Por Il Tacco d’Italia; extraído de liberainformazione.org

El de Renata Fonte fue el primer homicidio de la mafia de Salento.

Era el 31 de marzo de 1984.

De la Sacra Corona Unita, la mafia del sur de la Puglia, todo era desconocido, incluso el nombre.

Renata era funcionaria pública, consejera municipal de Nardò. Era maestra, tenía dos hijas pequeñas y solo 33 años, cuando fue asesinada de tres disparos en la nuca, en la puerta de su casa, de noche. Regresaba después de haber participado de una larga sesión del Concejo Municipal.

Con las armas de la política participativa, la transparencia y la democracia, había combatido el intento de subdividir el parque natural de Porto Selvaggio. En ese entonces, no era un parque, y hoy, que sí lo es, no lleva su nombre.

Solo hay una lápida, que conmemora su sacrificio. Una losa de mármol, vandalizada más de una vez.

Tal vez por ser una mujer, joven, bella y poco convencional, que brillaba por su inteligencia, su libertad de pensamiento y su preparación, la máquina de embarrar se puso en marcha.

Se habló, se fantaseó y se escribió, no solo con el aire sino también con la tinta de la calumnia, que tenía amantes, que era una historia de cuernos y de celos.

En cambio, era una historia mafiosa, en un país donde si bien la mafia existía, aún no se le podía dar un nombre. De hecho, la Sacra Corona Unita (SCU) fue fundada por Pino Rogoli en 1981, pero fue necesario esperar al primer Maxi Proceso, en 1991, para que se perfilen los clanes y su organización interna. Antes de eso, todo quedaba en la confusa niebla del crimen común, sin ninguna distinción entre ladrones, bandidos y mafiosos.

Renata Fonte fue asesinada en marzo de 1984. En junio de ese año, tres meses después, se creó el parque natural.

Renata fue asesinada en el período en el que se discutían los límites del parque y la posibilidad de dividir los terrenos vecinos, entre áreas de protección ambiental y áreas arqueológicas.

Hay quienes todavía hacen de ella una heroína, recurriendo a una retórica fácil, que solo ve el mundo dividido entre buenos y malos, tratando de subirse a un carro o al otro, según convenga.

Renata Fonte no fue una heroína.

Leyendo la sentencia que en 1987 condenó a los ejecutores, al que dio la orden y a los instigadores, cinco personas en total, se comprende que el asesinato maduró en ese sustrato cultural fangoso conformado por intereses privados que chocan con los públicos, donde lo que es de todos no es de nadie, por lo que se convierte en propiedad del más fuerte.

El autor material fue Pippi Durante, un joven de 25 años, sin un centavo y con antecedentes penales. La orden fue de Marcello My, los mandantes de segundo nivel, es decir los intermediarios, fueron Mario Cesari y Pantaleo Sequestro, y el mandante de tercer nivel era Antonio Spagnolo. Este último fue el primero de los no elegidos en la misma lista del PRI de Renata Fonte, a quien consideraba una usurpadora del poder que desde hace mucho mantenía.

Los cinco obtuvieron beneficios por matar a Renata Fonte: fueron condenados por complicidad en el homicidio, pero no por asociación mafiosa. Por otro lado, hacía solo dos años que se había introducido la figura del delito de asociación mafiosa, artículo 416 bis del Código Penal, con la ley "Rognoni-La Torre" y serían necesarios decenas de asesinatos mafiosos antes de que se aprendiera a distinguir la asociación para delinquir de la asociación para delinquir de tipo mafioso.

La asociación entre los cinco condenados por el asesinato de Renata Fonte estaba ciertamente encaminada a obtener una ventaja: la de poder dividir y lotear Porto Selvaggio, eliminando el molesto inconveniente, es decir, a la consejera Fonte. Pero no fueron condenados por asociación para delinquir, y mucho menos por mafia, porque, como decíamos, para dar el nombre correcto a las cosas primero hay que conocerlas e identificarlas y esos eran tiempos en los que, en la Puglia, se sabía muy poco sobre la mafia.

Si incluso hoy en día, es difícil reconocer a la mafia de cuello blanco cuando se cruzan el abuso de poder, la corrupción y la gestión personal de los asuntos públicos, imaginemos en 1984.

Lo que sabemos es que Renata Fonte decidió seguir adelante en la defensa de los derechos y el bien público, cuando por oportunismo y cálculo político pudo haber dado un paso atrás y avanzar en su carrera.

Eligió el camino recto y se encontró con la muerte.

Fue una mujer activista, maestra, madre, esposa e hija, como tantas otras, que eligió, en ese único momento, en el de levantar la mano, votar en nombre de los ciudadanos, por el bien de sus conciudadanos, por el bien común.

Su actuar contra la corriente, siendo una joven y culta mujer, fue una afrenta a ese poder patriarcal que reside en la base de la mentalidad mafiosa, el cual considera a cada escaño público como una posición de poder masculino adquirido y debido.

Los móviles que guiaron a de Cesari, a Sequestro y sobre todo a Spagnolo, nunca fueron suficientemente aclarados. No solo porque no existía la base cultural para profundizar en la estructura patriarcal de ese poder consolidado que ve a las mujeres no convencionales como una amenaza al status quo dispuesto por los hombres, sino también porque no había una base cultural para trazar el perfil de los mafiosos y de los funcionarios de cuello blanco.

Durante mucho tiempo se pensó en un instigador de "cuarto nivel", pero la sentencia dijo que eran "fantasmas". La sentencia de condena de los cinco asesinos excluye un nivel superior.

Lo cierto es que son notorios los nombres de los empresarios, nunca investigados, que se beneficiaron del fraccionamiento de Porto Selvaggio y que han especulado con una de las áreas naturales más bellas de Salento.

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*Foto de portada: www.antimafiaduemila.com / liberainformazione.org