Por Giorgio Bongiovanni-28 de mayo de 2021

Un convicto. Este es el perfil del abogado siciliano de Augusta, Piero Amara, que había negociado una sentencia (que quedó firme cuando el Tribunal Supremo declaró inadmisible su recurso en el 2020) ante el juez de la audiencia preliminar de Messina a un año y dos meses por la investigación del Sistema Siracusa. Condenado por corrupción en actos judiciales, acabó en el centro de una densa red de desvíos, chantajes y sobornos, y que ahora es protagonista del caso de las actas, sin firma, de sus declaraciones emitidas a la Fiscalía de Milán. Actas que fueron enviadas al consejero togado del Consejo Superior de la Magistratura (CSM) Nino Di Matteo (quien inmediatamente denunció el hecho a la Fiscalía de Perugia y, posteriormente, también al Pleno del CSM) y a algunos periódicos en los que se habla de forma absolutamente difamatoria y calumniosa de importantes magistrados como el también miembro del CSM, Sebastiano Ardita.

Así pues, anoche este delincuente, por primera vez en la televisión, fue entrevistado por Corrado Formigli en Piazzapulita, en La7. Junto al conductor, había otros periodistas serios como Paolo Mieli, Antonio Massari y Emiliano Fittipaldi, quienes legítimamente hicieron preguntas sobre su declaración acerca de la existencia de una supuesta logia llamada Hungría.

Declaraciones que están produciendo un nuevo revuelo, tras el caso Palamara, en el Poder Judicial y el Consejo Superior de la Magistratura.

Pues bien, cuando las declaraciones de este sujeto, que sólo recientemente se embarcó en una supuesta colaboración con la justicia, están siendo examinadas por los investigadores (por el momento, y hasta que se demuestre lo contrario, solo en ciertos hechos es considerado confiable por algunos fiscales, ndr), ¿qué sentido tiene darle voz a un criminal en toda regla que intenta despistar y que pronto seguramente será investigado por difamación agravada?

Cuervos ya basta 2

En un canal nacional, respondiendo las preguntas de los periodistas que lo presionaron poniéndolo frente a sus inconsistencias y contradicciones, Amara ha vuelto a tirar barro, a contaminar los pozos, generando más confusión en esa opinión pública que conoce los hechos solo de forma fragmentada.

Es cierto que a lo largo de la historia ha habido escándalos de corrupción, colusiones, favores, intercambios de intereses con otros sectores del poder político, económico y afines.

Pero en el caos generalizado es necesario saber discernir, mirar bien los hechos y la historia, sin caer en trucos y trampas encaminados a deslegitimar y desacreditar a esa parte positiva del poder judicial, último bastión en defensa de los valores de nuestra Constitución y que lucha en la primera línea contra el sistema criminal. Son ejemplo de ello Nino Di Matteo, Sebastiano Ardita y otros.

Esto tiene lugar en un momento delicado en el que incluso la búsqueda de la verdad sobre las masacres de 1992 y 1993 y los autores intelectuales externos está siendo obstaculizada y puesta en peligro por nuevas desviaciones.

Son figuras sombrías las que deambulan en la escena. Con hienas y cuervos peligrosos de los que hay que cuidarse.

Sucedió en el último mes con Maurizio Avola, un ex asesino de la mafia, que tanto en un libro ("Nada más que la verdad", publicado por Marsilio) como frente a los magistrados, se auto acusó de hechos concretos de la masacre de via d 'Amelio, atribuyéndose cosas que no hizo con detalles completamente falsos.

Quien le dio crédito fue un periodista ilustre como Michele Santoro, que cayó en la trampa por culpa de su propio ego. Un modo de hacer las cosas que, como ya había escrito nuestro columnista Saverio Lodato, "no ayuda a quienes siempre han creído, y siguen creyendo, que todavía queda un largo camino por recorrer para conocer la verdad".

Pero ahora es evidente, luego de realizadas las primeras investigaciones, que las pruebas de lo que dijo Avola están completamente ausentes. Y es lógico pensar que el propio Avola está siendo investigado por el gravísimo delito de calumnia y auto calumnia.

Hoy nos encontramos ante un nuevo cuervo con Amara, al menos en lo que concierne a algunos aspectos. Sus palabras sobre la logia Ungheria deberán ser verificadas (en su opinión "mucho peor que una asociación secreta" o "una asociación delictiva destinada al abuso de poder" que "hasta mi arresto todavía existía el grupo de poder que se reconocía como parte de esta asociación"). Pero tampoco es aceptable la mascarada que se hizo ayer, prefigurando un delito como el de calumnia agravada, contra un magistrado como el consejero togado Sebastiano Ardita.

Cuervos ya basta 3

Y ello es así desde el momento en que se insiste que el mismo habría formado parte de la logia Ungheria y que estaba en buenos términos con el ex jefe del DAP, Gianni Tinebra, después de que rompieron todas las relaciones cuando el propio Ardita reveló la existencia del llamado "Protocolo Mariposa", ese acuerdo entre los servicios secretos y el DAP para la gestión de las noticias proporcionadas por los mafiosos que estaban en prisión a cambio de una compensación, firmada en mayo del 2004 entre Mario Mori (entonces director del Sisde) y, de hecho, Tinebra.

Entonces Amara, en mi opinión, es en el mejor de los casos un charlatán, en el peor uno de los nuevos cuervos de esta época, que sigue girando libremente por las calles para enlodar, calumniar y aislar a esos verdaderos servidores del Estado que atemorizan a los Sistemas Criminales.

¿Por cuenta de quién trabaja Amara? Sería interesante saber qué poderes y mentes refinadísimas lo sugirieron y lo siguen sugiriendo.

Es el paradigma que se repite a lo largo de la historia. Ahora, sin embargo, basta. De cuervos y de hienas ya hemos tenido suficiente. Y figuras como Amara, en lugar de andar libremente por la televisión, deberían estar en lugares muy diferentes, detenidas, cumpliendo penas y sentencias. En la cárcel. Porque ese es el único lugar donde pueden estar los sujetos peligrosos que contaminan y ponen en peligro a nuestro país, ya afectado por mafiosos, corruptos, corruptores y corruptibles.

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*Foto de portada: original © Imagoeconomica