Por Piernunzio Zuccarello y Elisa Pagano-26 de julio de 2021

26 de julio de 1992: en la avenida Amelia, en Roma, una joven de 17 años se arroja al vacío desde el séptimo piso de un edificio. Así es como Rita Atria decide quitarse la vida. Veintinueve años después, todavía recordamos su historia: una vida hecha de dolor, soledad y sacrificios, pero al mismo tiempo un ejemplo de fuerza, honor y coraje.

Rita nace en Partanna, en el seno de una familia mafiosa. La única vida que conocía era la de ese pueblo de la provincia de Trapani compuesto por unos 10 mil habitantes. El 18 de noviembre de 1985, cuando su padre fue asesinado por un ajuste de cuentas, sufrió el primer suceso doloroso que marcó su trágica historia.

Rita tenía solo 10 años, pero ya desde ese momento empezó a entender que algo andaba mal. Su hermano Nicola tomó el lugar y el papel de su padre y él también perdió la vida apenas 6 años después, precisamente el 24 de junio de 1991. El dolor por la pérdida de su amado Nicola se vuelve insoportable para Rita y la niña decide buscar justicia y denunciar a los asesinos ante las autoridades, siguiendo el ejemplo de su cuñada, Piera Aiello.

Con muy pocos años encuentra el valor para convertirse en testigo de justicia y todo esto gracias a su encuentro con Paolo Borsellino, entonces fiscal de Marsala, quien se convirte en una figura paterna fundamental para ella: "la picciridda" la llamaba el magistrado. A partir de ese momento, gracias a los testimonios de la joven, son detenidas muchas personas vinculadas a los clanes de Partanna, Sciacca y Marsala.

"Chica lengua larga y amiga de los polis" la llamaban en el pueblo. A pesar del apoyo de su cuñada, Rita vive su decisión de exponerse y oponerse al sistema mafioso en completa soledad.

"Rita, no te involucres, no seas tonta", le dice su madre al principio. Con el tiempo, la situación se vuelve cada vez más insoportable, ya que Rita es repudiada y amenazada de muerte por su propia familia. Así, la testigo de justicia se ve obligada a trasladarse a Roma, en un lugar secreto y bajo un programa de protección, y vive aislada del resto del mundo. Solo ese magistrado que le sonreía dulcemente se había quedado a su lado, y fue gracias a él que ella había recuperado la esperanza de que las cosas aún pudieran cambiar. El 19 de julio, cuando se entera de que un coche bomba había explotado en Palermo y había segado la vida de Paolo Borsellino, escribe unas palabras desgarradoras en su diario: "Borsellino tú has muerto por lo que creías, pero sin ti yo estoy muerta". Una semana después decide quitarse la vida, porque nada en el mundo podría llenar el vacío que le había dejado la muerte de Paolo. Es por eso que Rita Atria es considerada la "séptima víctima" de la masacre de vía D’Amelio.

En su funeral el sacerdote se negó a abrir las puertas de la iglesia y su madre, poco después, decide romper su lápida con un martillo, tratando de borrar su historia para siempre.

Pero su gesto quedará grabado en la memoria, un acto de rebelión contra ese sistema mafioso que oprimía a cientos de familias y sobre todo a los jóvenes, como aún los oprime hoy. Un acto de valentía y esperanza de una mujer muy joven que, después de haberlo perdido todo y a todos, siguió luchando y soñando con un mundo más justo de forma inconmovible. Su vida siempre será un ejemplo de fortaleza que cada día nos enseña a no rendirnos nunca. E incluso cuando todo parece perdido, nos recuerda que no importa cómo vayan las cosas "nadie puede impedirnos soñar".

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*Foto de portada: antimafiaduemila.com