiesen existido, ni los muertos, ni los enterradores.
Esas Fuerzas Armadas que hoy no tienen la valentía de asumir que fueron autores de uno de los delitos más graves de la humanidad: la desaparición forzada. Pero este 24 de setiembre, un nombre y un apellido, de un uruguayo muerto en resistencia sale a la luz pública, y expone a los ojos de todo el mundo, un nuevo crimen de lesa humanidad, desarticulando toda esa inaudita, y putrefacta malicia histórica que sigue vigente entre ciertos sectores de nuestra sociedad, que tienen todavía el tupé de negar los hechos o tergiversarlos, sea por personas del poder político o por integrantes de la casta militar, que no se atreven ni a asumir tales atrocidades, y ni mucho menos que arrepentirse de haberlas cometido. Cobardía mediante.
Hay mucho sufrimiento alrededor de una gran masa ciudadana; hay dedos señalando hacia el pasado y hacia el presente, por tanta deslealtad a la ética y a los valores de vida y de justicia que dicen tener las fuerzas armadas y el sistema político -con las excepciones del caso, que no son numerosas- a la hora de juramentar en uso y goce de la vida democrática.
Que en paz descanses Luis Eduardo. Seguramente cuando los políticos se pongan los pantalones más uruguayos correrán tu misma suerte, la de regresar al hogar, para poder recibir digna sepultura, abrazados por el homenaje popular. En terrenos del Batallón 14 y del 13, siguen las excavaciones, las que -esperamos todos- puedan arrojar a la superficie, más restos óseos, para abofetear merecidamente la conciencia de los represores que ocultos o encubiertos, siguen las instancias de esas búsquedas, abrazados a los bajos instintos, propios de las mentes asesinas.
*Foto de Portada: Sitios de Memoria