Por Saverio Lodato-28 de marzo de 2021

Nos acercamos al 23 de mayo, día de Capaci, día de Giovanni Falcone, Francesca Morvillo, Antonio Montinaro, Rocco Dicillo y Vito Schifani; día de la masacre que conmocionó a los italianos y que terminó en las poradas de los periódicos de todo el mundo. Será el vigésimo noveno aniversario. Y este –con toda probabilidad– será muy diferente a los demás.

Veremos festejar a los presos condenados a cadena perpetua.

Veremos a los jefes, golpeados por años de dura prisión, volver a disfrutar de las últimas semanas de primavera.

Veremos a los asesinos, a los de las masacres, a los jefes, a los soldados, a los simpatizantes de Cosa Nostra, dando entrevistas en los programas de televisión y en los diarios de grandes y de pequeñas tiradas garantistas.

También veremos -ni bien termine la emergencia sanitaria- a los barrios y alrededores de Palermo, y a los pueblos de media Sicilia, volver a festejar, para darle la bienvenida a los sangrientos asesinos de Capaci, y no solo a ellos.

Es decir, veremos al Gran Crimen depurado, como por arte de magia, por la Gran Liberación.

En efecto, en unos días, después de Pascua según los medios de comunicación, la Consulta decidirá, de una vez por todas, sobre la prisión perpetua estricta, que se atravesó frente al alma buena de Totò Riina y lo mantuvo encerrado, a él que era el abanderado mafioso del derecho garantista, y defensor, por excelencia, de los "retoques" que necesitaba la norma.

Los abogados del Estado, el gobierno, en otras palabras, trazó el diseño de la autopista soñada por Cosa Nostra durante años. Es una lástima que el pobre Riina no haya tenido tiempo de escuchar lo dicho por los abogados del Estado, habría sido auténtica música para sus oídos.

Y para escribir esa partitura, los abogados del Estado tuvieron que recurrir a estas palabras: "El juez de vigilancia debe verificar concretamente cuáles son las razones que no permiten llevar a cabo la conducta de colaboración en los términos fijados por el mismo juez". Y aquí, cuando hablamos del "mismo juez", nos referimos al juez en general.

Sin embargo, si miramos de cerca, ese juez no era otro que Giovanni Falcone, quien hasta el final de sus días luchó precisamente por esa cárcel dura, ahora llamada "obstativa", que impide que asesinos y mafiosos vuelvan un día a delinquir. Y que fue adoptada, no lo olvidemos nunca, con Falcone ya muerto.

Hoy, para los abogados del Estado, la colaboración, entendida como una forma de arrepentimiento y socialización con las fuerzas del orden de toda la información que el detenido mafioso dispone, se ha convertido en un requisito secundario. Si no se da, no importa.

Cierto.

Tal vez se perciba una pizca de vergüenza en los abogados del Estado y en la actual ministra de Justicia, Marta Cartabia (quien, como vicepresidenta de la Consulta, hace apenas unos meses ya había abierto a los mafiosos condenados a cadena perpetua la posibilidad de acceder a permisos premio), cuando la carga de las liberaciones recaiga en el juez de vigilancia. Porque de eso se trata. Nada más.

En estos días, habríamos preferido no escribir sobre este tema. Queríamos ver cómo terminaba.

¿Qué campañas montarían los periódicos y la televisión?

Qué peso, qué centralidad habría tenido el tema de la cadena perpetua de los mafiosos, en la agenda del gobierno, en la agenda política.

Se escucharon algunas pocas voces aisladas, desde Salvatore Borsellino a Nino Di Matteo y Maria Falcone, algunos parlamentarios y otros pocos. Y ya no se habla más de eso.

Todo es posible, incluso que en unos días la Consulta no se preste a poner en marcha la autopista propuesta por los abogados del Estado. Pero lo dudamos mucho.

No es de ahora que la mafia y el Estado piensan igual en muchas cosas. Y en este en particular.

Y con estas idas y venidas se acerca el vigésimo noveno aniversario de la masacre de Capaci.

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*Foto de portada: Reelaboración gráfica de Paolo Bassani