Por Saverio Lodato-9 de septiembre de 2021

Zaia pidió disculpas. Desafió, podría decirse. Y lo hizo una cuestión de redes sociales y de publicaciones, de oportunidades turísticas mal entendidas y sensibilidades que, de alguna manera, se han sentido heridas. Así, el álgido gobernador del Véneto retira su patrocinio a la preparación, en el antiguo búnker nazi de Recoaro Terme, en la provincia de Vicenza, de una muestra permanente de luz y sonido, con sinvergüenzas venecianos en uniforme nazi, con insignias de la Wehrmacht y botas y cascos de color verde grisáceo. Todo ello, en nombre y por cuenta del mariscal de campo Kesselring, verdugo y delincuente matriculado, con centenares de delitos probados sobre su conciencia, que Italia puso en libertad en su momento, citando esas benditas razones de salud que entre nosotros no se le niegan a nadie.

El criminal murió en su cama. Tras publicar su autobiografía ("Soldado hasta el último día") en la que reafirmaba su lealtad a Hitler e invitaba a los italianos a estar agradecidos, porque gracias a él nuestras ciudades de arte se habían salvado de los bombardeos.

Que semejante personaje encuentre no sólo gratitud, sino también estima y hagiógrafos complacientes, ni siquiera puede justificarse por la disponibilidad "en el territorio", como dicen, de ese pequeño grupo de sinvergüenzas venecianos al que nos referimos al principio.

Y la Asociación Nacional de Partisanos de Italia (ANPI) hizo bien en plantear el caso.

Pero ¿es posible que la infinidad de luminosas cabezas de huevo que brillan en nuestros televisores, cuando surgen tales casos de noticias, se mantengan siempre a una distancia segura?

Ya habíamos escrito sobre eso aquí, a propósito del subsecretario Durigon, que prefirió a Arnaldo Mussolini antes que a Falcone y Borsellino, luego finalmente echado, subrayando el truco de quienes quisieran bastardear la historia de Italia y de su pueblo, con provocaciones recurrentes a través de chistes, formas vulgares de revisionismo. Ahora se está exagerado.

Por supuesto. Tomamos nota de que el gobernador del Veneto, Luca Zaia, se ha disculpado con los italianos.

Pero si quisiera demostrar que tiene pelotas hasta el final, podría disponer que en la entrada del búnker de Recoaro Terme se destaque en letras grandes la "Lápida a la ignominia" dirigida al verdugo por Piero Calamandrei: "Tendrá el comandante Kesselring el monumento que nos pide a los italianos, pero nos toca a nosotros decidir con qué piedra va a ser construido".

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*Foto de portada: Reelaboración gráfica de Paolo Bassani