Saverio Lodato- 3 de marzo de 2021

Miramos con respeto, pero también con mucho cariño, a todos los integrantes de la Corte de Apelaciones de Palermo, que en unos meses deberá pronunciarse sobre la Tratativa Estado-mafia.

Se trata de jueces profesionales y ciudadanos de a pie, que desde hace más de un año realizan un trabajo ímprobo, inmersos en miles de páginas y millones de palabras, lidiando con escenarios que gotean sangre, en busca de una llave eternamente esquiva, mirando de frente los rostros de los imputados, condenados en primera instancia y sobre los que deberán decidir si son culpables o inocentes.

¿Serán jueces infalibles?

¿Serán jueces que estén a la altura de la tarea? ¿Serán jueces que estén a la altura de las expectativas? Depende.

El día de la sentencia se acerca.

Y a ellos, a esos jueces tanto profesionales como no profesionales, les llega en estas horas un mensaje fuerte y claro: la antimafia ha fracasado; la antimafia ya no existe; la antimafia se ha convertido en carrera y profesión; los jueces no pueden ni deben escribir, ni reescribir, la historia; a la política le corresponde la tarea de esclarecer lo sucedido en la época de las masacres; las investigaciones del poder judicial estuvieron viciadas desde el principio; las investigaciones estaban equivocadas; fueron desviadas; todo el cuerpo de la magistratura está podrido, no está interesado en la verdad, ni es infalible ni mucho menos.

¿Quién lo dice?

Es la palabra de un hijo, con un padre asesinado por la mafia.

Es la palabra de una hija, con un padre asesinado por la mafia.

Por eso, como ciudadanos, miramos con cariño, así como con el debido respeto, a los jueces que deberán juzgar.

Si absuelven a todos, estarán a la altura de las expectativas.

Si condenan, no harán otra cosa que confirmar el teorema de una magistratura podrida, no interesada en la verdad.

No tenemos la intención de unirnos al partido de esa antimafia. Continuaremos respetando a esta Corte, independientemente del veredicto final que desee emitir.

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*Foto de portada: © Paolo Bassani

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