En el Día del Detenido Desaparecido
No una, sino mil veces, se debería escuchar en las calles la consigna -de nuestro título- relacionada a los detenidos desaparecidos. La búsqueda de sus restos debería ser considerada una obligación ética de los connacionales que supieron de resistencias en los días de la dictadura cívico militar en el Uruguay. El bregar, a brazo partido por el hallazgo de esas vidas masacradas -y enterradas en terrenos militares- debería transformarse en una resistencia mordaz y voraz de nuestros días. Porque si seguimos esperando que la obligación institucional, en ese sentido se materialice como correspondería, seguiremos en la “dulce” -más bien muy amarga- espera de resultados, sumando años de marchas del silencio, y sumando desesperanzas, con el plus deplorable de que los represores que saben de datos de enterramientos, irán falleciendo y llevándose a la tumba los secretos de sus aberrantes actos.
Una vez más , en ambas márgenes del Río de la Plata se han realizado actos en el “Día del Detenido Desaparecido”. Actos, evocaciones, y encuentros, pero no por el ejercicio de un capricho o de una fecha del calendario, sino por conciencia, por resistencia. Porque todavía hay uruguayos y argentinos que mantienen erguidas y muy bien posicionadas, en su universo de militantes, la cordura, y la sensibilidad necesarias como para no bajar los brazos en torno a una lucha que hace: primero, a la coherencia humana; segundo, al compromiso histórico -a más de medio siglo de dictadura que dejo su pisada de dolor, y muerte- y tercero, a la necesidad de hacer prevalecer la verdad y la justicia (y no la venganza), ante todo hallando restos para poder regresarlos honrosamente al afecto familiar y al afecto popular, y también, y especialmente, abofeteando muy fuerte a la cultura de la impunidad, que sigue protegiendo a la casta militar, porque el sistema político en todos estos años de vida democrático, debilidad e intereses mediante, se lo ha permitido.
Impunidad repulsiva, oprobiosa, maldita y por sobre todo terrorista. Pero esa impunidad un buen día claudicará, por sí misma, por la voluntad política, o por la voluntad popular, siempre y cuando sus operadores naturales , los protagonistas de esa lucha, continúen codo a codo cerrando filas y denunciando por todos los puntos cardinales, que todavía hay mentes obtusas, necias (propia de terroristas) que se atreven a desafiar, a subestimar, a menospreciar y a amedrentar -con amenazas de muerte escritas en cintas que dejan en automóviles de familiares de detenidos desaparecidos, como hace pocos días le ocurrió a Darío Tassino- a quienes tienen coraje y valores de justicia, en su ser, para poder confrontarlos.
El torrente de testimonios, en clara oposición a esos retrógrados y necios defensores del negacionismo de la dictadura militar y de lo que ella ocasionó en la población que tuvo las agallas de resistirla, es voluminoso y variado. Una diversidad de legítimos pareceres, que notoriamente horadan todos los más abyectos postulados y licencias de impunidad, de la casta militar y de la casta política que esta asociada, ya no solo para asesinar, sino además para convencer a las nuevas generaciones de que esos reclamos de Madres y Familiares no tienen fundamento, que no merecen ser respaldados y lo que es más, que por más que aparezcan restos óseos en las entrañas de los cuarteles, no se merecen más que lo mínimo e indispensable -un poco de prensa y unas pocas lágrimas- para sortear más que rápidamente esas inesperadas situaciones, para que así pueda darse vuelta la página,sin insistir más con esas búsquedas, que no hacen más que dejar en evidencia a los “héroes” del pasado. Esos “héroes” que se tomaban su tiempo, para que tras el asesinato de los verdaderos héroes -que se resistieron valerosamente y legítimamente a los dictadores, a los represores- sus cuerpos -masacrados por la tortura- pudieran ser enterrados en suelo militar, cubiertos de cal, de pedregullo y cemento, y de olvido. Porque en realidad eso buscaban, que todas esas sus víctimas entraran al universo del olvido. Del más indescriptible y criminal olvido.
Pero eso no iba a ocurrir nunca, no está ocurriendo y no debemos dejar que ocurra, bajo ningún concepto. Y tanto es así, felizmente, que ahora todos estamos ”con la emoción a flor de piel a la espera de la identificación del último compañero rescatado por el GIAF” en palabras de Elena Zaffaroni -referente de Madres y Familiares- aludiendo al estado anímico, emocional, de todos, aún en ascuas sobre ese militante cuyo rostro todavía desconocemos, y cuyos restos óseos, fueron hallados a finales del mes pasado. Palabras pronunciadas en un reciente acto en el teatro Florencio Sánchez de la zona del Cerro, a propósito del día del “Detenido Desaparecido”. Y siempre en relación a ese último hallazgo, Zaffaroni agregó: “Se tomaron su tiempo, la fosa lo demuestra”.
“Hace un año en este mismo encuentro, estábamos igual que hoy: conmocionados y a la espera. Hoy podemos decir que ese hallazgo tuvo su merecida verdad en Amelia Sanjurjo, que volvió a su familia y a su pueblo” leyó Zaffaroni un documento de Madres y Familiares, en el que además expresaron su honda preocupación “ante el ocultamiento y la mentira” que “ha sido una realidad , desde la recuperación democrática”
Y sigue dando lectura al texto del comunicado: “Este crimen, emblema de aquellos años y que se sigue cometiendo hoy, fue planificado para perdurar a través del efecto propio de la desaparición forzada, que mantiene su cuota de poder y chantaje, que se encuentra dirigida a todos y dio lugar a un área de poder paralelo que los distintos gobiernos democráticos no han podido o no han querido subordinar”.
En él se llama a encontrar a los detenidos desaparecidos “como punto de partida de una democracia sin tutelas. La información está en las Fuerzas Armadas y ya vimos que voluntariamente no la aportan.Seguirán mintiendo mientras el poder político acepte este juego. Es aquí donde debemos poner el acento: es el presidente de la República quien debe dar la orden y exigir esa información, cumplir con el mandato constitucional, subordinando a las Fuerzas Armadas al poder civil y ser respaldado por toda la institucionalidad del Estado”
Mucha claridad tiene ese documento. Esa claridad que reconforta, en cierta medida, para redoblar todo los esfuerzos. Para que no quede brecha alguna en esa tarea ciudadana que debemos imponernos a la hora de las movilizaciones y de las evocaciones o menciones de los detenidos desaparecidos, porque solo nosotros -el pueblo en resistencia- podemos abrogarnos el derecho a representarlos , el derecho a protegerlos, y el derecho a que sean respetados todos y cada uno de sus trazos humanos y de sus respectivas memorias.
Son, además, merecedores irrefutables de nuestro más sentido homenaje. Y homenaje es poco.
Hagamos un balance
En predios del Batallón 14 de Toledo, en Canelones, han sido hallados los restos de quienes en vida fueron: Julio Castro (2011) , Ricardo Blanco Valiente (2012) y Amelia Sanjurjo (2023). Y ahora sería una cuarta persona, cuyos restos se hallaron recientemente, y cuya identidad resta por definir. A la espera de los resultados del análisis de su ADN -cotejo de por medio- previsto para el mes de setiembre ya que los estudios se realizan en laboratorios de la ciudad de Córdoba, Argentina, fue posible definir por su rango etario, a un grupo de personas, entre las cuales podría estar la de cuyos restos se encontraron el pasado 30 de julio. La nómina de ese grupo de seis personas detenidas desaparecidas es la siguiente: José Arpino Vega, de 47 años; Américo Sosa, de 53 años; Luis Eduardo Arigón, de 51 años; Félix Ortiz, de 45 años; Julio Gerardo Correa, de 56 años; y Otermín Montes de Oca, de 45 años
Pero además, en otros predios militares (Batallon 13 y una chacra de la Fuerza Aérea) fueron encontrados los restos de tres personas más: Ubagésner Chaves y Fernando Miranda (ambos en 2005) , y Eduardo Bleier (2019).
Serían siete los hallazgos de restos humanos, en diversos predios militares; sumémosle además la recuperación de los restos de Roberto Gomensoro, en aguas del Lago de la represa del Rincón del Bonete, mismo en marzo de 1973. Años después, de actas que se dieron a conocer tras un Tribunal MiIitar, se supo fehacientemente que el cadáver de Gomensoro , fallecido en tortura, había sido arrojado a las aguas del Lago por el oficial Nino Gavazzo, hoy fallecido.
En total entonces, hasta hoy, son ocho las personas que fueron identificadas y sus restos recuperados, y luego entregados a sus familiares.
Un magro saldo, dado que el Uruguay tuvo un total de 174 detenidos desaparecidos, al menos es la cifra que se conoce, oficialmente, por quienes están inscriptos en el Memorial. Por lo tanto, haciendo un somero cálculo, restarían hallar 167 compañeros más.
En eso se está, y sin dejarse intimidar por los terroristas de Estado que todavía acechan como buitres, atentando a la democracia, impunemente.
*Foto de Portada: Presidencia de la República