Una hermosa e inolvidable sonrisa. Unos ojos grandes inconfundibles. Una mirada inteligente, y tierna, que deja entrever -y creo no estar equivocado- su muy alto grado de conciencia política, y su muy intenso, y fuerte compromiso con sus ideas. Estoy describiendo como era Amelia Sanjurjo Casal, cuyos restos óseos fueron hallados enterrados en un campo militar uruguayo el día 6 de junio del pasado 2023. Hoy, cuarenta y siete años después de haber sido arrebatada su vida por la criminalidad de la casta militar y de la casta política, partícipe de la dictadura en el Uruguay, y tras haber sido recuperados esos restos con inequívocos signos de tortura ( recuperaos gracias al esfuerzo tenaz de los antropólogos forenses excavando en predios militares, casi a ciegas, porque no tienen informaciones solventes sobre los desaparecidos) estos pudieron ser arropados por el calor ciudadano, dándole así, a Amelia, primero, un reconocimiento a su resistencia a costa de su vida, y segundo un muy merecido homenaje y una despedida militante, tanto en la explanada de la Universidad, como en el cementerio de La Teja.
Una despedida, en una jornada, la del jueves 6 de junio, que resulta ser histórica, por tratarse de un acontecimiento de reencuentro con una uruguaya que fue detenida y desaparecida por la represión. Una despedida en la que ella regresó a su universo ciudadano y militante. Un reencuentro, con sus orígenes, con su pasado, en el marco de una democracia que es tibia, dado que desde la salida de la dictadura solo seis cuerpos enterrados en predios militares, han sido hallados, de un total de 200, y dado que la Marcha del Silencio -que ya es un emblema de la resistencia y de un airado e indisimulado reclamo por justicia- lleva ya 29 años, sin hallar las debidas respuestas.
La democracia, mal entendida, todavía no ha dado respuestas a una búsqueda de los detenidos desaparecidos, porque cree que se ha hecho lo suficiente, o porque se justifica por los pocos pasos dados. La democracia bien entendida, en cambio, reclama, y reclama, año tras año.
Año tras año, ese reclamo -con ese silencio atronador que retumba en la avenida 18 de julio, con sabor a harta paciencia- trasciende fronteras y en apariencia hace que nos sintamos regocijados por la presencia de una inmensa multitud, siendo que en realidad no somos más que miles de seres humanos expresándonos con ese fervor combativo, seguramente sintiéndonos defraudados, desilusionados, y si vamos más a allá, hasta traicionados. Traicionados por los gobernantes, y por algunas figuras del elenco político, por su indiferencia y por un proceder inoperante para encontrar respuestas a personas que saben que sus seres queridos -hoy 197- están enterrados en predios militares o en predios privados, debido al accionar del terrorismo de Estado. Ese terrorismo de Estado, que no pocos todavía no lo aceptan como atropello consumado, o que peor aún, lo distorsionan, lo niegan o lo encubren, con hipocresías, discursos retóricos o dialécticas de conveniencia partidaria, para salvaguardar las estrategias políticas de turno.
Así de simple, tanto en filas de tiendas conservadoras, como en filas de la izquierda, aunque a mucho no les guste.Y ni hablar de la casta militar, la que por cierto -con sus políticos a fines- ha procurado siempre desarticular toda aplicación de justicia, cuando se trata de reclamos de prisión para los represores, o cuando se exige -lagrimas de dolor ciudadano de por medio- el paradero de los detenidos desaparecidos. El paradero de restos óseos con cal y tierra, con el sello de la infamia (pero paradero al fin).
Fueron torturadas y asesinadas personas. ¿Es poca cosa? Fueron crímenes de Estado. ¿Es poca cosa? Se enterraron cuerpos, para desaparecer la evidencia. ¿Es poca cosa? .
Cada cuerpo recuperado, es una denuncia que se reaviva, con fuerza, con dolor, con rabia. Cada cuerpo recuperado, como el de Amelia Sanjurjo Casal, nos echa en cara una verdad que nos agobia, que nos provoca un nudo en la garganta, que nos hace derramar lagrimas, y que nos señala con el dedo, porque no supimos estar, como ciudadanos y como poder político, a la altura de las circunstancias.
Ellos, los detenidos desaparecidos, allí enterrados, con su militancia, con sus ideas, dieron su vida por nosotros, tal como lo hizo Amelia Sanjurjo Casal y muchos más. Pero, ellos, los que enterraron los cuerpos, fueron serviles al poder criminal que instaló la dictadura. Y ellos, que saben dónde están los detenidos desaparecidos, se callan. Se silencian unos a otros. Se encubren unos a otros, ante la pasividad de la democracia. Otro horror que se suma al horror de las desapariciones forzadas, que fueron la constante de las dictaduras.
El pequeño féretro conteniendo los restos de Amelia Sanjurjo es indicador de que todavía hay una asignatura pendiente. Los rostros de quienes hacen parte de su homenaje y de su despedida, hablan por sí mismos, e indican, sin telones ni pruritos, de que las lágrimas militantes, fortalecerán la búsqueda de los restos de otros luchadores que están enterrados en esos terrenos infames.
¿Pero será verdad que se fortalecerá la búsqueda de los detenidos desaparecidos? ¿Sera verdad que se patearán los cimientos de la omertá castrense?. ¿Será verdad?
Amelia Sanjurjo, es la primera mujer cuyo cuerpo ha sido recuperado después de haber sido asesinada. Ella volverá al hogar, que és y ha sido el pueblo militante. Ella nunca se quebró, y por esa razón le arrebataron su vida. A Amelia no le hicieron desaparecer su ética, auque hayan violentado su cuerpo. Ella, aún sin vida y enterrada bajo tierra maldita, cumplió con su misión combativa, con la conciencia política y la lealtad militante que la caracterizaba.Amelia fue íntegra, hasta el último segundo de su vida. Otros más siguieron su camino y ellos están aún bajo tierra, aguardándonos para recuperar paz e identidad.
El pequeño féretro en el que están los restos de Amelia, es llevado a su última morada. Hay aplausos. Hay desazón. Hay sentimientos encontrados ante tanta infamia, y ante tanta incertidumbre .Pero también hay respeto, congoja, un clamoroso homenaje, y un sincero reconocimiento, a su vida y a su memoria.
Y precisamente preservar la memoria de Amelia ahora es el compromiso ciudadano en este tiempo de búsqueda de detenidos desaparecidos.
Amelia, descansa en paz, homenajearte es poco. Gracias Amelia, por haber sido como has sido. Discúlpanos por no haber podido recuperarte en todos estos 47 años. Discúlpanos, sinceramente.
Discúlpanos Amalia. Discúlpennos, todos aquellos que todavía no han sido hallados.
*Foto de Portada: www.gub.uy