Por Giorgio Bongiovanni –8 de abril 2022

"Cuando los grandes poderes unen sus fuerzas para auto conservarse, el justo paga por todos". Son palabras del Papa Francisco. El Pontífice recibió hoy, en audiencia privada, a todo el Consejo Superior de la Magistratura (CSM), uniendo así su voz a la de todos aquellos que en los últimos años vienen pidiendo un cambio concreto en el seno de la magistratura, abrumada por los escándalos relacionados con el exmagistrado Luca Palamara. Después de haber escuchado el discurso de saludo del vicepresidente del CSM, David Ermini, y haber dirigido también su saludo al presidente de la República, Sergio Mattarella, el Papa exhortó a los consejeros a "luchar con fuerza para que no crezcan esas malas situaciones que ustedes conocen bien, es decir, las luchas de poder, los clientelismos, las diversas formas de corrupción, la negligencia y las injustas posiciones de ingresos".

"El juicio de Jesús es emblemático –dijo– el pueblo pide condenar al justo y liberar al malhechor. Pilato se pregunta: 'Pero ¿qué hizo mal?', pero luego se lava las manos", observó Francisco, diciendo también que "ninguna reforma política de la justicia puede cambiar la vida de quienes la administran, si antes no eligen ante su conciencia 'para quién', 'cómo' y 'por qué' hacer justicia. Esto es lo que enseñaba Santa Catalina de Siena cuando argumentaba que para reformar primero hay que reformarse a uno mismo".

El obispo de Roma y sucesor de Pedro recordó al CSM que "el pueblo pide justicia y la justicia necesita verdad, confianza, lealtad y pureza de propósito", exhortándolos también a "escuchar el grito de los que no tienen voz y sufren una injusticia, porque -señaló Bergoglio- esto los ayuda a transformar la potestad recibida del Derecho en servicio a favor de la dignidad de la persona humana y del bien común".

"La cuestión histórica de 'cómo' se administra la justicia pasa siempre por reformas. El Evangelio de Juan, en el capítulo 15, nos enseña a podar las ramas secas sin amputar el árbol de la justicia", dijo Jorge Mario Bergoglio, recordando que "la credibilidad del testimonio, el amor a la justicia, la autoridad, la independencia de otros poderes establecidos y un leal pluralismo de posiciones son los antídotos para evitar que prevalezcan influencias políticas, ineficiencias y diversas deshonestidades. Gobernar la Magistratura según la virtud significa volver a ser custodios y alta síntesis del ejercicio al que sois llamados".

El pontífice dijo luego a los consejeros del CSM: "Han sido llamados a una misión noble y delicada: representan el órgano de garantía de la autonomía e independencia de los magistrados ordinarios y tienen la tarea de administrar la jurisdicción. La Constitución italiana les confía una vocación particular, que es un don y una tarea porque 'la justicia se administra en nombre del pueblo' (Art. 101)". "Tradicionalmente, la justicia se define como la voluntad de dar a cada uno según lo que le corresponde –prosiguió– sin embargo, a lo largo de la historia fueron diferentes las formas en que la administración de justicia ha establecido lo que es debido: según el mérito, según las necesidades, según la capacidad, según su utilidad. Para la tradición bíblica, el deber es reconocer a la dignidad humana como sagrada e inviolable. El arte clásico –recordó el Pontífice– representaba a la justicia como una mujer con los ojos vendados que sostenía una balanza con los platos en equilibrio, queriendo así expresar alegóricamente la igualdad, la justa proporción. Imparcialidad requerida en el ejercicio de la justicia. Según la Biblia, también es necesario administrar con misericordia". De hecho, el Papa Francisco recordó que "la cultura de la justicia restaurativa es el único y verdadero antídoto contra la venganza y el olvido, porque mira a la recomposición de los lazos rotos y permite la recuperación de la tierra sucia de la sangre del hermano. La pregunta sobre a quién administrar justicia –dijo Bergoglio– siempre ilumina la relación con ese 'otro', con ese 'rostro', al que se le debe una respuesta: la persona del infractor que debe ser rehabilitado, la víctima con su dolor que debe ser acompañada, a los que luchan por derechos y obligaciones, al operador de justicia que debe ser responsable y, en general, a todo ciudadano que deba ser educado y sensibilizado". Finalmente, el Papa recordó el ejemplo de Rosario Livatino, "el primer Beato magistrado en la historia de la Iglesia, que él los ayude y los consuele". "En la dialéctica entre el rigor y la coherencia, por un lado, y la humanidad por el otro, Livatino había esbozado su idea de servicio en la Magistratura, pensando en las mujeres y hombres capaces de caminar con la historia en la sociedad, dentro de la cual no sólo los jueces, sino todos los agentes del pacto social están llamados a desempeñar su labor con justicia. 'Cuando morimos –son palabras de Livatino– nadie nos preguntará cuán creyentes hemos sido, pero sí cuan creíbles'. Livatino fue asesinado cuando solo tenía treinta y ocho años, dejándonos la fuerza de su testimonio creíble, pero también la claridad de una idea de justicia por la cual luchar".

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Fotos originales: © Imagoeconomica