Dictadura en Uruguay:medio siglo después condenan a tres militares
Veinte días de torturas físicas y psicológicas , humillaciones, y vejaciones no se saldan exclusivamente con la condena, por más que ese haya sido el camino adoptado por la vía judicial, en un país de vida democrática, como en el que estamos, donde el estado de Derecho -lamentablemente- todavía está confrontado por la cultura de la impunidad, cuyo manto sigue dando cobijo, descaradamente, a los responsables de delitos de lesa humanidad. Y por más que en las últimas horas tres militares hayan recibido condena por haber torturado a 39 adolescentes en el mes de abril de 1975, en el departamento de Treinta y Tres, la mejor forma de resarcir a esas víctimas, ya hoy adultos mayores, será verdaderamente cuando muchos más autores de los atropellos cometidos contra la vida, en los días de la dictadura, comparezcan ante la Fiscalía, y además, y no será poco, cuando también se encuentren a todos los uruguayos enterrados en los predios que pertenecían y pertenecen a las Fuerzas Armadas uruguayas. Solo así podremos entender cómo y de qué manera se interpreta conceptual, y sustancialmente el valor justicia, especialmente, cuando desde la institucionalidad se pregona que estamos gozando de una democracia ejemplar. Que para mí no es nada ejemplar cuando quedan todavía no pocas asignaturas pendientes, en materia de derechos humanos.
María Eugenia Mier fue la jueza letrada de 1er turno de Treinta y Tres que dispuso la condena de los militares retirados Juan Luis Álvarez, Héctor Rombys y Mohacir Leite. Se les tipificó delitos de “abuso de autoridad contra detenidos, lesiones graves y privación de libertad”.
Pero hay detalles que debemos consignar: Héctor Rombys era juez sumariante, fue identificado por varias de las víctimas como torturador, y fue condenado a 12 años de penitenciaría; Juan Luis Álvarez, que era enlace de inteligencia de la unidad y el encargado de los interrogatorios, a 11 años; y Mohacir Leite, que era alférez y que fue identificado en las detenciones y en los interrogatorios seguidos de tortura, a 8 años.
Los hechos
Hagamos un raconto de los hechos, que tuvieron lugar entre los días 12 y 15 de abril de 1975, oportunidad en que 39 adolescentes, entre los 13 y 19 años, sí leyó bien, pertenecientes a la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), mayoritariamente estudiantes del liceo 1 de la ciudad de Treinta y Tres, fueron secuestrados en sus casas por órdenes dadas por la justicia militar de la época, siendo todos ellos retenidos por 20 días en unidades militares donde fueron sometidos a todo tipo de atentados contra su persona: plantones, golpes, quemaduras, descargas eléctricas y en el caso de las jóvenes manoseos y toda suerte de tocamientos. En paralelo, a toda esta indescriptible violación de los derechos humanos, con el agravante de que muchos jóvenes eran menores de edad, la justicia militar procedió a quitarles la patria potestad a los padres de los detenidos, impidiéndoles así que continúen cursando estudios.
Relatos de las violaciones a los derechos humanos
Conocida la noticia de la condena de los tres militares involucrados en las violaciones a los derechos humanos a los estudiantes del departamento de Treinta y Tres, surgieron y se dieron a conocer algunos de los dramáticos relatos que las víctimas dieron a conocer a la fiscalía y a la justicia.
Los damos a conocer, no con ánimo de morbosear sobre vivencias que no hacen parte de la vida humana, sino para evidenciar -con pesar e indescriptible indignación- cómo fueron los episodios por los cuales tres militares fueron pasibles de condena judicial. Relatos que estremecen. Relatos que visibilizan la magnitud destructiva, dañina, criminal y aberrante del terrorismo de Estado que se practicó después del 27 de junio de 1973, en el Uruguay. Una práctica que desde ciertas tiendas políticas, ni hablar de las castrenses, se pretende cínicamente minimizar, distorsionar y lo que es peor, encubrir. Una práctica que fue una constante, desde el momento en que se materializó el golpe de Estado hasta el momento en que se negoció la salida a la democracia, y que incluyó, una muerte más, la del médico Vladimir Roslik, muerto en tortura el 16 de abril de 1984, en el Cuartel Militar Número 9 del departamento de Río Negro.
“Yo cumplo años el 19 de abril y la noche antes fue la noche que nos torturaron más salvajemente, más a lo bestia; me colgaron con las manos atadas para atrás y de ahí me engancharon y me subieron hasta que los hombros se me dieron vuelta para atrás y me subieron, quedé en el aire, sacudiéndome, y ahí quedé rato mientras sentía los gritos de otros que se ve que torturaban. Me tiraron en el piso luego de un rato y me colgaron de los pies y me metieron en un tacho con agua con capucha de lona que al llenarse de agua, mantenía el agua, y tenía que esperar que el agua bajara para poder respirar, me lo hicieron dos o tres veces y trague inmundicia varias veces”, fue el relato aportado a la Justicia, de Ramón Nacimiento, quien por aquel entonces tenía 19 años.
“Sentía a mi hermana de 13 años llorar y llamar a mi mamá. Después de muchas horas se te caían los brazos o te querías acomodar, pero siempre había alguien mirando y venía y te pegaba, no te dejaban hacer nada. Después de varias horas, llegaba la noche y seguíamos ahí. Sentía ruido, gente llorando, gritos de los que les pegaban. A mí me quedó todo negro en la espalda y los costados de los golpes” fue el testimonio dado por Alicia Fernández, de 17 años de edad, la que fue detenida en su casa junto a sus hermanos de 13 y 19 años.
“Me tomaron los datos y me trajeron una capucha llena de sangre, se ve que habían lastimado a otra persona con esa capucha. Y se ve que me sacaron al patio al plantón, había muchos lamentos, gritos y llantos y gente a la cual le pegaban” declaró Jesús Cenández, que en aquellos días tenía 14 años, y que fue secuestrado por efectivos militares en su hogar.
Relatos -oportunamente dados a conocer en un informe de La Diaria- y que dan una idea muy clara del grado de alevosía y saña con la que se actuó sobre menores de edad y estudiantes jóvenes, cuyo principal delito, pareció ser para el criterio de la justicia castrense, ser integrantes de una corriente política en resistencia a la dictadura militar.
Relatos que hoy nos estremecen, si es que cabe esa expresión, pero imagine el lector, lo que significó ese atropello para esos jóvenes. Mejor ni pensarlo. Y eso fue encubierto por la impunidad, por medio siglo, lo que significó en definitiva un atentado más, en plena democracia.
Marisa Fleitas: “Quiero agradecer el triunfo de la verdad”
Hoy es una mujer que tiene la entereza y la valentía de mirar hacia atrás con una visión franca del presente; con la madurez suficiente como para poder superar lo que ella personalmente vivió. Un relato suyo que publicó La Diaria, es elocuente. Un relato de lo que ella debió soportar a la edad de 13 años, habiendo sido secuestrada de su casa junto a su hermana de 15 años.
“La noche previa al 19 de abril comenzaron a sacar compañeros en tandas y volvían destrozados. Había venido al cuartel Gregorio Álvarez con una comitiva para celebrar el 19 de abril; entre ellos estaba Pedro Buzzo, un torturador especializado. A mí no me torturaron, pero a otros compañeros, sí”
Hoy, conocida la noticia de las condenas, a casi 50 años de esos terroríficos días de prepotencia y criminalidad estatal, me resultó vital recabar la opinión de Marisa Fleitas. Su testimonio reflexivo, es al mismo tiempo certero, en tono y en agradecimientos -entre ellos a Antimafia Dos Mil- sobre todo para que todo haya tenido un cierre , si acaso a nivel judicial en torno a los 39 casos de torturas a adolescentes, ya que restan aún más causas que deberían tener igual suerte siendo la más emblemática, de lo que ha llegado a practicar el terrorismo de Estado, como es la desaparición de personas y en consecuencia , lo que concierne a los hallazgos de los detenidos desaparecidos.
“Este paso no deja de ser muy importante, más allá de haber demorado casi medio siglo en que se hiciera justicia o se empezara a hacer justicia, a echar un poco de justicia sobre esta causa tan dolorosa”
“Siento fundamentalmente la necesidad de difundir esto, de que tenga su difusión y la más amplia difusión, la más profunda difusión para que también de lugar al análisis de lo que supone llegar hasta acá. Supuso 50 años de estar batallando, de estar denunciando, de estar peleando para que se supiera que lo que se había cometido cono nosotros y lo que se comete hasta el día de hoy con muchos y muchas compañeras que vivieron las circunstancias que nosotros también padecimos y bueno de los desaparecidos que hoy continúan desaparecidos, pero fundamentalmente en este momento lo que siento es la necesidad de agradecer a mis compañeras, a mi hermana Mabel, a mi compañera de la causa Lilian que desde el primer momento siempre estuvieron en la lucha de construir esta causa para presentarla ante la Justicia y no dejaron nunca de denunciar y de elaborar todo lo que significaban todos los puntos, los elementos que eran necesarios para armar, para llevarlo a conocer por la prensa, hasta que llegara el momento que pudiéramos presentarlo en la justicia. Siempre que pude colaboré, y en muchas instancias”
“No puedo dejar de nombrarlas como artífices, puntales de la causa. Eso me importa mucho. También me importa mucho, reconocer el trabajo de los periodistas y las periodistas que muchas veces nos vinieron a buscar para pedir el testimonio de nuestra denuncia. Pero también siempre fuimos a buscarla y siempre nos abrieron las puertas para que pudiéramos contar nuestra historia: Ana Misrahi, ustedes Antimafia Dos Mil, los hijos de Grille, Grille mismo, la gente de La Diaria, TV Ciudad. No me gusta dar nombres porque uno puede pecar de injusto, de olvidarse; Mauricio Almada con su libro, Gustavo Espinoza con su novela. Ríos y ríos de tinta escrita y ríos y ríos de tiempo de entrevistas orales, televisivas. Eso también sumó mucho a lo que fue nuestra batalla”
“Después, en la etapa de la presentación a la justicia y el impresionante y valiosísimo trabajo del Fiscal Perciballe, y todo su equipo. No quiero dejar de reconocer este trabajo impresionante que ha realizado”
“Y toda la gente que nos recibió, las veces que nos presentábamos ante los organismos internacionales, cuando venían los comisionados acá. Recuerdo a Antonio Rejola, que fue una de las personas con la que tuve el honor de poder hablar”
“También muchos estudiantes a lo largo del país, nos creyeron.Nos pidieron que les contáramos, y nos creyeron. Celebro la importancia de que la justicia falló porque nos creyó, y porque era verdad lo que decíamos.Porque hubo mucha gente que no nos creía, y muchas veces, no necesariamente gente que fueran del bando de los militares, muchas veces paren nuestros no nos creían. La gente dudaba de que fuera verdad esa atrocidad tan espantosa, esa cosa tan tremenda, tan truculenta que contábamos y no juzgo a muchos y muchas. Seguramente la sensibilidad no les daba para llegar a creer que pudiera haber tanta maldad. Quiero agradecer el triunfo de la verdad”
*Foto de Portada: El Muerto.