Lunes 17 Noviembre 2025
Por Jean Georges Almendras-27 de enero de 2021

Estoy seguro que parecerá que estoy exclusivamente (o dócilmente) alineado a lo que nos marca el orden establecido (y casi sacrosanto) de las Naciones Unidas, de que el 27 de enero de cada año solo debemos recordar al holocausto judío, por lo rimbombante de la presentación: “Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto”, “con el objetivo de luchar contra el antisemitismo, el racismo y toda otra forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos” (recordándose además -a nivel mundial, obviamente- el día en el que el ejército soviético liberó el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau) pero lamentablemente no es así. No estoy alineado a esa carátula. Porque no me sale otro sentimento que resistirme a seguir los pasos del mundo diplomático sesgado, para fortalecer siempre al Holocausto judio, padeciendo (como todos) la amnesia ya habitual (por 75 años) respecto a otros genocidios (que no han sido denominados holocaustos, porque de hecho, para la comunidad internacional el “Holocausto” ha sido y seguirá siendo uno solo: el de los judìos en manos del nazismo.

Ahora bien, con el más debido respeto que tengo por las víctimas del holocausto judío -y sus respectivas familias- (y sin minimizar los sufrimientos y los horrores destinados a los seis millones de fallecidos, entre ellos gitanos, homosexuales y discapacitados, producto del odio y de la intolerancia) daré el paso, para mí un paso obligatorio, de recordar a las generaciones –que son distantes de los años del horror de la denominada “solución final” nazi- que a ese barbarismo de los días de la Segunda Guerra Mundial, se sumaron en la historia de la humanidad otros barbarismos de igual tenor (aunque calificados de otra forma). Por ejemplo, uno de ellos fue el de los armenios en manos de los turcos, en el año 1915, siendo las víctimas un millón y medio de seres humanos. Otros: en Ruanda, África, en 1994, donde en solo tres meses fueron asesinadas cerca de un millón de personas, como resultado de una nada santa coyuntura política desatada en la región, en la que mucho tuvo que ver el gobierno francés (con una cierta complicidad de la ONU misma), desafortunadamente; en los países nórdicos en oportunidad de la guerra de Bosnia, en el que su saldo de mortalidad, por odio étnico e intereses de supremacía, no fue nada menor; y más después (hasta nuestros días) el genocidio del pueblo palestino, que sigue siendo una moneda corriente que se visibiliza cada día que el ejército de ocupación del Estado de Israel, en territorio Palestino, deja su saldo de muerte, persecusión y discriminación contra niños, jóvenes y ciudadanos palestinos, precisamente en sus tierras, lo que lo hace más grave aún. Y tengo que sumar a estos desenfrenos criminales del poder, la variada gama de genocidios practicados por las dictaduras militares impuestas por los yankis, en el contexto del plan Cóndor, en América Latina en los anos 70 o las atrocidades de los autoritarismos que han sembrado de muertos y desaparecidos, desde antes, en países de Centroamérica, el denominado patio trasero de los Estados Unidos.

Pero por si fuera poco, tengo que hablar de los genocidios constantes que han sufrido los pueblos originarios de Chile y Argentina, sufriendo hoy mismo persecusiones impartidas por gobiernos fascistas amparados en falsas democracias que dejan su inevitable secuela de muertos y heridos. Tampoco dejo en la cuenta del olvido, los holocaustos generados por los crueles colonialismos europeos (apoyados en ocasiones por servicios de inteligencia belgas o norteamericanos, dígase CIA) en no pocos territorios africanos, en décadas previas a los anos sesenta y aún después, donde las comunidades eran literalmente sacudidas por el desprecio, el garrote, los machetes y las balas de los hombres blancos que todavía pretendían que se les agradeciesen los beneficios de su civilización. Vaya cinismo.

Me resulta una patada en el hìgado que todos nos sintamos en la obligación de arrodillarnos (con palabras de “agradecimiento”) a los dictados de la ONU, por acordarse de internacionalizar, con un día de homenajes y de recuerdos de víctimas, las desviaciones humanas cometidas por los poderosos del ayer, masacrando vidas, como si ese recuerdo “efímero” hiciese parte de un juego diplomático ideal, cuando en realidad se hace sobrado de frivolidad y de sentimentalismos históricos, y carentes absolutamente de sensibilidad y de humanismo. Y lo que es más, carentes de sinceridad combativa (y de acción) para que estos males sean arrancados de cuajo de la humanidad, porque (téngalo presente, amigo lector) siguen estando presentes, encubiertos y protegidos por el manto de la impunidad. O sea, no es más que pura demagogia y pura hipocresía.

Toda esa pomposidad recordatoria me suena además, como una fantochada necesaria para lavar las culpas institucionales propias y ajenas. La pomposidad de los mercaderes de la diplomacia que ni se imaginan verdaderamente los efectos de un genocidio, llámese inclusive “Holocausto judío”, que resulta sin duda alguna, el holocausto por excelencia, dejando a los demás genocidios como si se tratara de daños colaterales en contextos históricos, obviamente cargados de violencias extremas y de pérdidas humanas, y en territorios superados en intrigas políticas e intereses (saqueos de recursos, fundamentalmente) económicos.

Con el respeto más grande que tengo para con las víctimas del holocausto (que estoy seguro, no compartirían formar parte de este puesto estelar en el ranking macabro de la violencia impartida entre seres humanos) debo resistirme en pensar, suponer, o imaginar que el Holocausto judío, aún siendo en cifras uno de los mayores en cuanto a exterminios se trata, deba ser el adoptado para resumir (emblematizar) las desviaciones más sangrientas que ha hecho la especie humana en el siglo pasado.

No podemos hablar del Holocausto judío gratuitamente, como si se tratase del único atentado que la especie humana ha hecho contra la especie humana. Estamos hartos de ver, desde aquel momento hasta ahora, cómo se repiten esos atropellos, enmascarados como guerras, conflictos y enfrentamientos cirunstanciales o propios de una conyuntura socio política determinada.

Y si bien, desde los altares de la ONU proclaman el Día Internacional “en memoria de las víctimas del Holocausto”, embanderándose de un antisemitismo irrestricto (y exclusivo) sin perjuicio de este saldo espantoso y aterrador de pérdidas humanas, el Estado de Israel, partiendo de esa premisa, se me ocurre, debería llamarse a la más estricta reflexión, antes de guarecerse o alinearse con la arenga. ¿Por qué? Porque bastantes culpas tiene en su haber, en materia de atrocidades o de violaciones de derechos humanos, en contra de los integrantes de la comunidad palestina, desde donde en más de una oportunidad se ha comparado sus prácticas con las prácticas del ejército nazi; con las prácticas del hitlerismo más rascista y exterminador que pudimos haber conocido en los tiempos del “Holocausto”.

Convengamos que el Holocausto judío ha sido horrendo, porque fue literalmente la industrialización de la muerte, en el marco de una (si se quiere) demoníaca metodología que se ciñó literalmente al exterminio de un sector de la humanidad, por motivos expresamente étnicos, al punto de configurar, jurídicamente hablando, delitos de genocidio y delitos de lesa humanidad. Delitos de lesa humanidad y de genocidio que se repitieron “religiosamente” en el planeta, amparados en las sombras del poder y del racismo nazista (que perdura hasta hoy). Delitos de genocidio mecidos en cunas de gobiernos cargados de insensibilidad y de desprecio por la vida.

Estoy de acuerdo que los soldados del Estado de Israel (de las generaciones presentes) deberían conocer en profundidad la historia de su pueblo, y leer, también en profundidad –pero con sentido autocrítico- los textos del pensador Primo Levi, para desasnarse, a fuerza, sobre la magnitud del Holocausto. Pero también estoy muy de acuerdo que esos mismos soldados (brazo armado de un pujante y vil sionismo-nazismo) conozcan igualmente la magnitud de su comportamiento histórico cuando apretan el gatillo de sus armas para segar una vida palestina. Un comportamiento que se asemeja, perfectamente, con el comportamiento del soldado nazi, apuntando con sus armas a niños y mujeres indefensas presas del pánico, portando sus pocos enseres y literalmente aterradas, como se ve en la foto de portada.

La ONU nos pide darnos de bruces (para prevenir una repetición de los hechos) con la memoria del Holocausto judío, gestado y practicado por el nazismo, de la mano de la prepotencia hitleriana de los años 40. Pero creo que la ONU no parece acordarse del israelismo ejercido con prepotencia sionista de los años 2000, en contra del pueblo palestino. Pleno siglo 21.

Todo se repite. Y se repite, por ejemplo, contra los palestinos, no con la industrialización de los campos de concentración, pero sí con la sutil crueldad de los tiempos que corren; pero sí con el lanzamiento de bombas y misiles sobre casas y gentes palestinas, con el saldo de muertos y heridos, que sumados rigurosamente en décadas de lucha, conformarían un irrefutable holocausto; pero sí con la naturalidad con la que se justifican los terrorismos de Estado, que màñás tarde o más temprano encubren y justifican genocidios atroces. Genocidios atroces que se ejecutan a la luz del día y a los ojos de todos. Sin la necesidad de trenes atiborrados de seres humanos o de campos de concentración con chimeneas lanzando humos humanos, los que hoy se sustituyen por cárceles donde se amontonan presos. Presos de conciencia palestinos, niños entre ellos. Presos de conciencia sin juicios unos o con juicios irregulares otros. Y muertos palestinos, en manos de francotiradores y de represores.

Vivimos tiempos en los que pomposamente nos acordamos exclusivamente del Holocausto judío. Y nos hacemos los sensibles con el recuerdo de sus víctimas. Y no nos damos cuenta que así, de esa forma, circunscribimos el dolor a un solo grupo humano porque nos hacen acentuar el antisemitismo como un mantra.

Cuando el mantra debería ser por todos los holocaustos del mundo, que no han sido (ni son) pocos.

-----------------------

*Foto de portada: www.lavanguardia.com