Martes 15 Julio 2025

Perdída ya la dignididad de los privados de libertad en el sistema penitenciario uruguayo, y no por culpa de ellos preferencialmente (aunque también no se la llevarán de arriba en esa responsabilidad), no es nada bueno lo que puede ocurrir en los establecimientos; lo que es decir, que hoy y antes, dado que el desmadre peninteciario es un mal endémico en el Uruguay, nada bueno puede suceder (y si hay hechos a favor, que los hay, pero son pocos y tanto menos, que los que hay en contra les hacen nefasta sombra) ni seguirá sucediendo. Tanto es así, que por ejemplo, y vayamos llevando la cuenta de lo más reciente: el pasado lunes 16 de junio de este 2025, en horas del mediodía, en el Módulo 11 del ex COMCAR, una reyerta entre privados de libertad -una de las tantas que se dan en estos centros de reclusión, y que hacen parte de la violencia imperante y generalizada de nuestros días- derivó en el inicio de un incendio en una celda, con el saldo de cuatro personas privadas de libertad muertas, quemadas, y tres policías con quemaduras leves, de los cinco que solo había en el sector donde hay unas 700 personas. Y mirando hacia atrás, llevemos otra cuenta: el 23 de setiembre de 2024, en el Módulo 4, también del ex COMCAR dentro de similar contexto, fallecieron seis privados de libertad, igualmente quemados; y el 28 de diciembre de un año atrás, 2023, también fruto de una ya habitual confrontación entre los privados de libertad, perdieron la vida igualmente quemados, un total de seis. Pero, por si fuera poco, quince años atrás, quizás como un más que dramático prolegómeno del actual panorama, en la cárcel de Rocha, en la capital departamental, un 8 de julio de 2010, fruto de la superpoblación carcelaria, perdieron la vida 12 privados de libertad, también quemados.

Ergo: desde el 2010 a la fecha, transcurrida ya una quincena de años literalmente, han perdido la vida, quemados en incendios en su lugar de privación de libertad -acorde a la normativa de la Constitución de la República, que les debería haber dado la protección elemental para su supervivencia en cumplimiento de sus respectivas sentencias judiciales- un total de 28 personas. !Escalofriante! Y tanto o más escalofriante, es que el Estado sería en definitiva el responsable ideológico de este pavoros saldo de muerte, donde la institucionalidad uruguaya esta más que comprometida.

Pero la reflexión por demás sensata y por demás ajustada a tan pavorosa realidad penitenciaria en el Uruguay, que resume dramática y crudamente todo este panorama, es la que encontré en una somera y reciente revisión de las redes sociales, y que pertenece a la cuenta de X de la Organización Nada Crece a la Sombra, con fecha setiembre de 2024: “Quienes trabajan en Comcar y administran el sistema están superados ampliamente por el nivel de hacinamiento y la violencia crítica que tiene esta cárcel. El sistema político todo se tiene que hacer cargo del sistema penitenciario que generó durante décadas”.

Inmerso en nuestra realidad nacional no puedo dejar de mirar hacia atrás y recordar,yo mismo como testimonio, los días de inauguración del ex COMCAR, visitándolo como periodista del diario Ultimas Noticias, hace un poco más de 36 años. Instalaciones flamantes que en aquel momento permitieron descomprimir el Penal de Punta Carretas, y la Cárcel de la calle Miguelete en Montevideo, y que fueron presentadas al periodismo dentro de un marco de “esperanzas” para los privados de libertad, tanto como ámbito de convivencia como para que su estada estuviese en armonía con los más elementales principios relacionados con la rehabilitación, en todos sus más profundos aspectos y rubros.

Pero aquellas instalaciones del ex COMCAR, hoy Unidad 4 Santiago Vázquez, se fueron deteriorando como el sistema penitenciario mismo. Hoy tenemos, cifras aproximadas, cerca de 16.000 privados de libertad en todo el Uruguay; y en el ex COMCAR, cuyo cupo es de aproximadamente 3.000 personas, hay prácticamente 5.000. Es decir, la superpoblación carcelaria es una de una de las particularidades más dramáticas de ese establecimientos, subdivido en Modulos.

La reciente tragedia da cuenta de la gravedad del problema; y fue precisamente el abogado y periodista Juan Miguel Petit, actual Comisionado Parlamentario Penitenciario, ya con una década en el cargo, quien ha venido (en lo que va de su gestión) repitiendo o más bien reclamando al sistema político, al Estado, como un sacro mantra, la necesidad de una reforma penitenciaria, enfatizando casi con un cierto tono de ironía, sustentada en su profunda preocupación respecto al tema, que “con esta masa de población penitenciaria no es posible rehabilitar”. Y decía algo más que obvio, refiriéndose el ex COMCAR, siendo que el sistema , por una y mil razones, presentaba más signos de insanía que de bohonomía para el desenvolmiento de todos y cada uno de los cometidos del instituto Nacional de Rehabilitación (INR) cuya máxima autoridad ahora es Ana Juanche.

Tras las últimas cuatro muertes el Comisionado Petit luego de profundizar en sus reclamos dando pautas muy claras de lo que se necesita, en un diálogo con el periodismo local cerró su reflexión, que encierra un más que clarificador mensaje, sobre su labor y sobre las verdades que en tiendas institucionales no solo no han sido escuchadas sino que no han sido allanadas. Petit , quizás harto de tanta desatención a sus iniciativas y a sus alertas -él llegó a presentar más de 40 proyectos para una reforma carcelaria, que obviamente fueron a caer en saco roto- no tuvo remilgo alguno en decir al periodismo “Ya he dicho todo lo que tengo que decir”.

!Y vaya que si lo dijo! Solo que nunca lo oyeron. Las evidencias son más que contundentes.

Las muertes de privados de libertad en incendios intencionales que se producen en el marco de las violencias cotidianas, no son (no fueron) ni más ni menos que la dramática resultante de un complejo y voluminoso listado de situaciones que contribuyen a la materialización de todas estas tragedias, a saber algunas: super población de personas en instalaciones, trato cruel , degradante, inhumano, no solo entre privados de libertad, sino también de parte de la guardia penitenciaria, violencias diarias que se suscitan por problemas personales, por deudas dentro del ámbito narco interno o externo, por confrontaciones de núcleos familiares que viven en el delito, y por desvalorizaciones de la vida, al punto que la vulnerabilidad en la convivencia es dentro de ese recinto y otros recintos un fenómeno tan naturalizado, que solo pensarlo desde afuera dá pavor.

Cientos de veces he entrado a los centros penitenciarios, como periodista, en diferentes situaciones, y yo personalmente doy fe de que se han venido deteriorando en múltiples aspectos, que en absoluto hace que estén exentos también los guardias penitenciarios, donde las corrupciones los han coptadp y los mandos no siempre han sido los más acertados; entonces, ese combo, al que hay que sumar, que no hay en número los suficientes funcionarios para trabajar allí en esos centros -funcionarios que además están igualmente vulnerables y expuestos- hace que todo sea terreno fértil para que implosionen, hora tras hora, día a día, peleas entre los privados de libertad, desatándose incendios intencionales, con muertes como consecuencia o brutales peleas con el uso de cortes, generando apuñalamientos, y obviamente muertes; sin contar con otras formas de violencias, que en definitiva hacen que esos establecimientos sean verdaderos infiernos, o lo que es decir, el brutal espejo de un Estado que asume responsabilidades sobre quienes son sentenciados y enviados a la cárcel, pero no para “rehabilitarlos” (que es más bien un descarado y cínico eufemismo) si no más bien para depositarlos en los agujeros negros del olvido, de la degradación y del mayor patetismo que pueda significar el Instituto Nacional de Rehabilitación, que de rehabiitación tiene poco y nada;y eso es grave.

Y eso nos lleva a preguntar a quién y quiénes correspondan dentro del Estado, y a nosotros mismos: ¿Quién quiénes se harán responsables ahora de toda esta desidia criminal dentro de todo el sistema penitenciario en el Uruguay? ¿Hay culpas compartidas? Pues no hay duda, y quizás hay nombres y apellidos también.

Todo es un verdadero aquellarre; y ese aquelarre es ya un mal endémico en el Uruguay; un fenoméno de autodestrucción naturalizado, con sabor a muerte, dentro de nuestras cárceles. Pero no solo la muerte por incendios, sino la muerte en los episodios que se viven en la rutina diaria dentro de esos establecimientos. Donde los privados de libertad han perdido códigos, donde las autoridades han perdido códigos; donde las instituciones han perdido codigos; donde la vida no tiene valor alguno; donde quienes navegan contra esa corriente o duran poco allí o son ignorados; donde quienes sufren no son solo los que allí están en celdas superpobladas con formas de vida infernales, sino además son las familias de todos ellos que están ahí, mientras escribo estas líneas; y las familias de todos aquellos que perdieron sus vidas asfixiados por el humo o literalmente devorados por el fuego. ¡Escalofriante¡

Hoy, políticos y hombres de gobierno en diversos puestos, se arrojan entre sí culpas y se regodean en justificativos y también se rasgan las vestiduras, lanzando promesas, en lo académico, pero ya no es la hora del debate, es la hora de los hechos. Y hechos urgentes, porque intramuros la desesperación y los miedos no aguardan, sino que irrumpen sin relojes ni calendarios.

Hemos llegando dentro de este tema de nuestra vida nacional -y de nuestra sociedad- al extremo más excecrable, más vergonzoso, más patético, más inmoral, pero no por obra y acción exclusiva de los privados de libertad, -porque así lo pensarán algunos- sino que por inacción u omisión y desidia criminal, de los que están libres, ocupando cargos institucionales, gubernamenteles, y políticos;puestos estratégicos para poder revetir la situación.

Porque si hay que mirar ideólogos en todo este desmadre penitenciario, hay uno solo y muy bien definido: y se llama Estado; y si seguimos así, incumpliendo promesas y voces institucionales, y más aún artículo de la Constitución de la República que alude al tratamiento que se debe brindar a los privados de libertad, los gobernantes y los políticos , además de indiferentes e hipócritas, serán cómplices, de esas muertes intramuros de los establecimientos carcelarios.

Sí, leyó bien: complices, porque la indiferencia también los puede hacer cómplices, especialmente cuando se tienen responsabilidades institucionales entre manos y no se cumplen debidamente, honestamente, humanamente con ellas.

Hay vidas humanas privadas de libertad de por medio ¿conviviendo de qué forma, en dónde, y cómo ? A no olvidarlo.

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*Foto de Portada: Telenoche 4