¿Qué nombres y qué números de cuentas bancarias estaban escritos en aquella agenda roja?
 
Por Alejandro DÍaz-19 de julio de 2021

“Hay una foto de un carabinero que se aleja de vía D’Amelio pocos minutos después de la explosión, llevaba el maletín de Borsellino en sus manos”.

Corrían los últimos meses del 2004, cuando esta determinante información fue compartida por una fuente periodística a Lorenzo Baldo, miembro de ANTIMAFIADuemila.

Después de las bombas, del ruido y del alboroto, protestas incluÍdas, el sistema volvió a acomodarse; nuevas redes se tejieron, nuevos amigos se saludaron, algunos fueron guardados y otros tuvieron que guardarse. Otros simplemente pasaron a ser rumores. Pero lo verdaderamente importante es que todos dejaron de hacerse preguntas, al menos las incómodas. Solo algunos sostuvieron el aliento, dieron un paso al frente y preguntaron.

¿Dónde está la agenda roja del juez Borsellino?

Borsellino anotaba sus reflexiones, sus ideas y sus hipótesis, en aquella mítica agenda roja. Lo acompañaba a todos lados. Su esposa declararía que aquel mediodía, antes de salir hacia la casa de su madre, Paolo guardó la agenda dentro del maletín, incluso recordaba haber guardado el traje de baño que había usado durante el día.

Luego de la explosión, cuando se hicieron los reconocimientos y las pericias, se encontró el maletín de Borsellino dentro del automóvil “apoyado” sobre la butaca. En su interior estaba el bañador, unos lentes de sol, algunos objetos personales y basta. ¿La agenda roja?

Esta interrogante sería durante mucho tiempo motivo de susurros y de hipótesis que atentaban contra el recuerdo diario de aquellos que convivían con el magistrado. Él llevaba la agenda a todos lados. Y pese, a que las dudas se siguen sembrando, la manipulación que recibió el maletín aquella mañana no hace más que confirmar lo obvio. No solo que la agenda estaba allí, sino que quienes la sustrajeron conocían de su existencia y de su contenido -personas que, seguramente, estuvieron parados frente a ella, mientras el juez escribía- generando contenidos incómodos.

La persona que aparece en la foto prácticamente paseando con el maletín del juez Paolo Borsellino, en medio de un escenario de guerra, es el agente Giovanni Arcangioli, quien lleva colgando al cuello una insignia de la policía. En la imagen se aleja del epicentro del atentado, pese a estar “confiscando” el maletín, el mismo no es identificado, ni etiquetado, ni aportado en ese momento como prueba o evidencia. Llamativamente, o criminalmente, correspondería decir, aparece momentos más tarde en la butaca del vehículo. Nada que envidiarle a la bala mágica que mató a Kennedy.

¿Quiénes conocían la agenda? ¿Quiénes conocían la hora y el lugar del atentado? ¿Quiénes arriesgarían tanto, por un simple maletín y un traje de baño?

La manipulación de evidencia, los arrepentidos plantados, los magistrados despistados, el necesario despliegue para manipular todo este abanico de situaciones deja en claro, que quienes estaban atrás tenían mucho poder y acceso a lugares sensibles dentro del Estado.

“Al regresar a la habitación, estaba tan nervioso que venía fumando dos cigarrillos juntos”, esta observación hizo en su momento Gaspare Mutolo, el exmafioso, arrepentido y colaborador de la justicia, quien había comenzado a compartir información con Falcone, y que ahora, a días de una nueva tragedia veía cómo Borsellino, intentaba desesperadamente correr contrarreloj.

Era el 1 de julio de 1992, faltaban tan solo 18 días para el final.

Borsellino estaba nervioso, porque había descubierto que su círculo de trabajo estaba completamente infiltrado.

“Hoy me dijeron que el general Subranni es un punciuto”, triste y atormentado dijo estas palabras a su mujer. Antonio Subranni fue, en el periodo 1990-1993, el comandante del ROS (Agrupación Operativa Especial, en español), el cuerpo especializado de investigación contra la criminalidad organizada dentro del Arma de Carabineros. “Punciuto”, significa literalmente pinchado, en la jerga mafiosa esto representa el cumplimiento de aquel ritual en el cual se pincha un dedo y una gota de sangre sella el juramento.

Con el tiempo se revisarían las actuaciones de Subranni, respecto de las investigaciones del homicidio de Pepino Impastato, donde llevó todo hacia la pista terrorista, sacando de foco la responsabilidad mafiosa. También fue indagado por favorecer la situación de prófugo del capo mafia Bernardo Provenzano. Ya en 2018, seria condenado a 12 años de prisión, dentro del juicio “Tratativa Estado-mafia”. Pero no fue el único agente de las fuerzas de seguridad involucrado, también fueron condenados Mario Mori y Giuseppe De Dono.

La participación de estos agentes, más de inteligencia que de seguridad, no se limitaba a contener las investigaciones, también creaban vínculos con la mafia para proteger de las masacres a algunos políticos. También fueron probados los contactos entre Mori y Paolo Bellini, uno de los miembros del grupo neofascista Avanguardia Nazionale, con todo lo que eso implica.

El asesinato de Borsellino tenía un único objetivo, frenar las investigaciones.

Luego del éxito del Maxiproceso donde se condenó a más de 350 mafiosos por delitos de narcotráfico, asesinatos y asociación mafiosa, inevitablemente las cadenas de complicidades serían las próximas en ser investigadas. Por un lado, se desarrolló la investigación “Mani Pulite” (manos limpias), donde quedaron en evidencia los circuitos de corrupción y cabildeo en el norte de país, marcando en cierto aspecto el agotamiento de un entramado político, no así de un sistema. Mientras tanto al sur del país, Sicilia vivía tiempos de bonanza, el mercado inmobiliario estaba rebosante y los motivos son ahora claros. También el narcotráfico generaba un flujo de dinero que necesitaba ser blanqueado.

En este contexto, Borsellino avanza con una investigación llamada “Mafia Appalti” (Adquisiciones de la mafia), donde se intentaba echar luz sobre la triangulación entre los políticos, la mafia y los empresarios en su relación con las concesiones y contratos públicos. Las pesquisas quedan a cargo de Mori y De Donno, quienes realizan un informe en donde omiten intencionalmente los nombres de Salvo Lima y Rino Nicolosi, ambos pertenecientes a la Democracia Cristiana, que hasta el momento llevaban las negociaciones con la mafia, o mejor dicho, llevaban las negociaciones con el Estado, porque cuando dejaron de cumplir con los objetivos de Cosa Nostra, Salvo Lima dejo de ser salvo. A esta altura es importante aclarar y destacar el contacto entre Mori y Vito Ciancimino, o don Vito convendría decir. Durante décadas Ciancimino estuvo en las manos de Cosa Nostra mientras gestionaba y administraba los presupuestos públicos de Palermo; fue uno de los tantos condenados por el Pool Antimafia, pero pese a esto siguió siendo un canal abierto.

Estas relaciones entre la política, la mafia y el mundo empresarial se desarrollaban exponencialmente como armónicamente se veían beneficiados cada uno de los componentes. Pero la fuerte presencia del Pool Antimafia, las innovaciones en materia legal que habían logrado realizar, no solo en cuanto a la criminalidad organizada, sino también en la construcción y consolidación de un mecanismo legal, sensato y seguro que transmitiera confianza a aquellos elementos del sistema criminal que quisieran colaborar con la justicia, crearon las condiciones necesarias para que una cultura ya arcaica tuviera una posibilidad distinta.

Esta fragmentación en el muro de secretos permitió que los magistrados identificaran la lógica criminal, y el sistema de complicidades que había detrás no solo de los atentados, de los asesinatos por encargo, de las presiones, sino también de los grandes negocios empresariales y más importante aún, de la agenda geopolítica de un pequeño e internacional grupo.

¿Qué nombres eran los que había en aquella agenda roja? ¿Qué números de cuentas bancarias había en aquella agenda roja? ¿Qué códigos postales tenían las cartas que se barajaban?

Aquellos que contuvieron el aliento y aguantaron la enbestida, no solo de la mafia, sino también de una sociedad propensa a la ignorancia, fueron recorriendo el caminito de migajas que los ahora mártires dejaron. Antonio Ingroia, Roberto Scarpinato, Nicola Gratteri, Giuseppe Lombardo, Sebastiano Ardita y Nino Di Matteo, entre otros, llevaron aquellas sospechas a certezas. Y hoy, casi 30 años después de las masacres podemos afirmar que la verdad puede ser ocultada a algunos, pero no a todos, y quizás por un tiempo, pero no para siempre.

Esta estructura criminal, judicialmente definida como Sistema Criminal Integrado ha formado parte en eventos históricos, geopolíticos de impacto global. Al seguir el entramado de esta red de amigos y de favores, encontramos un sinnúmero de injusticias cometidas en todas las latitudes. Ellos, capaces en algún momento de actos terroristas; ellos, capaces en algún momento de magnicidios; ellos, capaces en algún momento de corromper proyectos económicos enteros; ellos, capaces en algún momento de hacer prevalecer una fuerza política; ellos capaces en algún momento de digitar guerras; ellos, que temen ante estos hombres y mujeres que se resisten a vivir como mártires para sembrar justos, caídos por amor a la verdad.

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*Foto de portada: antimafiaduemila.com