Martes 23 Abril 2024

E.G. no es ni más ni menos que Eduardo Galeano.

Eduardo Galeano, el periodista y escritor uruguayo, cuya desaparición física, el 13 de abril de 2015, nos causó impacto, nos causó un dolor profundo, porque nos significó la partida de un “senti-pensante” (como él mismo se definió hace ya bastante tiempo después, luego de tomar contacto circunstancialmente, con unos pescadores colombianos). Un “sentipensante” literalmente, insustituible.

Uno de los referentes de la literatura periodística, cuyo trazo revolucionario ha dado la vuelta al mundo.

Una de las voces más influyentes, dentro del extenso abanico de los sectores de la izquierda latinoamericana, y que ha abierto los enormes pórticos de la conciencia popular, con ojo de lince, con ojo crítico, y con ojo sensible.

Uno de los históricos personajes de la revolución latinoamericana contemporánea, cuya obra literaria -la que despertó en las redacciones donde la máquina de escribir era su herramienta de creación más auténtico- se esparció por muchas generaciones, bajo diferentes formas, bajo diferentes circunstancias y bajo las más inimaginables situaciones y momentos históricos, de una Latinoamérica, que, parafraseándolo, diría yo, sigue de “venas abiertas”.

Eduardo Galeano fue uno de los testimonios más elocuentes de la libertad, porque él, por sí mismo, nunca cedió a los condicionamientos, ni mucho menos a los autoritarismos. Nunca tuvo la iniciativa de atravesar por los áridos caminos del acartonamiento, ni mucho menos, de la intelectualidad, porque no le daba goce alguno ser definido en esos términos. Ni tampoco se regodeaba por vivir distante del cambio, de los dinamismos. Para él, cambiar era indispensable, por no decir, vital. Muy vital.

Eduardo Galeano, ya son ocho años que has partido de entre nosotros, y al mismo tiempo, ya te has sumergido más entre nosotros. Te has mimetizado con cada uno de los que no tienen voz y has redoblado tus ideas, entre los que te han comprendido, siempre con tu estilo de romper moldes y estructuras ortodoxas.

Revolucionaste ayer, y sigues revolucionando hoy; tus escritos (preservados por los libros) y tu voz, y tu imagen (preservadas por el mundo de internet) y tu memoria, nos abrazan, trabajándonos -a diario- las esperanzas, las ansias de libertad y la sed de justicia; fuiste el horizonte entre los desesperanzados, que con admiración militante abrieron su ojos y sus mentes, para encontrar en tus libros, respuestas, y si acaso, caminos y senderos por dónde transitar, aunque sea a los tumbos, con el fin de llegar a paso tenaz y utópico, a dibujar la conciencia social, cosechando loas, amigos, confianza, admiración, deseos de vivir, y militancia combativa, rigurosamente de la mano del pensamiento y del sentimiento. Y siempre atrapando palabras. Y hechos, con tales palabras.

Entonces, nos huelga titularte E.G.; pero nos huelga, además, ser recurrentes y agradecer tu presencia, porque ya haces parte del ADN de un pueblo sudamericano y combativo, y mundial, que no ha bajado sus brazos.

Y que sigue con las manos en el arado. El arado que tú Eduardo, también tomaste con tu talento, desde muy temprana edad, hasta el último segundo de tu vida.

Tus frutos no han sido, ni escasos ni tenues: han sido múltiples, y no han sido en vano.

Eduardo, estás presente, más presente aún, te lo aseguro, y los pueblos latinoamericanos te extrañamos.

Foto: Escritores.org