El periodista declaró en el juicio Masi-Fiducia

Por Aaron Pettinari-13 de febrero de 2021

Abril-mayo del 2006. Dos carabineros de civil llaman a la puerta de la casa del periodista Saverio Lodato. Quieren contarle las dificultades encontradas dentro del Arma para llegar a la captura del super fugitivo de Castelvetrano, Matteo Messina Denaro. Es respecto a este episodio que declaró el entonces periodista de L'Unità y hoy columnista nuestro, en el marco del juicio que se celebra ante el juzgado unipersonal de la jueza Marina Minasola, contra los mariscales de carabineros Saverio Masi, jefe de custodios del magistrado Nino Di Matteo y también testigo del proceso de la Tratativa Estado-mafia (defendido por la abogada Claudia La Barbera), y Salvatore Fiducia (defendido por el exfiscal y ahora abogado Antonio Ingroia).

Los dos carabineros están acusados ​​de calumnias y difamaciones contra siete oficiales del arma (Gianmarco Sottili, Francesco Gosciu, Michele Miulli, Fabio Ottaviani, Gianluca Valerio, Antonio Nicoletti y Biagio Bertodi defendidos por los abogados Claudio Gallina Montana, Ugo Colonna, Basilio Milio y Enrico Sanseverino).

"Era sábado -dijo Lodato como ya lo había hecho en el juicio Estado-Mafia- Dos sujetos tocaron la puerta del rellano hacia el mediodía. Hora que me intrigó porque ese día la portería estaba cerrada. Estos señores, de civil, se presentaron como carabineros y no dijeron de inmediato sus nombres. Me dijeron que querían hablarme de los delicados problemas que encontraban en la búsqueda de los fugitivos de la mafia. Dijeron también que habían encontrado obstáculos dentro de la unidad a la que pertenecían y que querían hablarme porque yo era un periodista que se ocupaba de ciertos temas para L'Unitá”.

Respondiendo a las preguntas de la abogada Claudia La Barbera, defensora de Saverio Masi, entró en más detalles de ese singular encuentro: "Dijeron que habían tenido dificultades con sus superiores, quienes los habían obstaculizado, haciendo referencia al prófugo Matteo Messina Denaro. Afirmó que casi habían llegado al final de su escondite y que se habían encendido luces rojas. Creían que yo podría escribir sobre estas dificultades que encontraban. Les pregunté cuáles eran las piezas de apoyo, pero no había nombres, ni fechas, ni circunstancias puntuales. Era un discurso genérico. Y les dije que acudieran al Poder Judicial porque, dados los argumentos que me presentaban, para mí la información no era utilizable profesionalmente".

Durante el examen, Lodato también recordó que los dos militares mostraron cierta preocupación para hablar libremente: "Aludieron a que el entorno en el que me encontraba podía ser interceptado. En la primera fase, hablamos más con gestos que con palabras. Hacían referencias al hecho de que podría haber micrófonos y esto contribuyó a aumentar mis preguntas sobre la naturaleza de la visita".

Precisamente por esos miedos, los dos militares prefirieron escribir sus nombres en un papel: uno era Saverio Masi y el otro Barbaria. "Leí deliberadamente en voz alta sus nombres y apellidos - dijo ayer Lodato- porque no tenía nada que esconder en mi casa en esa visita que recibí de repente. Entregué la hoja a los magistrados, donde también había anotado un número de celular y porque en realidad esa reunión fue prodrómica a otra posterior. Querían que hablara con un superior dentro del Arma, quien estaba informado del incidente. Y entendí que ese era el verdadero propósito de su visita, tener confirmación por parte de él de las preocupaciones que los atenazaban. ¿Si tenían miedo? No, estaban preocupados por su actividad. Dijeron que si las cosas se conocían en esa etapa corrían el riesgo de ser expulsados de los Carabineros".

Sin embargo, esa reunión con el oficial, programada para el martes siguiente, no se llevó a cabo. "Después de esa primera entrevista, fui al diario, en Roma -concluyó Lodato-. La reunión se deslizó y cuando regresé a Palermo me llamaron por teléfono, pero alegué motivos de salud. Y la reunión nunca se realizó". Varias veces durante la deposición, Lodato especificó que nunca conoció detalles sobre el episodio específico de la investigación sobre Messina Denaro.

Respondiendo al abogado de Fiducia, Antonio Ingroia, precisó además que los dos carabineros también se refirieron a Bernardo Provenzano: "La referencia era que casi se daba por sentado, y yo coincidía con ellos que, así como había habido dificultades en las investigaciones para la captura de Provenzano, también las había para hallar a Matteo Messina Denaro. No hablo de dificultades para encontrar una dirección, sino de dificultades dentro de los Carabineros".

Luego declaró Aniello Vasile, perteneciente al grupo operativo de los Carabineros de Palermo, quien dio instrucciones para la instalación de unos micrófonos en Ciminna, cerca de una cabaña, como parte de la investigación sobre Bernardo Provenzano. "Materialmente se construyeron las telecámaras para escuchas telefónicas, pero al final no se instalaron. Recuerdo los arrebatos de Masi que afirmaba estar bloqueado para la captura", dijo en la sala de audiencias del tribunal. Asimismo, confirmó que se había enterado por Masi que se había "cruzado con un sujeto que se correspondía con Messina Denaro" y que le pidió equipo para realizar grabaciones. Por eso, a pedido específico de la abogada La Barbera, explicó que "para instalar equipos técnicos siempre contamos con la autorización de nuestro comandante". Según el testigo, la necesidad era identificar las placas que ingresaron a un complejo donde, según Masi, había avistado a Messina Denaro. En su declaración también confirmó la existencia de algunos obstáculos en las actividades de investigación y las denuncias por la instalación de escuchas telefónicas.

En la audiencia también iba a declarar el general retirado de los carabineros Nicolò Gebbia, pero se pospuso la deposición para verificar la calidad en la cual se va a escuchar al mismo, ya que en Roma estaría en marcha un procedimiento por falso testimonio. Se procederá en la próxima audiencia, programada para el 24 de febrero.

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*Foto de portada: © Imagoeconomica / Jacopo Bonfili