Han transcurrido ya 41 años del golpe militar fascista en Chile, pero el tema sigue vigente
Por Jean Georges Almendras
Podrá parecer recurrente pero no por ello inoportuno. Aún 40 años después, seguir hablando de Salvador Allende, seguir recordándolo y homenajeándolo, se nos hace una suerte de deuda eterna que todos los sudamericanos deberíamos (y debemos) saldar, día a día, para con un hombre que se jugó todo por el todo, incluida su vida, al atreverse a creer en la democracia y creer en las buenas sepas del fervor popular que lo llevaron a la Casa de la Moneda, en Chile. Solo que después, los tentáculos del imperio del Norte y la traición de algunos de sus compatriotas lo dieron de bruces con los militares fascistas (más traidores aún), y por aquellos días de setiembre de 1973 se materializó uno de los golpes de Estado mas cruentos y más detestables de la región. Pero ese hombre de hablar pausado –y enérgico, en ocasiones- de mirada franca y de sabiduría militante- defendiendo legítimamente su derecho y su obligación de gobernar, opto por atrincherarse en su puesto de lucha, con sus colaboradores más cercanos (que no dudaron en acompañarlo), sin llegar al extremo de lanzar por las calles la arenga para que el pueblo tomara las armas para defender la soberanía chilena, porque no quería coparticipar de una masacre. De esa forma, además, Salvador Allende preservó el honor de su gestión, de sus ideales y de su patria. Intramuros, de una edificación que fue despedazada por los golpistas, en una acción denigrante, cobarde e inconstitucional. Salvador Allende perdía su vida aquel desgarrador 11 de setiembre de 1973 pero ganaba la inmortalidad de sus ideas, fortalecidas cada vez más en su tierra y en el mundo, porque esas ideas y su personalidad no se han perdido en el tiempo. Permanentemente cobran mayor vigencia y mayor fuerza, en un país que sigue dividido y doliente, por el aberrante atentado contra su persona, contra la voluntad popular, contra los miles de chilenos que perdieron como él, sus vidas, y contra la libertad y la democracia, especialmente.
A 41 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet, en Chile se viven horas de dolor, porque se han cometido atentados con explosivos –y se han registrado incidentes- en diferentes puntos de la capital, con el saldo de personas heridas, algunas de ellas de gravedad. Mientras las fuerzas de seguridad buscan a los autores materiales del atentado varias preguntas han ganado las calles chilenas: ¿Quiénes son sus autores intelectuales?¿Quienes han urdido semejante acto de violencia indiscriminada en un lugar público? ¿Y con qué cometidos? ¿Tiene que pensarse en un atentado relacionado con un nuevo aniversario del golpe de Estado de hace 41 años?¿Qué esta pasando en Chile, en el 2014?.
Solo hacerse estas preguntas ya es una preocupación de la cual no podemos estar ajenos, y digo más, de la cual no podemos distanciarnos, porque sin duda, atentar así como se ha hecho en plena democracia, seguramente debe significar mucho. ¿Más para los autores que para las víctimas? Podría ser perfectamente.
¿Es un atentado de la derecha o de una izquierda extremista que tiene un objetivo muy definido? ¿Y de ser así, cuál es ese objetivo?¿ Es un atentado promovido por los aparatos de poder para que se movilicen ciertos resortes del mismo poder , con fines non sanctos? No lo sabemos. ¿No lo sabremos nunca? Lo que si sabemos es que el atentado se produce en fechas previas a un nuevo aniversario del golpe de Estado en Chile ¿Se trata de un ataque propio de mentes desquiciadas?¿ Mentes desquiciadas que quieren desestabilizar a una gobierno de izquierda?.
Han pasado 41 años de una odisea popular que ha dejado una huella imborrable, pese al zarpazo fascista y rastrero. Pero a más de cuatro décadas de aquellos días, a los homenajes se suman los disturbios, como si ellos fueran parte de esos homenajes. ¿Quiénes están detrás de tan desquiciados actos?.
No podemos olvidarnos de lo que ocurrió en La Moneda, aquella mañana del 11 de setiembre, como tampoco podemos ignorar que en cada aniversario, de ese fatídico y detestable golpe de Estado, los ánimos se caldean y se producen disturbios. ¿Acaso, a esos desquiciados que salen a las calles con fines violentos, la sangre derramada el 11 de setiembre de hace 41 años, no les ha dejado una enseñanza?. Tal parece que no.
Lamentablemente todavía hay desquiciados (que quizás se precien de izquierdistas) que optan por “homenajear” a Salvador Allende, con bombas y violencias, 41 años después. Y seguramente debe ser porque no se respetan ellos mismos, con sus ideas, ni respetan las ideas de un hombre que sin querer ser un mártir no dio un paso atrás, dando cumplimiento a sus dichos, que aludían concretamente que de La Moneda iba a salir solo cuando acabara su mandato entregado a él por el pueblo y que solo acribillándolo a balazos se le podría impedir la voluntad de cumplir el programa popular.
Y es precisamente lo que ocurrió. No entregó el poder que le fuera delegado constitucionalmente por el pueblo, porque en esa opción encerraba un significado mucho mayor. Una opción –la de permanecer en La Moneda- que enardeció a los facciosos que lo derrocaron y que materializaba una muy significativa enseñanza para las futuras generaciones. Generaciones que hoy por hoy, aún alternando con inadaptados que confunden el homenaje con la violencia, no han olvidado –ni deben olvidar- el sentido, el porqué y las razones, por las cuales un presidente constitucional como Salvador Allende, prefirió el sabor amargo y mortal de las bombas y de la metralla de los sublevados, y la misma muerte, a la entrega de un poder conferido por las urnas y no por la fuerza.
En medio de la dramática situación, es por demás conocida su última intervención pública a través de Radio Magallanes, en la que sus palabras –muy distantes de la diplomacia y del miedo- fueron el mayor de los misiles que los facciosos recibieron del presidente de los chilenos, ese día y el resto de los días, hasta ahora. Porque aquellas palabras de Allende, más que proféticas, fueron y son un eterno mensaje para los cipayos del imperio yanqui que no dudaron ni un instante en traicionar a su pueblo, como lo siguen haciendo, allí mismo en Chile y en otras regiones de Sudamérica y del mundo, amparados o encubiertos en los tiempos que corren, y con las diplomacias que corren.
“Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares..., el almirante Merino... más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.”
“Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”
“¡Trabajadores de mi Patria!: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección.”
“El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios...”
“Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.”
“Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará”
“Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”
“¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!”
“Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”
La dictadura de Augusto Pinochet estuvo instaurada en Chile por 17 años y dejó una cifra escalofriante de víctimas. El cobarde y traidor Pinochet eludió la prisión, pero no pudo recibir las mieles del clamor popular, ni en su patria ni en el mundo. Porque pasó a la historia como un dictador. Un traidor. Un servil a los intereses norteamericanos. Al retornar la democracia, las generaciones se fueron renovando. Los gobiernos se fueron sucediendo. Los sobrevivientes de esa fatídica jornada de avasallamientos fueron viviendo otras instancias. En La Moneda se gobierna respetando y recordando a Salvador Allende, porque la silla presidencial la ocupa –por segunda vez- la médica socialista Verónica Michelle Bachelet Jeria, hija de Alberto Bachelet , quien fuera un general de la Fuerza Aérea de Chile y miembro del gobierno de la Unidad Popular (liderado por Allende), que fuera detenido y puesto preso por la dictadura pinochetista tras el día del golpe de Estado falleciendo posteriormente en la cárcel.
Aunque Chile siga dividida, porque lamentablemente lo está, porque hay quienes no comprendieron la esencia y la entrega de Allende, y el valor de la democracia.. Aunque en el mundo, el gobierno de los Estados Unidos, siga practicando ese “intervencionismo eterno”(sorprendentemente) con la mirada incluso complaciente de políticos y personajes de la misma izquierda , el sacrificio de Salvador Allende ha trascendido fronteras y generaciones. No ha sido en vano. Ha sido una demostración de lo que puede hacer el hombre libre. Valeroso y libre como él. Que predicó con el ejemplo hasta los últimos segundos de su vida. Una enseñanza que perdurara siempre, abofeteando eternamente, a los desquiciados que lo “homenajean” y lo “insultan” con disturbios y con atentados en cada aniversario. Una enseñanza, válida también para sus compañeros de lucha de todas las generaciones. Y si Salvador Allende no se ha perdido en el tiempo, ni se perderá nunca, será (y es) porque su sangre derramada y su compromiso explícito con la libertad y el pueblo, en aquel 11 de setiembre, fue (y sigue) sembrando un socialismo íntegro, como pocas veces se ha visto en la historia de los pueblos, especialmente después de aquella fecha, y hasta nuestros días.