Martes 15 Julio 2025

“Ni impunidad, ni genocidio: resistencia” tal el título del conversatorio que se realizó al atardecer del 26 de junio en la la planta alta de la sede de Voces Insurgentes (OV), de Piedras y Misiones, en la Ciudad Vieja de Montevideo, en jornada previa al 27 de junio, a los 52 años de la Huelga General y fecha de inicio del golpe de Estado cívico-militar en el Uruguay.

Debería, a propósito de este evento, interpretarlo como uno más del contexto en alusión a esa tenebrosa estapa de la historia uruguaya, pero no fue uno más, porque en él se expresaron militantes de esos años que sobradamente pautaron la tónica del presente mirando a aquellos días de junio, con la clara convicción de que aquella dictadura dejó profundas huellas en la sociedad uruguaya: huellas de disciplinamiento y de impunidad hoy de una vigencia inequívoca, terrible y lascerante para una democracia ficticia, contaminada, y alineada a una ideología donde el fascismo y el sionismo, y la omertá mafiosa de la casta militar con la complicidad del sistema político, no hacen más que sembrar olvido, ambiguedad y una cultura de la impunidad, cuando se trata -por ejemplo, a más de cinco décadas de haberse instalado la represión del terrorismo de Estado en el Uruguay- de aportar sobre los enterramientos de detenidos desaparecidos en cuarteles militares (que oportunamente oficiaron de centros “clandestinos” de detención, tortura y desaparición de personas) para hallar sus restos y darles cristiana sepultura.

Entonces, hablar o rememorar aspectos de aquel mes de junio de hace 52 años no sería solo el cometido primordial, sino que debería (y debió) ser el punto de partida para llegar a una mayor toma de conciencia, de que estamos literalmente fagocitados por la negación de esos hechos , por más que las retóricas y las palabras alusivas a esa dictadura, y las movilizaciones, en cada aniversario, sobren o se hagan sentir con frases hechas, o slogans antidictatoriales, en uno o más lugares, cuando en realidad el asunto es atreverse a mirar en profundidad todo nuestro contexto, local, regional e internacional, para comprender en qué sentido estamos interpretando esa lucha de aquellos años, dentro del contexto actual.

Vivimos un momento histórico a nivel mundial -y Uruguay no está exento de ese contexto y de esa realidad- donde los autoritarismos, los genocidios de cuño fascista,capitalista y sionista, y los modelos económicos que se implantan (aún en gobiernos que de dicen progresistas o de izquierda) responden a un capital financiero internacional que es en definitiva uno de los más viles titiriteros de los políticos de turno -de derecha , centro y de izquierda- en el mundo, y en el Uruguay también, que tienen ánsias indisimuladas de que todo vaya a la cuenta del olvido -por ejemplo en materia de violaciones de derechos humanos cometidas en dictadura- y que se dé vuelta la página lo antes posible.

En la velada de Voces Insurgentes -moderada por Davide Bonfigli y Matías Guffanti, que hizo una entrevista vía Zoon) se marcó la diferencia; lo hicideron todos los expositores allí presentes (Fernando Charamello, Ricardo Cohen; y vía video zoon Carlos Loza, desde Argentina, de Archivo Popular de la Memoria) cada uno con su muy valorable y sentida impronta, pero quien resumió convincentemente este panorama fue Irma Leites de Plenaria Memoria y Justicia, que puso sobre la mesa, y sin pelos en la lengua, el deplorable papel de quienes oportúnamente tuvieron el poder y la voluntad de contribuir a no hacer parte de la cultura de la impunidad, pero que en definitiva hicieron lo contrario: ser funcionales a ellas; todos ellos personajes del espectro político, como Julio María Sanguinetti (que no nos asombra) y Eluterio Fernández Huidobro, José Mujica (que sí asombraron y desilucionaron a muchos) por nombrar algunos- y la casta militar, obviamente, que cerró filas para ejercer su nefasta influencia en en la materia.

Disciplinamiento (aún vigente) indiferencia, insensibilidad política y una severa distorsión de los hechos en torno a la dictadura cívico-militar en el Uruguay, fueron los ingredientes de una vida democrática en donde el terrorismo de Estado siguió y sigue estando, sutilmente en algunos casos, o descaradamente en otros; y a propósito bien vale recordar al lector que fue precisamente Irma Leites quien vivió -junto a otras personas- ese terrorismo de Estado , en el 2013, al ser criminalizada por su participación en la protesta en la Suprema Corte de Justicia en ocasión del pase de la jueza penal de entonces Mariana Mota, al área civil, dejando a la deriva un más que importante número de casos de represores; un episodio escandaloso que derivó en el procesamiento de varios militantes, por el delito de “asonada”; un episodio que no pasó inadvertido y que nos cuestionó a muchos, incluso al mismísimo Eduardo Galeano quien ya sufriendo su enfermedad que le causara su deceso, se hizo presente a las puertas de la Suprema Corte de Justicia a que él personalmente la rotuló “Suprema Corte de la Injusticia”.

Habrían múltiples ejemplos de todos estos desvaríos de la democracia post- dictadura; y si no han sido vistos durante los 15 años de gobiernos frenteamplistas, menos los vieron y los verán los gobiernos tradicionales. Y hoy, con la administración Orsi, de izquierda, hasta no ver los frutos, poco aún podremos hablar de buenos vientos.

Es momento de acciones, hechos tangibles; menos retórica,menos palabras , menos silencios quizás. Y eso fue destacado por Irma Leites,aludiendo a la Marcha del Silencio, porque entiende y entendemos no pocos, que ya sería hora de romper con esa sutileza en esta lucha.

Hoy vivimos épocas de resistencias -y no solo respecto al genocidio voraz y criminal que se viene cometiendo en Palestina- sino además respecto a un avance del fascismo recalcitrante en varios países de América Latina y de Europa (italia por ejemplo) con todo lo que esto sugiere en diferentes planos; y en paralelo, el avance no menos cruento de la criminalidad mafiosa, de la dictadura mafiosa , del racismo y del saqueo de recursos naturales pisoteando soberanías con el visto bueno de los gobernantes de turno. Y como no podía ser de otra manera, con el concurso infaltable de los Estados Unidos, que ahora también y fiel a sus políticas de imperio, es protagonista hacedor de guerras en el Medio Oriente, aquí y allá, como lo fue siempre.

¿Nos hemos puesto a pensar, en algún momento, qué ocurriría si todo ese río humano de cada 20 de mayo en la Marcha del Silencio, se autoconvocara una vez a la semana frente a la Torre Ejecutiva o en torno al Palacio Legislativo? ¿Nos hemos puesto a pensar, con la mano en el corazón, cuánto se podría avanzar de esa manera (sacrificada por cierto pero militante de verdad) en el reclamo que se exhibe año tras año, en la gran parcanta de portada de la Marcha?: Esa sería una movilización de un valor histórico y estratégico e inédito, nunca vista.

Estamos en el momento en que verdaderamente los hechos deberían superar a laa palabras, incluso a los escritos como éste, a los conversatorios, a la retórica en sí misma y vaya de qué forma, hablando de la dictadura cívico-militar en el Uruguay, de la búsqueda de los restos de nuestros desaparecidos y de ver en prisión a los represores -pero entre rejas- y no en sus domicilios, para dar vuelta al panorama actual; para patear el tablero pero de verdad. ¿O será acaso que hemos retrocedido y bastante, en la toma de conciencia de la lucha social bien entendida y con el sabor de los años 70?

Sería el mejor homenaje a nuestros desaparecidos y sería mucho, pero mucho más de lo que se hace hoy, recordándolo en el aniversario del “golpe” o la Marcha del Silencio; y sería un más que merecido homenaje a Madres y Familiares, en el buen romance. Y no solo aquello, de “bueno, esperemos qué pasa este año, esperemos a la próxima marcha, capaz haya más voluntad política”. La falta de voluntad de la clase política, de los militares, de los corruptos, de los coptados por el poder del capital financiero, de las cúpulas de las izquierdas falsas y demagógicas (que no les llegan a la punta de los talones de los que están desaparecidos, por ejemplo, porque están vendidos al poder de las derechas) no se derriban a palabras, a declaraciones, se derriban con los hechos, sin ceder ni un paso al disciplinamiento imperante. Hoy, por hoy. Gústenos o no.

Por primera vez, y solo de esa forma, cambiando las estrategias -en una unión verdadera y más que todo sentida desde el alma, distante de la hipocresía- creo que se haría añicos la impunidad que nos gobierna. Y que nos gobierna mal.

*Foto de Portada: Antimafia Dos Mil