Maurizio Avola, el cuervo de vía D'Amelio
 
Por Saverio Lodato-02 de mayo de 2021

El cuervo, dejando a un lado la ornitología, es el título de una película de Clouzot del año 1943, que hace referencia al trastorno causado en la vida de un ciudadano francés por una avalancha de cartas anónimas firmadas por "El Cuervo". Las cartas fueron entregadas a las personalidades más destacadas del país. El final no lo vamos a contar.

El Cuervo, ese particular tipo de Cuervo, salió de esa película lejana, ahora olvidada, para volver a asomarse, a mediados de los '80, en el Palacio de Justicia de Palermo.

Una avalancha de acusaciones, venenos, falsas indiscreciones, basura, en definitiva, contra los principales investigadores antimafia de esos años. Pero en la parte superior de la lista de los más difamados estaba, ni que fuera a propósito, Giovanni Falcone.

Quien -no está de más recordarlo- fue hasta acusado de poner los cartuchos de dinamita frente a su villa en Addaura, solo para que su escolta los descubriese; para ver crecer enormemente su popularidad; y finalmente, para culpar a Cosa Nostra y a las mentes muy refinadas que él había denunciado en una entrevista; y, que en cambio, según los Cuervos de entonces, no tenían nada que ver con eso.

El Cuervo di Palermo me ha vuelto a la mente en los últimos días con las noticias del Consejo Superior de la Magistratura (CSM) que vuelven a hablar de Cuervos que actúan, sin que nadie los moleste ensuciando a diestra y siniestra. Da la casualidad, sin embargo, que el primero, y por ahora el único nombre que surge, es el del magistrado Sebastiano Ardita, conocido por la seriedad, escrúpulos y valentía de su trabajo. Es incómodo para muchos, muy incómodo.

La experiencia dice que nunca se encuentra al Cuervo. Se buscó al de Falcone, aparentemente estaba identificado, se realizaron juicios, pero el "presunto cuervo" fue definitivamente absuelto.

Podríamos estar equivocados, pero tampoco el Cuervo del tercer milenio, el que enloda a Sebastiano Ardita, será encontrado.

La experiencia también dice que el Cuervo comienza a revolotear cuando la víctima señalada tiene la cabeza particularmente dura, no se rinde por las buenas, ignora las amenazas malignas, no responde a la lógica de las corrientes, a los poderes establecidos, aunque desviados -a veces, se entiende- en resumen, pretende encontrar la verdad.

Y la biografía profesional de Sebastiano Ardita parece calzar perfectamente -por desgracia para él- no en la actividad de un cuervo, sino en la de toda una bandada de cuervos.

¿Para qué sirven los cuervos?

En pocas palabras, el Cuervo es la razón última de aquellos poderes que, en cierto punto, se sienten amenazados de quedar al descubierto por investigaciones particularmente apremiantes. O cuando hay un clima general que se está volviendo desfavorable para ellos. Y a sus propósitos.

Recientemente ha salido a la luz una figura inédita de Cuervo. El Cuervo que se acusa a sí mismo de haber participado en la masacre de vía D'Amelio.

Es el caso, algunos ya lo habrán comprendido, del mafioso autodenominado colaborador de justicia, Maurizio Avola, que se encontraba incapacitado en Catania -como documenta y comunica el fiscal de Caltanissetta- con un brazo enyesado. Uno se pregunta entonces ¿cuál es el interés del auto-cuervo -llamémoslo así por ahora- en acusarse de una masacre en la que no participó?

La razón es esta.

En unos meses conoceremos la sentencia de apelación del juicio por la Tratativa Estado-mafia que en primera instancia impuso duras condenas a carabineros, políticos y mafiosos. Hay mucho miedo dando vuelta.

Así, tras haberse concedido el viático de una masacre que nunca termina, el arrepentido en busca de autor dice estar seguro de que Cosa Nostra siempre hizo todo sola. Que nunca actuó en alianza con los políticos. Ni con representantes del Arma de Carabineros. Ni con hombres de los servicios desviados. Ni con las tristes figuras de la masonería desviada. Y que la agenda de Paolo Borsellino es como el ave fénix, que nunca existió. Por último, que los corleoneses se unieron a los jefes de Catania para la masacre del 19 de julio de 1992. Todas cosas con las que el pobre Totò Riina se debe estar revolviendo en su tumba.

Rara vez un arrepentido pudo decir tantas mentiras con tan pocas palabras.

Pero la figura del auto-cuervo, que repetimos es inédita, deberá ser perfeccionada y mucho.

Nosotros, solo estamos registrando su nacimiento.

Los buenos cuervos de otros tiempos ahora los encontramos en el CSM. Otro estilo y otra clase, respecto al pobre Maurizio Avola.

Finalmente, podríamos decir que en Italia los Cuervos actúan un poco como el cuarto poder del Estado.

--------------------

*Foto de portada: © Imagoeconomica / Paolo Bassani