¿Continuaremos así en el 2023?

Por Jean Georges Almendras, desde Palermo, Sicilia-21 de julio de 2022

Como un mantra, cada 19 de julio a las 16.58 minutos, se hace silencio en vía D’Amelio. Como si el silencio exorcizase, de un plumazo, el atentado explosivo que pergeñó Cosa Nostra y el Estado italiano, en sociedad (espero no vitalicia) para quitar del medio al juez Paolo Borsellino, tal como ocurriera 57 días antes, con su colega Giovanni Falcone. Y en ambos estragos, además de lograr los respectivos cometidos mafiosos estatales de primer orden, el suplemento trágico fue de más víctimas: la esposa de Falcone y los respectivos custodios de los magistrados.

Hace 30 años ocurrían estas desgracias, que por eternidades no podrán alcanzar las palabras para calificarlas, como tampoco hoy alcanzan las palabras para asumir que, sin perjuicio de los autores materiales que ya comparecieron a Tribunales y están con buena salud cumpliendo penas y castigos ajustados a Derecho, su bellaquería, involucra a toda la sociedad civil, mal que le pese o que le guste, sobre todo por las indiferencias y las insensibilidades que demostraron tener en los años posteriores, hasta hoy.

Porque, por una cuestión de estricto sentido común, que las verdades de todas esas despreciables acciones -de muy bien definido tinte mafioso estatal- sigan bajo el manto de la impunidad, lleva a que todos los palermitanos honestos se pongan el zaino de la culpa, y no hagan la vista gorda, para revertir la situación. Pero, que lo hagan de plano. Y de una, sin más miramientos.

Pero estos silencios y estas responsabilidades, son defectos que recorren el mundo, porque por ejemplo en mi país, Uruguay, el tema de las verdades sobre el paradero de los uruguayos detenidos desaparecidos en los días de dictadura cívico militar va por el mismo camino: porque debido a la falta de voluntad política de los gobiernos democráticos (de derecha y de izquierda, oprobiosamente) los silencios sobre los enterramientos -en cuarteles militares- de los cuerpos de cerca de 200 personas siguen siendo estrepitosos. Las madres y los familiares de todas esas víctimas desfilan junto a miles de ciudadanos, todos los días 20 de mayo de cada año, (y ya van 27 en total) por la avenida 18 de julio, con un enorme cartel en el que se formula un legítimo reclamo señalando como responsables de esa omertá a la casta militar y al sistema político uruguayo, que de hecho es funcional a esa canallada. Esos defectos, entonces, están a la orden del día, trascendiendo fronteras, porque me consta, que, por otras latitudes de América Latina, también se repiten esas historias.

Y por estos parajes italianos, los silencios también se vapulean ante las narices de todos, respecto a los mandantes de los estragos de Capaci y D’Amelio, y a los entramados y teje manejes entre mafia y Estado, porque ese vínculo está (de hecho) dotado de una santidad esplendorosa, que es funcional al sistema mafioso-financiero y político de estos días.

Treinta años después de estos atentados de tal magnitud (no solo por el costo de vidas, sino en particular por su significado en Italia, respecto a la Justicia y a la mafia) las verdades, se siguen tapando con mentiras; las investigaciones de los jueces y fiscales, con difamaciones de magistrados y de hombres honestos del ámbito judicial; y los caminos, que deberían ser utilizados para encerrar a ideólogos y funcionarios del Estado, que hacen parte de la Mafia, o son funcionales a ella, son obstaculizados por manipulaciones políticas, legislativas (reforma judicial de la ministra Cartabia, por ejemplo) o toda suerte de componendas, con el único cometido de preservarlos a ellos (los “hombres de honor” intocables). ¿Intocables hasta cuándo?

En via DAmelio seguimos asesinando al juez Borsellino 2

Treinta años después, como no se ven por las calles a los mafiosos con gorros y luparas al hombre, todavía hay quienes -desde las entrañas mismas de las instituciones contaminadas- insisten que no hay mafia, o lo que es peor, a sabiendas de lo contrario, distorsionan la realidad y hacen que todo lo honesto de la sociedad (la juventud y el periodismo que se alinea con la antimafia, por ejemplo) sea literalmente cuestionado, ignorado o desacreditado.

En medio de este torrente inagotable de malas intenciones para esconder los trapos sucios, ya desde tiempos pasados, hoy, en pleno siglo XXI, las mentiras para defender, encubrir, o ponderar a los hombres de mafia, sin poner el debido empeño en desatar crímenes, para llegar a identificar culpables intelectuales de graves episodios, se mantienen incólumes. Y más aún, las mentiras se abroquelan de tal forma, que la sola idea de buscar verdades o de denunciar a la mafia, se transforma en una verdadera odisea. Casi una quimera, desgraciadamente.

Pero también, en medio de ese torrente de hechos detestables, el ya tradicional evento de homenaje en el lugar de los hechos: Vía D´Amelio, cada 19 de julio en Palermo, se cumple rigurosamente con matices que se van modificando año tras año, sea por una cosa o por otra; sea por ideas políticas o por criterios dispares entre sí, de cómo interpretar los homenajes. ¿Por qué? Porque hay homenajes y homenajes. Están los homenajes hipócritas, los complacientes, o los que se identifican con las pasarelas de hombres y mujeres de las instituciones democráticas, y de autoridades, que vestidos de demagogia, en definitiva, no hacen más que llorar lágrimas de cocodrilo. Y están los homenajes militantes, que buscan afanosamente que la verdad, no sea una palabra, sino una acción, reveladora, revolucionaria. Que sea un acto de sinceridad colectiva e institucional. De ética humana. Pero nada de eso, ni ocurrió en 30 años, ni ocurre.

El movimiento Agenda Roja, con Salvatore (hermano de Paolo Borsellino) a la cabeza, siempre ha sido el promotor de los homenajes serios, relacionados con la búsqueda de la verdad, de la mano de Antimafia Duemila y del Movimiento Our Voice, y de otras asociaciones o movimientos agrupados a ellos. Pero este año, el panorama ha sido otro, y con Salvatore ausente.

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No se hubo previsto un extenso programa artístico, por lo que el escenario estuvo vacío, de oradores y de actores de Our Voice. Fue un 19 de julio diferente. Con un estrado, y una platea, pero un programa, digamos que, light. Un 19 de julio muy diferente a los de años anteriores, porque, además, los ánimos en la sociedad italiana, alrededor de los estragos de Capaci y vía D’Amelio, están inconfundiblemente caldeados, y las asperezas están a flor de piel, especialmente a la hora de recordar y homenajear a los magistrados asesinados, cuya memoria se mece en dos cunas: la de la hipocresía y la de la honestidad.

Este 19 de julio, de este 2022, a la luz del día, Agendas Rojas y demás colectivos se hicieron presentes; público palermitano también, y ciertos personajes del sistema político, todos con bajo perfil; también dijeron presente allegados directos a las víctimas del estrago y ciudadanos, muchos por iniciativa propia y otros tantos por hacer parte de organizaciones relacionadas con Paolo Borsellino. También, como no podía ser de otra manera, y aunque no fuera en el escenario principal, se dieron cita en el lugar de los hechos, los jóvenes del Movimiento Our Voice, que arribaron al lugar después de una manifestación, ubicándose en una de las márgenes del acceso a vía D’Amelio. Allí, desplegaron su arte, su inconfundible denuncia, la misma que representaron el pasado 23 de mayo en vía Maqueda, frente a la Facultad de Jurisprudencia: el arte de Our Voice, frontal y directo, con al menos uno de los personajes que ha sido y sigue siendo mar de fondo en la sociedad italiana, por ser funcional a la lógica mafiosa: la ministra de la Justicia, Cartabia, hacedora y promotora de una detestable reforma.

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Pero este 19 de julio, de este 2022, amparado en la nocturnidad -porque la cita fue para las 21 horas, otro eslabón de homenaje a Borsellino irrumpió en vía D’Amelio: un río de colectivos alineados (¿a un fascismo descarado?) llevando pancartas de indiscutible confrontación a una transparente antimafia. Pancartas y simbologías propias de los ámbitos más conservadores. ¿El otro rostro de un homenaje a Borsellino con sabor y olor a una imposición ideológica? No tengo una respuesta que me convenza, porque la que tengo, no me reconforta; en contrario: me irrita y me exaspera, porque el panorama me resulta insidioso, nefasto y sumamente cercano al opuesto de una antimafia, como la entendemos nosotros, los jóvenes de Our Voice, y hombres como Nino Di Mateo, Sebastiano Ardita, Giuseppe Lombardo, Nicola Gratteri, Luca Tescaroli, Roberto Scarpinato y Antonio Ingroia, entre otros.

Como decíamos anteriormente, el ausente del día fue Salvatore Borsellino, porque padece Covid, se dijo. Pero, no obstante, su figura y su voz se vio en el escenario, a través de una video llamada y de una pantalla gigante. Porque, aun así, enfermo, o quizás sumido en la angustia por ver que los homenajes a su hermano, cada año acarrean tempestades, decidió sorpresivamente dar un mensaje a la platea, a la distancia. Y lo que hubo decidido se concretó. Por diez minutos Salvatore habló a calzón quitado. Se hizo sentir sin restricciones. E hizo que sus emociones más recónditas salieran a la superficie. Harto, literalmente, de tanto esperar -por 30 años, lo recalcó muy bien- la verdad sobre su hermano. Esas verdades que incomodarían a muchos. Esas verdades que, si saliesen a la luz pública, seguramente resultarían contrarias a la lógica mafiosa instalada en la sociedad italiana, a través de sus instituciones colmadas de hombres y de mujeres, tóxicos en demasía, ajenos y distantes a los valores de justicia, de lealtad y de honestidad, a los cuales deberían servir, pero como su elección ha sido otra, los efectos también, han sido otros.

Y uno de esos efectos, que se ha venido materializando con el correr del tiempo, desde el momento mismo en que los explosivos detonaron con su saldo horrendo, se traduce en un hecho, hoy, ya innegable: que cada año, desde 1992, con las idas y las venidas en torno a las verdades sobre el estrago del 19 de julio, lo único tangible, palpable, visible, es que en vía D’Amelio, el juez Paolo Borsellino y sus custodias siguen sido asesinados consecutivamente, desde hace 30 años, con crueldad indescriptible.

Sinceramente, ya no hay más palabras para expresarse, sobre toda esta tan alevosa infamia, que ya es crónica.

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*Foto de portada y restantes: gentileza de Davide De Bari