Jueves 18 Abril 2024

28° Marcha del Silencio

A primera hora de la mañana, de este 20 de mayo, decenas y decenas de margaritas de papel adornaban las plazas y parques de Montevideo. Algunas, ajadas y maltrechas por las lloviznas de la noche, colgaban, pendientes de un hilo, del palito que hacía las veces de tallo. Otras desperdigadas por el piso, se mezclaban en la tierra y en el barro de los charquitos. Muchos palitos estaban solos, pues a sus margaritas, simplemente, se las había llevado el viento.

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Una vez más el pueblo uruguayo volvió a encontrarse, en una nueva Marcha del Silencio. Nuevamente la generación que sobrevivió el terrorismo de Estado -y seis gobiernos democráticos y cómplices-, marchó por las calles de Montevideo, firmemente escoltada y apoyada por los más jóvenes, e incluso por las infancias. Nuevamente los uruguayos se sumaron a este encuentro que tiene como premisa dejar de lado cualquier diferencia en virtud de un reclamo por la propia dignidad del pueblo. Un pueblo que se resiste a la idea del progreso a cualquier costo. Un pueblo que se resiste a las muertes y masacres sin justicia. Un pueblo que se resiste a tolerar la violencia política. Un cuerpo que se resiste a olvidar.

Antes de que cayera la noche, decenas de miles de personas fueron armando un cerco a lo largo de la avenida 18 de julio, esperando el lento y firme paso de un cuerpo hermanado detrás de una gran pancarta que abarcaba todo el ancho de la calzada, y en la que se anunciaba la consigna de este año, “¿Dónde están? Nunca más terrorismo de Estado”. La cabeza de la marcha se convocó en avenida Rivera y el cruce con Jackson, donde se encuentra la plazuela de los Desaparecidos de América. Desde allí, bajo un delicado y cuidado cerco de autocuidado, la columna avanzó hacia la avenida principal de Montevideo. A los costados una cadena humana, mayoritariamente compuesta por jóvenes y adolescentes, tomados de las manos, iba delimitando el lugar, dándole el paso, y una mirada de respeto y reconocimiento a quienes marchaban en dirección a la plaza Libertad.

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Poco a poco, a medida que la cabecera avanzaba, la gente de los costados iba sumándose al andar, llegando a conformar una apretada fila que abarcaba por lo menos quince cuadras. Siempre en silencio, fueron realizando algunas paradas estratégicas que permitieron marcar lugares simbólicos de la ciudad como el edificio de la Udelar. Al llegar a la intendencia de Montevideo, por algunos minutos la marcha frenó, dando lugar a identificar a cada uno de los 200 desaparecidos, víctimas de los aparatos represivos del Estado durante la última dictadura cívico-militar. Con cada nombre, el cuerpo rompía su silencio y sus cadenas, gritando, rugiendo un eterno presente.

Un farol

Un farol se abre paso entre el silencio y la noche. Su luz candente ilumina las miradas a su alrededor, rescatandolos de los recovecos laberinticos del bullicio. El ser que lo sostiene, guarda en su bagaje cada gesto, cada susurro, cada respiro, cada aliento. Guarda cada pétalo y cada margarita en su vientre, para darle una nueva forma, una nueva vida.

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Así compartieron el silencio y el sentir de un pueblo los artistas del Movimiento Our Voice, que junto a decenas de colectivos y miles de jóvenes avanzaron por la ciudad, y avanzan por la historia a cincuenta años del golpe de Estado que fragmentó a la población uruguaya. Quienes desde hace décadas encabezan esta marcha, lentamente van dándole el paso y la posta, a una generación que se compromete año a año a no bajar los brazos ante la tiranía y el olvido.

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Luego de entonar las estrofas del himno nacional, ya no en silencio, pero si recogidos cada uno en sí mismos, nos fuimos alejando unos de otros, buscando recuperar nuestras identidades y sus identidades. A medida que las  cuadras avanzaban, nos volvimos a topar con las margaritas de papel, que en el frio de una noche de otoño, nos recuerdan, como decía Neruda, que "podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.

Somos un cuerpo

Somos un cuerpo al fondo de un calabozo, donde el frio, el hambre y el miedo nos apresan en un tiempo sin tiempo. Somos un cuerpo quebrado por los ecos que rebotan en las paredes. Somos un cuerpo que se cimbrona con el destello de los que no tienen luz propia. Somos un cuerpo sin lugar, sin fecha, sin hora.

Somos un cuerpo que se eriza en el viento del otoño. Somos un cuerpo con la piel tersa y la melena plateada. Somos un cuerpo diverso, divergente. Somos un cuerpo en la inmensidad de la noche. Somos un cuerpo, un paso, una respiración, un aliento. Somos un cuerpo y un silencio. Somos un cuerpo con memoria.

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Fotos: Antimafia Dos Mil