Sábado 14 Diciembre 2024

2ElmagisterioconmocionadoJornadaUnamMxPero hay más. Lamentablemente todavía convivimos con uruguayos que en su momento prefirieron no votar la anulación de la Ley de Caducidad, mirando a un costado y con cruel indiferencia, a la hora de bregar para que todo el peso de la justicia y de la democracia, de nuestros días, pudiese caer sobre todos los responsables de tanta muerte y de tanto avasallamiento, sean integrantes de las fuerzas de seguridad o sean integrantes de la clase política de esos tiempos , algunos de los cuales, nos consta, parecerían están rehaceos a que los jueces penales investiguen los casos de desapariciones forzadas o crímenes de Estado, fundamentados en criterios o ideas, que yo personalmente no comparto, como creo que tampoco comparten muchos uruguayos, ya sea por conciencia democrática o porque directamente vivieron las consecuencias de la dictadura, y porque sencillamente resultaría ser una total inmoralidad sumarse a quienes tienen la idea de que todos esos hechos queden abrazados por el manto de la impunidad.

¿Quien fue Julio Gerardo Castro Pérez? Fue un maestro, un pedagogo, un periodista y un escritor que nació en Florida el día 13 de noviembre del año 1908. Fue -y es- una figura emblemática y entrañable de la izquierda uruguaya. Casado y con dos hijos, vivió por aquellos días en un apartamento del sexto piso de un edificio de la calle Julio Herrera y Obes al 1166. Fue redactor y fundador del semanario Marcha; fue colaborador de UNESCO y fue uno de los fundadores históricos del Frente Amplio, y en su papel de educador fue autor de ensayos que marcaron toda una época dentro del área de la enseñanza primaria “El analfabetismo” y “La escuela rural en el Uruguay”.

3ElmaestroJulioCastroElMuertoquehablaBlogspotComEl domingo 31 de julio del año 1977, Julio Castro y su esposa, Zaira Pilar Gamundi, de 64 años regresaban de Santa Lucía del Este ( un balneario del Este uruguayo) y al abrir la puerta de su apartamento encontraron un papel que les indicaba que había muerto el historiador Eugenio Petit Muñoz, y que el sepelio sería al día siguiente, a la hora 11, en el Cementerio del Buceo. Hay que señalar que la Policía había prohibido los avisos fúnebres sobre ese deceso. Fue entonces que el lunes 1ero de agosto Castro salió por la mañana en su camioneta Indio con intención de ir al cementerio, al sepelio de Petit Muñoz en el Buceo no sin antes cumplir con otras visitas. En aquel momento Castro vestía un pantalón de lana marrón con rodillera, un pullover de lana verde, saco negro, sobretodo jaspeado y sombrero gris. Esa mañana al abandonar su domicilio estuvo brevemente con el periodista Efraín Quesada, que vivía en la calle Francisco Llambí al 1417. Luego, Castro tenía pensado ir a la casa del entonces capitán Oscar Lebel, ubicada a pocas cuadras. Pero nunca llegó.

4ExcavacionesquepermitieronhallazgodesusrestosEspecialesElPaisComUyAlrededor de las 10 y 30 horas de ese 1ero de agosto Julio Castro fue detenido por dos hombres en el cruce de la calle Francisco Llambí y la Av. Rivera. Lo interceptaron efectivos del Servicio de Inteligencia y Defensa. Dos de ellos se hicieron cargo de su custodia introduciéndolo en un automóvil del SID y un tercer funcionario se puso al volante de la camioneta Indio de Castro. Fue conducido al centro de detención denominado “La Casona”, en la Avenida Millán y la calle Loreto Gomensoro donde hoy está edificado un complejo habitacional. En ese lugar, Julio Castro fue visto por el periodista brasileño Flavio Tabarez, que era corresponsal del diario Excelsior de México, que fuera detenido días antes cuando se aprestaba a abordar un avión en el Aeropuerto Internacional de Carrasco, con destino a la República Argentina. Viviendo horas de indescriptible angustia la esposa de Julio Castro llegó a enviar una carta al Gral. Gregorio Alvarez, que había sido su alumno en el 6to año de la Escuela Sanguinetti, pidiéndole por él. No solo nunca obtuvo respuesta sino que además se presume que ya su esposo se encontraba sin vida.

05SentidaceremoniaenMuseoPedagogicoLr21ComUyOportunamente, en un comunicado expreso, difundido por la prensa local el día 3 de octubre de ese 1977, la Dirección Nacional de Migraciones consignaba que Julio Castro había tomado el vuelo de PLUNA con destino a Buenos Aires, aportando el número de vuelo y asiento. Las autoridades argentinas desmintieron esta situación al tiempo que se tomaba conocimiento que ese avión, por inclemencias del tiempo, nunca había despegado hacia la terminal de Aeroparque. Obviamente había sido una información emitida por los servicios de inteligencia que procuraba distorsionar la verdad, porque Julio Castro ya estaba sin vida. Tenía 69 años.

Según se consigna en el libro “A todos ellos. Informe de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos”, en el año 1978 la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea General de la OEA, establece públicamente, que el Gobierno uruguayo es responsable de la desaparición de Julio Castro.

Durante los años de democracia y en ocasión de la labor de la Comisión Parlamentaria, en torno a la desaparición del educador y periodista, su hijo, de igual nombre, dijo que su padre estaba delicado de salud, ya que había sufrido más de un derrame cerebral, por lo que debía llevar una vida sin sobresaltos para preservar su calidad de vida.

06ApoyoysolidaridadNoticiasUruguayasBlogsPotComPor su parte, informaciones verbales aportadas por la Comisión para la Paz a familiares de Castro, consignaron que las fuentes militares consultadas expresaron que Julio Castro fue detenido con la intención de “darle un escarmiento” y hacerlo desistir de continuar ayudando a otras personas perseguidas a salir del país y así obtener asilo en las embajadas extranjeras dentro del territorio uruguayo.

Así era nuestro querido Julio Castro. Un hombre íntegro, jugado y comprometido con sus ideales. Desde su puesto de vida, fue sin duda alguna, un combatiente repleto de convicciones. Un hombre solidario e inteligente. Un hombre que no debe haberse amilanado o aplacado ante sus cobardes captores, y a la postre sus torturadores y sus asesinos. Un hombre que pese a su delicada salud y en función de su personalidad, signada por la humildad y la sabiduría, seguramente debe 07ViviraentreelpuebloElpaisComUyhaber encarado a quienes lo tenían cautivo, y a la hora del tan mentado “escarmiento” debe haberse comportado como un militante, valeroso y de ideales sólidos. Inevitablemente el terrorismo de Estado lo había alcanzado en carne propia. Inevitablemente el terrorismo de Estado lo había llevado a la muerte, pero no al olvido.

En efecto, como de tantos otros uruguayos, los reclamos de justicia y de búsqueda de los desaparecidos, se hicieron sentir a los cuatro vientos, ya por aquellos días y durante las tres décadas siguientes. Bajo diferentes formas y circunstancias, dentro y fuera del Uruguay. Pero la Ley de Caducidad, esa aberración jurídica, cual extensión del terrorismo de Estado, resultó ser uno de los obstáculos más dañinos, para el esclarecimiento de la verdad sobre los desaparecidos. Y cabe agregar, que no menos indignante fue la resolución del entonces Presidente de la República Julio María Sanguinetti, de incluir el caso de Julio Castro bajo la nefasta y vergonzosa Ley, razón por la cual las investigaciones para aclarar todo sobre su desaparición y su muerte quedaron truncas.

Pero los acontecimientos políticos, tras la dictadura, fueron dibujando otros horizontes en la sociedad uruguaya. Se movilizaron las aguas de la indiferencia popular y finalmente el triunfo de la izquierda en las urnas electorales hizo que la historia diera un giro significativo, después de muchos años de partidos tradicionales en el Poder Ejecutivo.

08DignovelatorioLaPrensaComUyTranscurridas muchas instancias de la vida nacional, que incluyeron radicales modificaciones en la conducción del país, en particular en temas estrictamente relacionados con los derechos humanos, sobrevinieron entonces las sorpresas para los represores y para algunos de los políticos que los apañaron (¿y que los siguen apañando?): ocurrió que, aún con el lastre de una Ley de Caducidad ( que no pudo ser borrada del mapa jurídico nacional en el último plebiscito), la que fundamentalmente ampara a los culpables de crímenes y de abusos cometidos contra los uruguayos en tiempos de represión y de dictadura, y que además avergüenza a la democracia uruguaya de nuestros días, las investigaciones de casos relacionados con las violaciones de los Derechos Humanos se concretaron, y comenzaron a registrarse procesamientos de represores de aquella época, estando entre ellos el que fuera presidente de la República Juan María Bordaberry y el Gral Gregorio Alvarez.

Fue en ese contexto, que además de instalarse en nuestra sociedad una dura polémica en torno a la Ley de Caducidad y a la prescripción de los delitos cometidos en tiempos de dictadura, merced a la gestión de los gobiernos de izquierda, de Tabaré Vázquez y de José Mujica, se fueron realizando las excavaciones en terrenos militares con el objetivo de hallar restos de personas desaparecidas. La tareas, dentro de esa intensa labor de conocer las verdades ocultas por los represores, se llevaron a cabo por un equipo de antropólogos dirigidos por un experto argentino, nos estamos refiriendo el antropólogo José López Mazz.

09TerrenodelhallazgoBatallon14MontevideoComUyEl 29 de noviembre de 2005 de se hallaron los restos de quien en vida fuera Ubagesner Chaves Sosa –quien fuera dirigente sindical y militante del Partido Comunista- que había sido detenido en la vía pública por personal que se identificó como de las Fuerzas Conjuntas, el día 28 de mayo de 1976; después, el 2 de diciembre de ese mismo año, se ubicaron los restos de quien fuera Fernando Miranda - de profesión escribano y profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y militante del Partido Comunista- quien fuera detenido por integrantes de las Fuerzas Conjuntas, el día 30 de julio de 1976, en su domicilio delante de su esposa e hijos (uno de los cuales hoy es un abogado especializado en Derechos Humanos); y finalmente –el pasado 21 de octubre de2011- se hallaron los restos óseos de quien fuera el maestro, educador y periodista Julio Gerardo Castro Pérez.

La confirmación oficial del hallazgo de sus restos marcó el mes de diciembre de este año 2011.

La confirmación oficial del hallazgo nos habló a las claras, con gran impacto, de un maestro de escuela, que hace 34 años había sembrado valores, militancia y solidaridad, y que en nuestros días, con sus restos óseos ubicados en medio de la tierra y la cal que le echaron sus asesinos, parecía gritarnos –con la fuerza de sus pulmones de militante ejemplar- aquí estoy para acusar a los culpables y para demostrar que su muerte –y la de no muchos uruguayos y sudamericanos- aún con la mal nacida Ley de Caducidad y eventualmente con la valentía de quienes reclaman justicia y castigo, no quedará impune.

Sus restos óseos, exhibidos a la prensa y al mundo entero ( y aún a los ojos de quienes todavía se atreven a defender la tiranía de aquellos días y el imperio de la impunidad, abrazados a una Ley repulsiva y antidemocrática) se parecían más a una suerte de descarnada sentencia en contra del autoritarismo militar. Una suerte de mensaje dirigido a la conciencia de los uruguayos y a la conciencia internacional. Un mensaje expreso y dibujado en cada centímetro cúbico de ese enterramiento clandestino.

MadresdedesaparecidosreclamandosubsquedaFotoUniversidadEl terrorismo de Estado, a través de sus lacayos secuestró a un hombre íntegro; lo tuvo cautivo; le ató pies y manos con alambres; lo torturó y finalmente lo mató apelando a un arma de fuego. Fueron viles criminales, que sometidos servilmente –y mafiosamente- a quienes ejercían el poder en aquellos sombríos días, masacraron a un hombre indefenso. Pero no masacraron sus ideas. Nunca lo hicieron. Esos criminales, en la soledad del asesino serial y premeditado, enterraron el cadáver, para ocultar la verdad.

Pero la verdad les saltó a la cara 34 años después. Les saltó a las entrañas mismas del Centro de Reclusión de la calle Domingo Arena, desde donde todavía, hubo quien pretendió deslindar responsabilidades, lavándose las manos como Pilatos, aún habiendo llevado un uniforme teñido en sangre. Jorge “Pajarito” Silveira, coronel retirado y preso por ser un represor de la dictadura vistiendo el uniforme militar, llegó a decir “el método ordenado por los mandos para la lucha contra las organizaciones armadas –período 1972 a 75- consistía en investigar y detener a los terroristas, obtener en un tiempo sumamente acotado la información que permitiera el seguimiento de las operaciones para neutralizar y detener al enemigo. El jefe o segundo jefe de unidad debían estar presentes en los interrogatorios, para pasar al detenido al juez sumariante y posteriormente el juez militar lo recluía en los penales correspondientes. Los responsables de hechos como el caso Gelman y el maestro Julio Castro deben responsabilizarse y así comenzar a limpiar la imagen de las actuales fuerzas orientales”

El militar Silveira, puede expresarse con total libertad. Al menos tiene esa oportunidad. Pero eso solo puede ocurrir hoy. Porque estamos en democracia y porque a Silveira no se le abrió juicio por capricho ciudadano o por venganza. El coronel en cuestión debería llamarse al silencio, porque él formo parte del terrorismo de Estado, como todos aquellos que lo acompañan en las instalaciones de la cárcel de Piedras Blancas.

EscenariodelhallazgoFotoInternetAulaEl maestro Julio Castro, también se expresaba como él, solo que hacerlo le costó la vida. Porque Silveira y sus pares ejercían el terrorismo. Era norma callar al enemigo. Y callarlo para siempre. Pero, de un tiempo a esta parte, en este país, felizmente las verdades comenzaron a salir a la luz pública. Pero resta mucho por hacer.

Muchos fueron los coletazos tras el hallazgo de los restos de Julio Castro. En filas de la izquierda y en filas de la no izquierda. Quienes padecieron directa o indirectamente los efectos de la represión se llamaron a la consternación, al dolor, a la impotencia y al reclamo de justicia.

Otros –de filas políticas tradicionales- permítaseme decirlo, me hace que derramaron lágrimas de cocodrilo y hubo quienes lisa y llanamente prefirieron no dar su opinión públicamente, por más que muy diferentes y extensos fueron sus discursos a favor de la Ley de Caducidad.

¿Por qué para algunos estas verdades deberían ser silenciadas? Porque cuando estas muertes –estos asesinatos del terrorismo de Estado- salgan a la palestra pública, tendrán nombre y apellido, y eso significará que los responsables también lo tendrán. Y adiós impunidad. De ahí que el silencio (la omerta, ese pacto de silencio, típicamente mafioso), en tiendas militares y no militares deberá ser roto en mil pedazos y deberá ser combatido para que así podamos sanear nuestra sociedad y de esa forma recién podamos decir los uruguayos, con la frente en alto, que estamos en democracia.

10GeneralPedroAguerrePropuestaComUyOtro coletazo del caso Castro, lo aportó el Comandante del Ejército de este 2011, Gral Pedro Aguerre, en conferencia de prensa relacionada expresamente con la posición del Ejército, tras el hallazgo de los restos del maestro. Aguerre anunció que el Ejército no encubrirá a delincuentes en sus filas, ordenando se brinde información y datos a la Justicia para que se investiguen y se halle a los responsables de los crímenes de la dictadura. Veremos qué pasa en los hechos.

Entonces, entre otras cosas, se tiene la esperanza (no sé si la certeza) de que aquí en más a la Justicia sele ira aportando información –anónimamente o no- para seguir ubicando personas desaparecidas y asesinadas. Todo esto encierra un tema de conciencia porque Julio Castro, ya 34 años antes y ya 34 años después, nos abrió las puertas del alma militante que llevamos adentro, para seguir trabajando en contra de la impunidad y de la tiranía, como él y otros lo hacían en aquellos días en que manos criminales lo capturaron, lo hicieron sufrir y lo ultimaron, solo porque en su corazón, en su piel y en su cerebro, poseía un arma letal por excelencia: sus ideas y el amor por la libertad. Sentimientos y valores ignorados por los golpistas y por todos aquellos que colaboraron con el deterioro de nuestras libertades, situándose así en la peor de las veredas, la de los represores del pueblo, como en Fuenteovejuna

Julio Castro, aún derrotado en la materia, te mantuviste vivo, enseñándonos. Gracias hermano. Tu sacrificio no fue en vano. Lucharemos para que se haga justicia, contigo y con quienes derramaron su sangre por luchar por una patria para todos.