...y después?

Por Jean Georges Almendras, desde Palermo, Sicilia-16 de junio de 2022

Nos podríamos contentar con aquello de que "más vale tarde que nunca” pero en este caso, la frase resultaría ser más bien una infeliz forma de mirar uno de los episodios más turbios de la vida carcelaria uruguaya, que se vincula específicamente -y muy estrechamente- con un tristemente célebre mafioso italiano de la ‘Ndrangheta, de nombre Rocco Morabito. Su recaptura en Montevideo (luego de estar prófugo de su tierra natal por cerca de 15 años, clandestinamente, primero instalado en Brasil y luego en Uruguay) un día de setiembre del año 2017, y su posterior fuga de Cárcel Central, un 23 de junio de 2019, fue en todo el país, en toda la región y en el mundo, uno de los episodios más mediáticos e impactantes de su historial criminal, que en estos precisos momentos que redactamos estas líneas, transita por una de sus etapas más determinantes, ya que su extradición a Italia todavía se encuentra en puntos suspensivos no obstante que la Corte Suprema de Justicia, muy recientemente, dio luz verde a las autoridades brasileñas a concretar su traslado allende el Atlántico.

Pero, seguramente los buenos oficios de su defensa, y otros avatares, que de seguro le son favorables, están demorando ese traslado, al punto de que, así mirándolo de afuera, uno, hasta se animaría a preguntarse (casi con sorna y con cierta certeza de no entrar en el error) si es que verdaderamente ¿algún día Rocco Morabito llegará a Italia para cumplir con la condena en ausencia que se le hubo dado en los años 90 por asociación mafiosa? en estrecho vínculo con el narcotráfico, actividad que por otra parte es emblemática dentro de la organización familia a la que pertenece, prácticamente desde la cuna.

Retomando aquello de que “más vale tarde que nunca”, recalco, que tal expresión se puede aplicar a la sorpresiva novedad de que finalmente hubo avances en la investigación en torno a la fuga de Morabito. Avances al fin, pero solo después de tres años, lo que en concreto no es más que la ratificación de que en un caso de esa importancia, tres años son una eternidad, y que mal que le pese a muchos -especialmente dentro del gobierno uruguayo de la época: el Frente Amplio, la coalición de izquierdas- ese lapso significa, o bien, una suerte de burla a la inteligencia humana, o bien la confirmación -nada agradable, por cierto- del nivel de corrupción que podría estar habiendo a diferentes niveles, en el Uruguay, en un caso de fuga que no solo debería haberse concretado, sino que además, ya habiendo siendo consumado el hecho, debería haberse investigado con celeridad increíble dadas las particularidades del detenido y dado su contexto. Un contexto criminal en él área local, regional e internacional. Pero nada de esto sucedió.

Hay mucho por decir de Rocco Morabito, pero habré de centrarme única y expresamente en lo que significó su evasión de Cárcel Central, en junio de 2019, porque de buenas a primeras, su sola materialización, fue ya desde el vamos una suerte de mazazo a la honestidad (y a la incorruptibilidad de sus funcionarios) del sistema penitenciario del Uruguay, y una de las más grandes bofetadas dadas al gobierno uruguayo de turno ¿con el compromiso del sistema político también? lo que está por verse, o al menos, se pretende disipar dudas o individualizar corruptos, con las investigaciones que están en curso, desde hace ya tres años.

En las últimas horas la noticia de que un policía -con el grado de Cabo- sería formalizado a pedido del fiscal Ricardo Lakner, titular de la Fiscalía de Delitos Económicos y Complejos de 2do Turno, tras solicitud expresa al Juzgado Especializado en Crimen Organizado para una audiencia a tales efectos, previéndose que la misma sea fijada en el plazo de unos 20 días, ha hecho que la “calma chicha” de los últimos tres años se quebrara abruptamente, quizás porque ya era hora que hubiese pronunciamientos o quizás porque las presiones de la prensa uruguaya, y tácitamente del gobierno italiano, que tuvo que tragar saliva y contar hasta 100, cuando fue comunicada de la fuga, estando ya todo dispuesto para la extradición en aquel mes de junio del 2019. La cuestión es, que después de una investigación fiscal, que tuvo lugar recién en mayo del 2021 (dos años después de la fuga) y que fuera dada a conocer a los medios con bombos y platillos, como buscando tapar el sol con un dedo, habida cuenta que la evasión en sí misma, en el 2019, causó un verdadero tsunami en filas gubernamentales, en aquel momento, siendo titular del Ejecutivo, el doctor Tabaré Vázquez y titular del Ministerio del Interior, el hoy fallecido Eduardo Bonomi, es que recién ahora, tres años después del hecho, finalmente o pomposamente, nuevamente el tema relacionado a la fuga de Morabito, ocupa tapas de diarios, y es portada de noticieros, y hasta hace muy poco, fue tema central en el estreno de un programa de televisión de Canal 4, “Otra Mirada”, en el que se abordó el tema sin mordazas, destacándose desde la mesa de conducción -liderada por el periodista Alfonso Lessa y la colega Viviana Ruggiero- que a tres años de la oprobiosa evasión y las investigaciones que siguieron, no había hasta esa fecha, ni un solo resultado y que ni un solo policía había sido, formalizado, de los 15 que fueron indagados y temporalmente alejados de sus respectivos cargos.

El programa de marras se emitió en su primera aparición en la primera quincena de junio, y como si se hubiese buscado darle respuesta al trabajo periodístico -muy acertado, por otra parte- a menos de una semana la fiscalía puso el ojo en uno de los funcionarios indagados en setiembre de hace casi dos años.

Desde el momento mismo en que a Rocco Morabito se le colocaron las esposas en ambas manos, setiembre de 2017, hasta el momento mismo en que él y otros detenidos (que estaban igualmente aguardando su respectiva extradición) ganaron la calle San José, en la noche del 23 de junio del 2019, para Morabito en particular, tratándose de un delincuente de su envergadura, los tiempos de su vida le fueron, podría decirse aceleradísimos (porque con velocidad increíble estuvo unos días en un aguantadero de Punta Carretas, con amistades que lo apadrinaron y finalmente puso pies en polvorosa y cruzó la frontera uruguaya, introduciéndose en el Brasil) mientras que, para otros, en definitiva, los tiempos corrieron en sentido contrario, beneficiándolos un paso de tortuga indiscutible.

Y los beneficiados bajo este ritmo fueron todos los involucrados en la maniobra de evasión, quienes por espacio de casi dos años, salvo algunos cimbronazos debido a que fueron removidos de sus cargos o estuvieron bajo la mira de los medios informativos, no avizoraron efectos fiscales o judiciales en su rutina, salvo en aquel día que fueron conducidos a Cárcel Central, para ser indagados por el fiscal Lakner, quien en casi toda una jornada, transformo un sector del edificio de reclusión del centro de Montevideo, en una sala de audiencia donde interrogó a unos 15 funcionarios, que en la noche de la fuga, se hallaban en el edificio. Con cada uno de los indagados el fiscal demoró cerca de tres horas, porque además hizo la reconstrucción detallada de los pasos dados por los evadidos, cuatro en total. Rocco Morabito, de este grupo, fue el único que logró su cometido en un 100 por ciento porque, en tanto los demás fueron recapturados en tiempo récord, él se hizo humo hasta el día 21 de mayo del 2021, momento en que fue hallado en un hotel de Paraiba, Brasil, para finalmente entrar otra vez en el circuito de trámites de extradición, bajo medidas de seguridad, y con su traslado a su país natal, sobrevolando sobre su cabeza. ¿Se efectivizará ese traslado o no? Tal es la pregunta que nos ocupa, y seguramente con la misma intensidad a muchos más, principalmente en Italia, aunque a buen entendedor pocas palabras, porque su viaje a Italia, de hecho, en el ambiente criminal, debe ser también un tema que no debe estar siendo tratando a la ligera, ahora mismo. Razones sobran, tratándose de Rocco Morabito; tratándose de la ´Ndrangheta.

Repito e insisto. Rocco Morabito en el Uruguay fue una turbonada que azotó a un país, solo cuando fue recapturado. El antes pasó inadvertido, porque era Francesco Capeletto y su vida era santa. La de un empresario bien acomodado con su esposa y su hija, en el departamento de Maldonado, en las zonas circundantes a Punta del Este. Y punto. Después, ya conocida su identidad, porque se le dio la voz de alto en un hotel céntrico donde pernoctaba, sobrevino el temporal, en los centros de reclusión donde estuvo. El jefe mafioso de la ‘Ndrangheta comenzó a sentar bases, ya desenmascarado. Y lo hizo muy bien. Como todo un mafioso con una trayectoria sólida y de raíces calabresas.

Rocco Morabito hizo de las suyas con la solemnidad italiana y la metodología mafiosa. Fue el capo de los capos en el Penal de Libertad, pero lo fue mucho más en Cárcel Central donde su sello mafioso fue avasallante y dominante, tanto que sus visitas fueron de las más selectas, y la más selecta de todas fue la de su par mexicano en el delito: Gerardo González Valencia, uno de los jefes del cartel de “Los Cuinis”.

¿Cómo un sujeto de esa categoría criminal llegó a estar horas con él en Cárcel Central? Un sujeto que era retirado con custodia de la Guardia de Coraceros (según dijeron las autoridades policiales, por orden judicial) y llevado al edificio de San José y Carlos Quijano, para que ambos puedan parlamentar con absoluta tranquilidad. ¿Ya el traslado en sí, constituye un delito? Si acaso, hasta genera miles de interrogantes. ¿Un capo de la ‘Ndrangheta y un capo de un cartel mexicano, juntos, como “viejos amigos”? En la tapa del libro está, que ya solo por eso como mínimo (aún no había sobrevenido la evasión) a nivel del Ministerio del Interior se tenían que activar todas las alertas, o directamente intervenir. Pero nada de esto aconteció. Pero hay más. Días antes, y bastantes, se advirtió a las autoridades de Cárcel Central que podría ser viable una evasión de Morabito, por elementos hallados en algunos sectores y otros indicadores. Pero hay más. Las cámaras de circuito cerrado no funcionaron dos días antes de la fuga. Y muchos menos ese día. ¿Dónde estaban los efectivos de la Guardia Republicana que lo vigilaban las 24 horas en el piso donde estaba alojado Morabito?

Era visible a todos, en ese ámbito carcelario, que Rocco Morabito era el dueño y señor de todo allí; y de todos. Era un jefe mafioso; un “tano” mafioso, de subido nivel en la línea criminal, italiana y de la región, ofreciendo dinero (dólares) a los guardias. Y, de hecho, esos dólares ofrecidos llegaron a los destinos indispensables y favorables, con los resultados conocidos. Mejor dicho, euros, que llegaron desde la Calabria, para solventar la operación, etc. etc.

¿Entonces? ¿De quién estamos hablando? ¿De qué estamos hablando?

Estamos hablando de Rocco Morabito and Company, y de un ya indiscutible entramado de corrupción, que sorprende, que indigna y por si fuera poco, resulta bochornoso, para el Uruguay, especialmente. Porque no hay duda, dados los hechos, que hubo corruptelas a nivel del Ministerio del Interior. Y no corruptelas de poca monta, porque lisa y llanamente el evadido no era de poca monta. ¿Y hubo responsabilidades políticas? Tampoco tengo dudas, pero ¿quién le pondrá el cascabel al gato? A propósito, no puedo dejar en el tintero, que el mismo embajador italiano, Giovanni Battista Iannuzzi en entrevista para “Otra Mirada” atravesó esa idea, lacónicamente (o sinceramente hablando).

En los próximos 20 días, el fiscal Lakner nos ofrecerá un nuevo capítulo de esta serie y veremos todos, hasta donde llegarán los brazos de la justicia.

Quince indagados un solo hombre a punto de ser formalizado; tres años después. Así están planteadas las cosas. Mientras tanto, en una celda de la reclusión brasileña en la que se encuentra Rocco Morabito, se despereza y se levanta, para emprender la rutina diaria.

¿Cuándo será su último día de estadía en el país al que acudió cuando se fue de Italia? Cada día, todos acá y en Italia, pensamos que sea ya mismo. Él en cambio, piensa en contrario. Mira hacia adelante. Y en ese su adelante no creo que desee que estén las rejas de una prisión italiana.

¿Lo logrará una vez más? Vaya desafío. Nosotros ya lo imaginamos cruzando el Atlántico. ¿El se imagina lo opuesto? Seguramente.

En los alrededores de donde él se encuentra alojado, privado de su libertad, otros intereses fluyen, con sabor a narcotráfico internacional. Intereses que pesan. Y mucho.

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*Foto de portada: Ministerio del Interior