El joven alzó la vista e inició la cultura del arte antimafia
Por Alejandro Diaz-9 de mayo de 2022

La revolución cultural de los 60 y 70 del siglo pasado no dejo espacio social ni político sin intervenir, como lo hace hoy el feminismo. Incluso hasta aquellos rincones, que parecían históricamente inamovibles, arraigados al más rancio tradicionalismo, entre otras teorías de castas, tuvieron que enfrentar los cuestionamientos y los planteos de una generación que no se mantendría de rodillas, mientras los eternos señores feudales continuaban explotando la tierra, sus recursos y por sobre todo al ser humano.

Peppino Impastato fue parte de esta revolución, en uno de los puntos más arcaicos de Europa: en Palermo, Sicilia, donde mirar hacia el piso evitando ver cualquier cosa es la regla. Peppino vivió en una época donde ser hombre, era ser cobarde. Donde ser hombre, era ser mafioso. Su padre, sus tíos, sus primos, estaban afiliados a Cosa Nostra, bajo las órdenes del capo Gaetano Tano Badalamentti.   

Peppino se negó a su herencia, a su familia y a la tradición. Peppino alzó la vista, y vio de frente la realidad de su pueblo, Cinisi, a las afueras de Palermo, donde hasta la fecha se emplaza el aeropuerto, que lleva hipócritamente el nombre de Falcone & Borsellino. Y digo hipócritamente porque fue construido con la plena lógica corruptiva de la Cosa Nostra, aquella lógica de parasitar al Estado, aquella lógica de apropiarse de lo público, aquella lógica de monopolizar recursos estratégicos. Tanto Badalamentti, como el aeropuerto fueron piezas claves del tráfico de heroína hacia los Estados Unidos por aquellos años.

Hacia 1975, Peppino, junto a otros artivistas, habían fundado el grupo Música y Cultura, dedicado a promover el arte y la interacción con la comunidad, ofreciendo una alternativa concreta para los jóvenes que quisieran asumir la responsabilidad histórica de erradicar la mafiosidad del sistema social palermitano. Icónico fue el proyecto de Radio Aut, en el edificio donde hoy funciona la “Casa de la Memoria, Felicia y Peppino Impastato”, en homenaje al artista y a su madre, que lucho durante años por justicia. El programa de mayor audiencia era Onda Pazza (Onda Loca), que directamente, sin tapujos, en un lenguaje cargado de ironía y humor, Peppino, señalaba a Tano Badalamentti. Una exposición que era, y sigue siendo hoy día, una condena a muerte.

Numerosos avisos y amenazas recibió Impastato de parte de sus familiares, en especial de Luigi, su padre. Pero Peppino no se amedrentó, por el contrario, apuntaba cada vez más alto. Aquellos días en los que fue asesinado, estaba realizando una campaña para postularse a las elecciones municipales teniendo como centro de su discurso la lucha contra la mafia. Una época que estaba signada por la violencia política, por las bandas paramilitares fascistas al servicio de la OTAN. El 9 de mayo de 1978, mientras Italia se sacude por el asesinato de Aldo Moro, al sur, en un pequeño pueblo, un grupo de cobardes, miembros de Cosa Nostra, a pedido de Tano Badalamentti, secuestra, tortura y asesina a Peppino. Su cuerpo es dejado sobre las vías de tren y es explotado con cartuchos de dinamita. Las noticias, con plena lógica mafiosa, mirando hacia el piso, corrieron a publicar que un joven extremista de izquierda había muerto intentando realizar un atentado con un explosivo. Así de podrida la cultura siciliana. Así de corrompida la cultura siciliana. 

Hoy, 44 años después de aquel terrible día, el arte y la política vuelven a unirse. Nuevamente los centros culturales, los centros de estudiantes, las universidades, las calles de Sicilia, vuelven ser tomadas por jóvenes, rebeldes, que afirman, que gritan, al igual que Peppino, que ¡la Mafia es una montaña de mierda!

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*Foto de portada: camaracivica.com