¿Berlusconi? ¿Draghi? ¿Cartabia? La carrera al Colle muestra lo peor de la política
 
Por Aaron Pettinari-12 de enero del 2022

La carrera hacia el Colle comenzó hace tiempo y a partir del lunes 24 de enero el Parlamento, en sesión conjunta, con la participación de los delegados regionales, será convocado para elegir al nuevo presidente de la República.

Los nombres sobre la mesa son conocidos y el escenario que aparece ante los ojos de la gente es de esos que hacen temblar el pulso.

Porque con el paso del tiempo, y debido a una campaña mediática sin precedentes que ayudó a "limpiar" su imagen ante la opinión pública, la hipótesis de Silvio Berlusconi como jefe de Estado es cada vez más probable.

La propuesta no solo es indecente, sino vergonzosa. Y como dijimos hace un año, no hay crisis política que la sostenga. Pensar en el ex primer ministro Silvio Berlusconi como posible candidato al Quirinal es una ofensa para todos los italianos honestos.

La excusa que se vende al pueblo es que Silvio Berlusconi marcó la historia de la Segunda República. Es cierto, pero no por haber encarnado los valores que debe tener un presidente de la República.

Es absolutamente inaceptable que se pueda considerar a un delincuente, condenado en forma definitiva a cuatro años por fraude fiscal (sentencia cumplida), salvado por numerosas leyes ad personam y prescripciones en varios procesos, y hoy todavía investigado por parte de la Fiscalía de Florencia, junto con Marcello Dell 'Utri (ya condenado en forma definitiva por concurso externo en asociación mafiosa), como autor intelectual externo de las masacres de 1993.

En estos días en que se baten tambores televisivos y políticos nadie, salvo algunos diarios como Il Fatto Quotidiano, ha recordado este hecho ni la sentencia de Dell'Utri en la que se determina que Silvio Berlusconi le pagó "grandes sumas de dinero" a la mafia.

En los fundamentos de la sentencia, los jueces dijeron que, durante dieciocho años, de 1974 a 1992, el exsenador Dell'Utri (cofundador de Forza Italia y mano derecha del exprimer ministro) fue el garante "decisivo" del acuerdo entre Berlusconi y Cosa Nostra con un rol "relevante para ambas partes: la asociación mafiosa, que encontró un canal constante de enriquecimiento significativo; y el empresario Berlusconi, interesado en preservar su esfera de seguridad personal y económica".

De todo esto nuestros políticos y los periodistas a sueldo no dicen nada.

Pero la falta de aptitud moral y social del delincuente Silvio Berlusconi se encuentra también en otros hechos que, mágicamente, desaparecen del relato cotidiano.

La indignidad del quirinal 2

Como el decreto Biondi (también conocido como "salva ladrones") impulsado por el primer gobierno del ex Cavaliere y luego retirado tras el levantamiento popular que convenció a la Liga y a Alianza Nacional para no dar su aprobación.

No se recuerdan las leyes ad personam impulsadas para cancelar las pruebas recibidas del extranjero por rogatoria de los magistrados italianos, en el 2001, ni las del 2002, cuando Berlusconi tenía en marcha cinco juicios por balances falsos. En su momento, la mayoría aprobó los decretos delegados que reformaban los delitos societarios, despenalizaban algunos de estos delitos y anestesiaban la falsedad en los balances. El resultado obvio es que esos procesos se fueron por el desagüe.

Y cómo olvidar la ley que en marzo del 2010 automatizó el "impedimento legítimo" para comparecer en audiencias por motivos institucionales que alargaron sin medida los juicios de Mediaset y Mills.

Ríos de tinta se han usado para hablar del "bunga bunga" y las innumerables meteduras de pata institucionales que protagonizó el ex Premier a lo largo de su historia. Desde el presidente estadounidense Barack Obama, al que definió como "bronceado", hasta los insultos al eurodiputado alemán Martin Schulz, al que llamó kápo (detenido de los campos de concentración nazis al que se hacía responsable de la disciplina de una barraca o pabellón, ndt).

El ex Cavaliere es quien, en el 2003, en una entrevista con el semanario británico The Spectator, dijo: "Mussolini no mató a nadie, Mussolini mandó a la gente de vacaciones al extranjero".

Después de todo, el revisionismo histórico nunca ha sido un problema para Berlusconi.

Hace unos años en una conferencia de Forza Italia sobre pensiones, en la víspera de su cumpleaños número 83, con su habitual arrogancia alardeaba de haber reunido a su alrededor a la centroderecha: "A la Liga y a los fascistas los dejamos entrar en el gobierno, los legitimamos nosotros, los hemos constitucionalizado nosotros. Seguimos en la centroderecha, de la cual somos el corazón, el cerebro y la columna vertebral. Estamos obligados a quedarnos en la centroderecha, si no nos tuvieran en la coalición no serían de centroderecha, serían de extrema derecha, no tendrían la capacidad de ganar y seguramente no serían capaces de gobernar".

No se sabe si Matteo Salvini y Giorgia Meloni, cuando vayan a Arcore a hacer balance de la situación esta semana, recordarán estas palabras.

Pero volvamos al día de hoy. Porque en los últimos dos meses la arrogancia del Caimán (como lo llamó Nanni Moretti en una de sus famosas películas) se hace cada vez más evidente.

Y para llegar al Colle ha puesto en marcha sutiles estrategias. Basta pensar en las decenas y decenas de cuadros donados a diputados y senadores. Son las piezas menos valiosas de su colección que, se dice, alcanzaría los 30 mil cuadros. Cortesías que, hasta donde se sabe, también habrían llegado a los "enemigos" de 5 Estrellas, Luigi Di Maio incluido.

Berlusconi, como en 1994, salió al campo en primera persona, llamando uno por uno a los parlamentarios, adversarios o no, en un intento de convencerlos de que votaran por él.

Como en el mercado.

Pero la "movida" más importante fue puesta en escena cuando se filtró un rumor desde las filas de Forza Italia: "Si Draghi va al Quirinal, nos vamos del gobierno y se vota".

He ahí el chantaje político. El mismo que, como hoy recuerda Marco Travaglio en el editorial de Il Fatto Quotidiano, siempre puso en marcha para convencer a aliados y opositores de que votaran sus leyes ad personam.

Así se genera el terror del voto anticipado que para los grandes electores se traduce en el temor de no alcanzar la anhelada jubilación.

Y he aquí que cualquier promesa de un "futuro" político, en esta o en la próxima legislatura, se convierte en un maná.

La indignidad del quirinal

¿Falta de alternativas?

La centroderecha se reunirá, como todos los partidos, para contar y definir, de una vez por todas, si hay números para completar la operación "B al Colle". Matteo Renzi está pendiente del momento, pero las conversaciones que mantuvo con Gianfranco Micciché y Marcello Dell'Utri para generar un eje entre Italia Viva y Forza Italia en Sicilia dan una idea de cuál podría ser su decisión.

Pero Renzi es un transformista que incluso podría sorprender apoyando la candidatura de Mario Draghi al Colle.

Esta es también una hipótesis desafortunada por todo lo que ha representado y representa el expresidente del Banco Central Europeo, con su cercanía a los grandes lobbies financieros y económicos del país, y con un papel clave en la venta de nuestros activos nacionales. Por el momento el presidente del Consejo se esconde, negándose a responder preguntas sobre el tema con la esperanza de que los propios partidos pidan su intervención salvadora.

En todo este caos, la centroizquierda guarda silencio. Y ya se rumorea que en las tres primeras convocatorias del Colle, aquellas que requieran una mayoría de dos tercios de los votos para elegir al jefe de Estado, podrían votar en blanco.

Ningún nombre suena como contrapunto a los candidatos hasta aquí nombrados.

La única idea que ha ido tomando forma en las últimas horas es "presionar" al presidente saliente, Sergio Mattarella. Pese a su "saludo" oficial en el discurso de fin de año, el Partido Democrático y Cinco Estrellas han hecho un llamamiento para inducirlo a permanecer en el régimen de prorrogatio (prórroga), probablemente hasta el cierre de la legislatura.

Otro nombre, lanzado a la palestra en diciembre, es el de Giuliano Amato, pero también en este caso estamos hablando de una persona que fue mano derecha de Bettino Craxi, quien hizo todo lo posible por las primeras leyes ad personam para las televisoras de Berlusconi en el '83-'84. Sería el símbolo de un retorno definitivo a la Restauración.

Y desde luego no sería mejor el nombre de Marta Cartabia, que suena cada vez con más fuerza como eventual Premier en el caso de que Draghi vaya al Quirinal.

Su nombre es el más popular cuando, de forma genérica, se habla de "una mujer" para el Quirinal.

Ella, que acaba de desarrollar una de las peores reformas judiciales de la historia, también se encontraría al frente del Consejo Superior de la Magistratura. En esta perspectiva, tenerla a ella o a Berlusconi como Jefe de Estado, sería como saltar de la sartén al fuego.

La escritora Anna Vinci, biógrafa de Tina Anselmi, destacó la dejadez política y aún peor, mental, que se esconde detrás de la terminología "una mujer", "como si fuera necesaria la nominación de una presidenta mujer, basándose únicamente en el género. Dejando de lado todo tipo de valor".

Estamos en el 2022 y han vuelto los tiempos del fascismo vulgar, silencioso y progresivo. Entre nuestros gobernantes es cada vez más evidente el deterioro del sentido cívico, hay una decadencia de las costumbres, y asistimos cada vez más a la corrupción de los sistemas públicos y judiciales.

Bueno, tal vez sea hora de que la designación del jefe de Estado pase por una elección ética y moral, en pleno respeto del papel de representante de la unidad nacional, garante de la independencia e integridad de la nación, y garante del cumplimiento de la Constitución. Se necesitaría a una Tina Anselmi, o a un Gino Strada, si todavía estuvieran vivos.

Mujeres y hombres capaces de tomar decisiones constitucionalmente partidistas.

Todo lo demás es Indignidad del Quirinal.

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*Foto de portada: reelaboración gráfica de Paolo Bassani

*Foto 2: El exsenador Marcello Dell'Utri y el exprimer ministro Silvio Berlusconi © Imagoeconomica

*Foto 3: La ministra de Justicia, Marta Cartabia y el presidente del Consejo, Mario Draghi © Imagoeconomica