001LascallesviolentasdeMontevideonoshacenacordardelaviolenciadelascallessicilianasdelosaos80FotoElPaisCALLES MONTEVIDEANAS, CALLES SICILIANAS

Por Jean Georges Almendras

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Faltando poco para las cinco y media de la tarde del día 25 de junio de 2014 la calma del barrio Sayago, del lado norte de  la ciudad de Montevideo,  se quebró abruptamente. Al  habitual tránsito y bullicio urbano de la zona se sumaron repentinamente varias  detonaciones de armas de fuego, y de inmediato,  el sonido de una motocicleta en raudo desplazamiento por sobre el asfalto .Algunos ojos ciudadanos, casi al mismo tiempo de las detonaciones, advirtieron a dos desconocidos ocupando una moto  Zanella roja, empuñando armas, y  disparando sin cesar, por espacio de varios segundos, la parte anterior de un automóvil Chevrotel Spark azul. Hasta ese momento  era una tarde tranquila. Una tarde más, para los vecinos de Sayago. Una tarde que derivó en infierno en el cruce de las calles Ariel y Sayago, corazón del barrio. Los atacantes, tripulando la moto, minutos antes –siempre de acuerdo a testigos- venían circulando detrás del automóvil a cuyo volante iba Fabián Nicolás Morales, de 26 años, acompañado de 01EjecutanaunaparejaenelbarrioSayagoenunajustedecuentasdetipomafiosoFotowwwSubrayadoComUyNatalia Carolina Manrique, de 31 años. De pronto, la moto rebasó al vehículo y en cuestión de segundos se ubicó prácticamente a su frente, momento en que los dos ocupantes de la moto sacaron a relucir armas de grueso calibre   -pistolas 9 milímetros- abriendo fuego  a través del parabrisas sobre el  sector donde se hallaba el conductor quien falleció prácticamente al instante, al ser alcanzado por los proyectiles en el cráneo. En esos segundos de plomo y muerte, el factor sorpresa desató el pánico  entre todos quienes viajaban en el vehículo: la acompañante de Morales y un sobrino suyo que estaba  ubicado en el asiento trasero, junto a dos niños de 11 años, hijos de la pareja. Mientras que Fabián Nicolás Morales no tuvo posibilidades de neutralizar el ataque mientras iba conduciendo el automóvil, perdiendo la vida,  su pareja, Natalia Carolina Manrique, no quedó petrificada por el terror al ver a su compañero siendo blanco de los disparos,  sino que atinó a 04UnaspectodelautomovilacribilladoFotowwwTeledocesalir del vehículo buscando quizás  huir para buscar refugio. Pero la suerte estaba igualmente echada para ella. En el transcurso de los siguientes segundos que parecieron una eternidad,  los desconocidos siguieron con su obra destructiva, esta vez,  apuntando con sus armas a la mujer, a la que finalmente balearon con igual saña. En su desesperada corrida para ponerse a salvo, Natalia Carolina Manrique cayó sin vida sobre la vereda de la calle Ariel, a un  par de metros de donde quedó el automóvil. En su interior, su sobrino de 21 años,  aferrado al  instinto de conservación que aflora en las situaciones límites, abrazó a los niños, abrió la puerta trasera del vehículo y huyó con ellos, protegiéndolos con su cuerpo, sin dejar de correr despavorido hacia un comercio próximo donde busco ayuda y se puso a salvo, siempre junto a los pequeños.  A sus espaldas,  quedaron dos personas sin vida, 05AjustedecuentasdelbarrioGrutadeLourdesFotowwwSubrayadoComUycerca de 25 casquillos de proyectiles detonados esparcidos sobre la calzada, un automóvil  con múltiples impactos de bala y mal estacionado, y una moto ocupada por dos asesinos (¿dos sicarios?) que desplazándose rápidamente por la calle Ariel en dirección al Sur, se fue perdiendo en el horizonte en medio del tránsito de la zona.

La calma del vecindario había sido literalmente ultrajada por la violencia extrema, en cuestión de pocos de  minutos. Aquella tarde, en el Montevideo de hoy,  se había ejecutado a dos personas a sangre fría, como solo se ha visto en un filme de mafia o  en un filme de los años de la Ley seca en los Estados Unidos. Los ideólogos del doble crimen, habían utilizado una metodología típicamente mafiosa ¿ exportadas de otras latitudes?.

 Matar descaradamente a  la vista de todos es un  acto de ajusticiamiento con un mensaje incorporado a la violenta acción. Como una suerte de sello propio, para que quede bien claro, que la ejecución pública forma parte de un castigo, en el submundo del hampa. Y que forma parte de una metodología estrictamente criminal, en su máxima expresión.

En los minutos que siguieron, tras la conmoción generalizada, la zona se vio infestada de ambulancias y policías, periodistas, fotógrafos y camarógrafos de prensa. Mientras los unos procuraban  obtener datos para elaborar sus respectivas historias, para presentarlas luego en la pantalla o narrarlas en la prensa, los otros, representando a la Ley, comenzaron a armar el rompecabezas de un hecho visiblemente muy lejos de ser un episodio propio de una desavenencia personal o  pasional o de un atraco a mano armada. Hay que tomar en cuenta que los dos responsables materiales del ataque, una vez logrado el objetivo de ultimar a la pareja, huyeron sin llevarse valor alguno de sus víctimas, con la misma celeridad con la que aparecieron en el lugar.

06WashingtonRissottomuertoenenerode2012FotowwwElPais07FotografaitalianaLeticiaBatagliaFotoElCarruselsicilianoWorPressEn los informativos radiales de esa misma tarde y en los noticieros de televisión de esa misma noche, y en los diarios del día siguiente, la prensa montevideana se explayó sobre el hecho, calificándolo prácticamente como un típico ajuste de cuentas entre personas que llevaban una vida relacionada con el delito, en particular con la distribución de cocaína en el barrio Verdisol.

 Los periodistas afectados a la crónica policial de diarios y noticieros televisivos recabaron datos sobre el episodio. Los policías a cargo de la investigación, también. Y poco a poco se fue definiendo el panorama.

En ese marco se pudo saber que el joven de 21 años y los dos niños hijos de la mujer fallecida salvaron sus vidas milagrosamente porque seguramente  los motociclistas no los consideraron los objetivos del atentado. También se pudo saber que el veinteañero,  una vez que pudo guarecerse (si cabe el término) en un comercio, se retiró del lugar hasta que finalmente se presentó en la Comisaría 8ava, distante a unas quince cuadras del punto donde se cometió el doble crimen. Y por último, se pudo saber que el joven habría comentado,  durante los minutos de tensión, y quizás mientras procuraba aclarar sus ideas aún con los nervios del momento, que creía saber de donde venían los atacantes. Es decir, que bosquejaba ya la identidad de los criminales. Pero también trascendió que esa identidad no habría sido aportada a las autoridades. El manto del silencio estaba ahí, tan presente como las balas. Otro signo de que el mortal ataque estaba estrechamente ligado al sub mundo del delito, donde el hermetismo es corriente.
 
En las horas siguientes a los hechos la población pudo saber a través de los medios periodísticos que la policía tenía  muy claro que el doble homicidio era literalmente un ajuste de cuentas por temas estrechamente relacionados con la distribución de drogas. De ahí que fuentes policiales  comentaron a los periodistas que “este hombre –refiriéndose a Fabián Nicolás Morales- tenía mucho poder adentro del barrio. Esta claro que lo mandaron matar y es poco probable que el verdadero responsable aparezca”

Las crónicas policiales de la jornada siguiente consignaron que Morales, si bien era uno de los principales distribuidores de cocaína y de otras sustancias en un complejo habitacional denominado Verdisol, relativamente cercano al lugar donde se cometió el ataque, carecía de antecedentes penales. También se señaló  que la víctima había hecho mucho dinero en muy poco tiempo y que en el mes de noviembre del año 2013, el hermano de la mujer que viajaba como acompañante, de nombre Fernando Manrique, que tenía 32 años, había sido igualmente asesinado a balazos por desconocidos, aparentemente en un hecho también caratulado como  ajuste de cuentas, que tuvo como escenario otra zona de la ciudad. Finalmente trascendió 08Palermode1976registrograficodramaticodeLeticiaBatagliaFotowwwourageis13comademás, de acuerdo a los diarios montevideanos, que seguramente tomaron la información de fuentes policiales extraoficiales, que años atrás Natalia Carolina Manrique había ejercido la prostitución en el exterior, específicamente en Italia.

En relación al hermano de la mujer muerta en el hecho del barrio Sayago, Fernando Manrique, en el diario El País de fecha  26 de junio se consigna que este hombre tenía importantes influencias sobre las bocas de venta de droga en el complejo Verdisol y que  se le dio muerte  -en noviembre del año pasado- en el cruce de las calles Antillas y Campiñas, en el barrio conocido como Gruta de Lourdes, cuando circulaba en un automóvil acompañado de una joven de 23 años. Asimismo se agregó, sobre este hecho, que la Policía señaló oportunamente que el caso estaba vinculado con el sicariato y la venta de drogas en los barrios Marconi, 40 Semanas y Verdisol.  Hasta el momento el crimen permanece impune.


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La historia de dos personas vinculadas al mundo del delito, ultimadas a balazos (ejecutadas) en la vía pública a plana luz del día, es más una historia propia de una ciudad violenta de los años 90, como Palermo, en la isla siciliana, que una historia admisible en una ciudad como Montevideo.  Las características del ataque, su mensaje, sus particularidades, y el perfil de las víctimas, y en consecuencia de sus victimarios, nos dice a las claras que la metodología mafiosa –al estilo siciliano, o al estilo mexicano , o al estilo colombiano- parece haber ganado terreno en el Uruguay de hoy. Y el hecho puntual del barrio Sayago (o del barrio gruta de Lourdes) no es el único que nos hace pensar  de esa manera, porque este fenómeno de “ajustes de cuentas” o “ejecuciones” bajo la modalidad expresamente mafiosa, se observa en  nuestro país desde los últimos cinco años.


Recorriendo las crónicas periodísticas uruguayas podríamos enumerar  no pocos ejemplos de estas situaciones, pero antes  nos vemos en la obligación de hacer una puntualización: cuando hablamos de metodología mafiosa, nos estamos refiriendo estrictamente a la forma de ejecución del atentado, y no necesariamente al perfil de sus protagonistas. Esto quiere decir que esa forma  criminal de cometer un asesinato, que definiríamos yo como  “abierta”, por tratarse de una ejecución a la vista pública, ha sido adoptada  no exclusivamente contra 09CrimenesdelamafianapolitanaLaCamorraenNapolesFotowwwFotologCompersonas del hampa, sino también contra personas ajenas a ese ambiente, aunque estrechamente relacionadas a él por su postura absolutamente contraria a ella. Quiero decir con ello, que en otros países –preferentemente en Italia, en Sicilia- se han cometido crímenes contra jueces, fiscales, policías de diverso rango, periodistas, sacerdotes, políticos,  y ciudadanos sobradamente antimafiosos, con el concurso de los denominados “sicarios”, “killers” o “soldados”(integrantes de grupos mafiosos), que han apelado al uso de armas de fuego o explosivos, para concretar sus macabras operaciones, muchas veces sin considerar el costo de vidas inocentes, que solo por casualidad  o circunstancialmente se hallaban próximas a las personas elegidas para la muerte. Se trata de ataques cometidos desde automóviles o motos, sea de día o de noche, sea en lugares apartados o en lugares de mucho público, sea con armas cortas o con armas largas. Se trata de ataques siempre realizados con celeridad y certeza inigualables. Muertes instantáneas ordenadas por terceros, y ejecutadas por otros. Formas de pasar “facturas” a quienes se atrevieron a cometer traiciones o a apoderarse de negocios o dineros que nos les correspondían. Formas de “ajustar cuentas” o simplemente formas de sacar del medio a enemigos de su sistema mafioso. Vale decir, formas de eliminar de la faz de la tierra a los obstáculos naturales de las familias mafiosas, como ser: operadores de justicia, integrantes de las fuerzas policiales, y todos aquellos que se atrevan a enfrentarlos, denunciarlos, o ir contra sus intereses.

Metodologías que además, quieren lanzar un mensaje a la sociedad, de ahí que las mismas se llevan a cabo expresamente ante la vista de todos , no necesariamente por lo estratégico que resulta  para lograr el cometido, sino porque dar muerte a un “enemigo” , sanguinariamente y en público, generando impacto, conmoción, terror y pánico, significa marcar presencia; significa decir algo a quienes no forman parte del círculo mafioso; significa lanzar al medio social, una advertencia, un mensaje ejemplarizante de la violencia a la que se puede llegar en caso en caso de no comportarse adecuadamente ( es decir en favor de los intereses mafiosos) , o en caso de entrometerse en asuntos, organizaciones o personas que no deben , ni siquiera, pensarse.  Se trata entonces, de métodos de muerte, crueles en demasía. Cargados de una perversidad tal, que uno, que no esta inmerso en ese submundo puede llegar a sentirse muy conmocionado. Y hasta si se quiere dominado por el terror, al punto de dejarse vencer totalmente por esa advertencia. Por esa fuerza destructiva que resulta ser el crimen organizado.


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Estas  metodologías que han sido llevadas a la práctica en ciudades como Palermo u otras más de la isla siciliana, y en otras regiones de Italia  -donde operan desde hace mucho tiempo organizaciones mafiosas como La Cosa Nostra, la  Ndrangheta , La Camorra y La Sacra Corona Unita- más otras partes del mundo, en particular Sudamérica,  han sido un disparador inconfundible del constante estado de alerta en que se sumieron autoridades de los países involucrados en la lucha o en la neutralización de ese tipo de organizaciones criminales.
 
He sido cronista policial en la capital uruguaya, de un diario capitalino y de un noticiero de televisión, por más de 20 años, y en todo ese lapso, me consta,  estas situaciones no eran frecuentes en Montevideo. Y si bien los “ajustes de cuentas”  siempre formaron parte del  submundo del hampa uruguayo, aún sin adoptarse modelos extranjeros –en particular sicilianos-  los mismos eran actos de venganza o de “vendetta”, que podría decirse eran aislados, y llevado a cabo bajo otras modalidades de agresión o muerte. Estos hechos eran investigados por la policía, siguiéndose pistas firmes y sin advertirse como obstáculo habitual –salvo casos esporádicos- la práctica del  código del silencio –de la omertá- por parte de los elementos del crimen organizado que eran interrogados por los oficiales o por los jueces. Pero había algo más: Todo el hecho de sangre en sí, era más una expresión de rabia ante la traición, que una metodología criminal, ligada a una filosofía o a una cultura criminal. Y digo más. Era muchas veces un acto de venganza que incluso cometía personalmente la persona afectada, sin la intervención de terceros. Era el mismo delincuente que ajusticiaba a su oponente en una suerte de mano a mano, sin llegarse al extremo de contratar a un tercero para que éste se hiciese cargo del crimen. No habían “sicarios” de por medio. No había “killers” o “asesinos por encargo”, salvo contadas excepciones, que repito, constituían hechos aislados.

Estos “ajustes de cuenta” constituían una modalidad delictiva pero no como un  hecho de sangre formando parte de un contexto delictual adherido a una filosofía de vida al margen de la ley, como ocurre en nuestros días. Eran “ajustes de cuenta”  menos espectaculares. Eran menos descarados. No eran  episodios que generaban conmoción en las calles montevideanas. ¿Eran episodios  violentos? Si. Eso no está en discusión, ni hay duda alguna de que eran violentos. Pero eran episodios que no generaban el terror en la sociedad, tal como ocurría en las calles de Palermo (donde Cosa Nostra campeaba y donde los límites de violencia mafiosa habían sido trasgredidos, hasta nuestros  días) y tal como ocurrió en el barrio Sayago, del Montevideo de hoy.

Y  precisamente, a la escena de violencia del barrio Sayago, sin dejar de lado otros hechos que se registraron con posterioridad en barrios conflictivos de Montevideo, debemos sumar otro hecho  –a modo de ejemplo, para este trabajo periodístico-  que tuvo lugar tiempo atrás, en los primeros días de enero de 2012, y donde la saña, la alevosía y la crueldad quedaron en evidencia a la vista de todos.

La víctima resultó ser el empresario Washington Risotto apodado “El Bocha”. Este hombre, que tenía 39 años, se encontraba sentado junto a una persona conocida,  en la puerta de un almacén, en la calle Ejido, a pocos metros de la calle Bermúdez , en el corazón del barrio Palermo de Montevideo, cercano al Cementerio Central. Eran aproximadamente las 22 horas del lunes 2 de enero, cuando Risotto, ajeno totalmente a lo que habría de acontecer en los minutos siguientes, bebía  despreocupadamente un refresco. Estaba intercambiando unas palabras con quien lo acompañaba y en  eso  se les aproximaron dos hombres con medias negras en la cabeza. Uno de ellos le dijo “Llegó tu hora” y casi al instante, éste sujeto y su cómplice, apuntaron al empresario con sus pistolas 9 mm, disparándole en ocho oportunidades. Todo en cuestión de pocos segundos. Segundos que no permitieron la fuga del empresario. Ni siquiera quien lo acompañaba pudo atinar a ponerse a resguardo.  Las armas vomitaron plomo y Risotto fue literalmente acribillado a balazos. Cinco proyectiles impactaron en el torso y en el abdomen, dos en la cara y uno en la espalda. Los atacantes, en un abrir y cerrar de ojos, cumplieron con el encargo de asesinarlo, sin herir a la otra persona ni a otra que por esos momentos podría estar transitando por la vereda o saliendo del almacén en cuya puerta se encontraban el empresario y su amigo. Los dos sicarios abandonaron el lugar tal como vinieron, a pié. Atrás suyo quedaban, por un lado, un hombre sin vida y cubierto de sangre, y por otro lado, otro hombre prácticamente petrificado por el terror. El año 2012 comenzaba con un crimen de ribetes mafiosos, por su  modalidad y por su entorno. La víctima, según las crónicas de la época, tenía antecedentes por narcotráfico, y según fuentes policiales consultadas por los periodistas que dieron cobertura al hecho, su muerte no habría sido una sorpresa para las autoridades a juzgar por el perfil del fallecido, quien era constantemente investigado por temas relacionados con el narcotráfico. Pero además, llegó a trascender el  dato de que “El Bocha” pudo haber sido ejecutado porque estaba siendo considerado como un informante de la policía (una suerte de entregador) entre los ambientes del narcotráfico en los

Por aquellos días, cuando los montevideanos no podían evitar hablar de la muerte del “Bocha”, especialmente en el barrio Palermo y en los círculos a los que frecuentaba como empresario, trascendió también que en el  ambiente nocturno (y del narcotráfico) “El Bocha” era considerado un pesado y que no le faltaban enemigos, detalle que a la larga resultaría contraproducente para los investigadores. ¿Quiénes habían dado la orden de matarlo al mejor estilo mafioso?¿Quienes pagaron a los dos sicarios de las medias negras y cuánto les pagaron?¿Quienes se beneficiaron con esa muerte? Preguntas que se hicieron en todos los ámbitos. Preguntas que no tuvieron respuestas porque el hecho nunca pudo se aclarado.

010CrimenmafiosoenMexicodeGabrielaMunizTamezFotoxMagazinenewsWordpressComComo dato complementario cabe consignar –tal como se apuntó en las crónicas policiales de los primeros días del 2012- que Risotto  era adicto a la cocaína, que tenía fama de “hombre de la noche”, habitué del juego y de las fiestas, y que  poseía un prontuario en el que aparecen tres procesamientos: en 1996, por tareas preparatorias para el suministro de estupefacientes; en setiembre de 2011, por daño; un mes después fue internado en una clínica psiquiátrica, tras cometer violencia contra una mujer. Cuatro meses después había logrado el alta de la clínica y había regresado al barrio, con  notorio sobrepeso debido al tratamiento médico que recibió. Nadie supuso que aquella noche calurosa del 2 de enero sería la última de su vida. La mafia uruguaya lo había ejecutado a la vista de todos. Un jerarca policial consultado oportunamente por un periodista del diario La República de Montevideo, dijo del crimen: “llama la atención por lo cruel, porque no es habitual en nuestro país”. Por su parte, la que por aquel entonces era la jueza Penal Mariana Mota, a cargo de las investigaciones fue más precisa: “El tema es preocupante porque de las primeras investigaciones no surge que sea un tema personal, sino una especie de muerte por encargo, un homicidio tipo sicario”


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¿Estamos preparados en el Uruguay para este tipo de hechos violentos?. La violencia criminal se ha extendido por el mundo entero de manera asombrosa. Hay determinados países en donde el caldo de cultivo del delito es mucho mayor. En otros no tanto. Pero en definitiva, y en términos generales, el deterioro en la especie humana, con sus matices y variantes, parece irse deslizando por una pendiente extremadamente peligrosa, en todo el planeta.

En el Uruguay,  la inseguridad ciudadana ha ido tomando un tinte preocupante. Y en cada uno de los países donde esa inseguridad se observa, con estadísticas que se refieren al incremento de rapiñas, muertes  durante las mismas, delitos contra la propiedad y hechos violentos entre integrantes del hampa, el esquema de la violencia presenta una faceta, de alto riesgo. Una faceta con el rostro del crimen organizado, estrechamente vinculado con los círculos del narcotráfico. Un ámbito donde las pasiones del mal, por el mal mismo, van minando los códigos existentes en décadas anteriores, dentro mismo del hampa. Porque es ya un hecho, que ciertos códigos se han roto, se han hecho trizas, dando lugar a una cadena de conductas personales que lo único que buscan es satisfacer primitivamente sus deseos de poder y de dinero, a toda costa. ¿Los códigos? Ya no importan. Ya son una verdadera ilusión, porque los códigos lo ponen al delincuente contra las cuerdas. Porque los códigos son sinónimo de debilidad. Y así no debe ser, porque delinquir hoy en día, debe ser sinónimo de fortaleza (cuando no, una especie de manifestación de machismo o de hombría, una hombría muchas veces inconsciente y ridícula) y de poder. Preferentemente de  poder. El poder mediante el uso del dinero y de las armas. Y no hay códigos que valgan.

Hoy por hoy, en el Uruguay,  y específicamente en Montevideo, se está viviendo un fenómeno social y humano muy particular  (y ciertamente muy preocupante) que está a la vista de todos: el incremento del delito, y lo que es más, el incremento de la violencia física contra las víctimas de acciones de rapiña. Y casi  es similar el panorama, en materia de delitos contra la propiedad. Así de simple. Y por más que desde los sitiales gubernamentales se procura demostrar, estadísticas mediante, que los índices delictivos, en sus diferentes modalidades, tienden a bajar, porque políticamente urge –conviene-  “hacerlos bajar”, o al menos demostrar que esto ocurre, la realidad en las calles de Montevideo, parece ser otra. Y si bien es cierto que la presencia policial en la planta urbana y suburbana ha aumentado, este fenómeno social de la trasgresión parece no desaparecer. El ciudadano común, que poco sabe o entiende de estadísticas y de guarismos aludiendo a los problemas sociales o económicos por los que atraviesa el país, únicamente siente que no está seguro. Siente, literalmente, miedo. Y no es precisamente (como se quiere hacer creer desde tiendas del gobierno)  porque los medios de comunicación, mañana a mañana, o noche a noche  consignan en crónicas e imágenes  –en 011CallesmafiosasenNapolesenel2006FotowwwEsAbcsus informativos o diarios- casos de rapiñas a comerciantes y a transportistas; casos de comerciantes baleados o muertos;  casos de comerciantes o ciudadanos que matan en defensa propia a los delincuentes; casos de viviendas copadas por malvivientes;  o casos de robos, o de  actos de vandalismo en escuelas públicas. La crónica policial y la difusión de estos episodios nada tienen que ver  con estos hechos. Los periodistas únicamente ventilan los hechos violentos. No los generan. No los promueven. No los ensalzan.  Estos hechos violentos  superan a los periodistas y a las mismísimas fuerzas policiales, que obviamente no ven  con agrado, que todos los mecanismos de neutralización planificados o coordinados desde la sede del  Ministerio del Interior,  o desde el  primer piso del edificio de la Jefatura de Policía  de Montevideo, de San José y  Carlos Quijano, se hagan trizas o no logren detener la escalada de violencia y el delito en la sociedad uruguaya. Y entonces, además de buscar nuevas forma s de neutralizar esta realidad, lo más fácil y lo más cómodo de parte del gobierno, es culpar a los medios de prensa de ejercer influencia en la mentalidad delictual, al difundir las noticias policiales por aquí y por allá. De ahí que las informaciones de hechos policiales –en los últimos año- se vieron notoriamente reguladas, cercenadas o limitadas. Craso error, porque la libertad de expresión –esencia del periodismo en un país libre- pagó los platos rotos. Y craso error,  porque con esa postura gubernamental  las organizaciones criminales operantes en el medio uruguayo vieron con placer, que al silenciar al periodismo, su impunidad se fortaleció y uno de los aliados de la legalidad  –un periodismo- quedó literalmente amordazado. Impedido de conocer los hechos, de denunciarlos y de ventilarlos. Campo orégano para los grupos criminales y para los policías corruptos. Campo orégano, por dar un ejemplo,  para que los “ajustes de cuenta” sigan tiñendo de sangre nuestras calles. Pero ese es  ya otro tema. Otra historia. Para tratar en otro momento.

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En este trabajo  el tema que nos ocupa es otro. Ese otro tema si se quiere, es  mucho más complejo. Si se quiere, es  mucho más preocupante o más perturbador de la tranquilidad pública (y más dañino, más para la sociedad en su conjunto que para el ser individual e integrante de la comunidad montevideana)  porque está apoyado en la sutileza que caracteriza a los grupos criminales organizados y del narcotráfico, muy bien posicionados en un sistema económico al margen de la ley y en la influencia social que ellos puedan ir ejerciendo ,lamentablemente, sobre determinados sectores de la sociedad, donde la vulnerabilidad y las problemáticas socio-económicas que padecen, se transforman en sus aliados naturales para concretar sus proyector delictuales de mayor impacto, y que implican la realización de acciones  violentas como las de los barrios Sayago y Palermo, de la capital uruguaya.

Con esto quiero decir que ahora, y desde hace ya unos cinco años, por marcar una fecha (que siempre es útil para tener una mejor visión en su conjunto) el crimen organizando  desarrollado y enquistado  mayoritariamente en el narcotráfico urbano uruguayo, esta incidiendo notoriamente para que la violencia impere en las calles montevideanas, especialmente cuando parece haber adoptado el  criterio del “ajuste de cuentas”  apelando a las “ejecuciones” (en público) con la utilización de sicarios, para de esa forma barrer, literalmente, a sus enemigos del mismo submundo en el que se manejan, acentuando así su poder, frente a los antagonismos que inevitablemente van surgiendo , bien sea por dominio de un mercado de distribución de droga o por el robo o el “cuarteo” del contante y sonante mal habido, o por la traición, en el manejo de influencias, o de la cocaína, o de la  pasta base a distribuirse en los barrios montevideanos o en interior del Uruguay.

El hombre común no percibe a ese “monstruo” (entiéndase como “monstruo” a esa metodología mafiosa de ajuste de cuentas)   creciendo entre las calles de Montevideo. Esto solo ocurre cuando ese monstruo “mafioso” pone en práctica las “vendettas”  (suerte de venganza) espectaculares y sanguinarias, materializando episodios en los cuales los asesinos (llámese también sicarios) cercan a sus víctimas en la vía pública, las ejecutan, huyen y seguramente más después, en la intimidad de algún escondrijo urbano o suburbano (o vehicular) son recompensados con dinero fresco, directamente por quienes los contrataron para el trabajo, o por terceros que únicamente les entregan el efectivo y punto. Si te he visto no me acuerdo, aunque por cierto que se acuerdan, de hecho, para que en otra oportunidad cometan otro homicidio por encargo.


 Mal que nos pese la metodología mafiosa, que era (y sigue siendo)  común, en las calles de Sicilia o en otras zonas del mundo y de la bota italiana, donde dominan los cuatro grupos mafiosos italianos que han hecho historia en el mundo, ya se implantó en la sociedad uruguaya. Ya ganó terreno. ¿Por qué? Pues porque los grupos económicos mafiosos locales e internacionales, por muchas razones,  han tomado como base nuestra ciudad (nuestro país) ya que personajes de nuestro medio  les han abierto las puertas de par en par, corrupción de por medio. Porque una cosa se debe entender muy bien cuando se habla o se trata de explicar el fenómeno mafioso esparcido por el mundo, y en este caso por Sudamérica, y por el Uruguay o Argentina, se encuentra terroríficamente instalado. Se debe entender, primero, que estos grupos responden a una red internacional que comercia un producto altamente rentable, consistente en drogas o armas; segundo, que al operar en el medio uruguayo grupos de narcotraficantes, sus cabecillas deben tratar con personas de sectores de la sociedad, con perfiles de delincuentes conocidos y viciados por una cultura delictual que desde hace tiempo viene desconociendo –e ignorando-  los códigos que pautaban la convivencia de la “vieja delincuencia”; tercero, que los distribuidores de drogas que regentean zonas o bocas de venta de las sustancias ilegales, se ven enfrentados con cierta frecuencia, con otros pares, los cuales responden a otros jefes, que a su vez responden a otras líneas económicas dentro de la cadena de tráfico de drogas, y  que en definitiva responden a intereses opuestos y cruelmente regidos por la oferta y la demanda de la droga; cuarto, que toda esta estructura  del delito, la gran mayoría de las veces, se encuentra apadrinada –para tener “libres” las zonas de venta y de ingreso de la droga-  o por algunos elementos del poder político de la ciudad donde se instalan las redes de venta, o por algunos elementos del poder económico , de la misma ciudad (aunque este aspecto no es a raja tabla, porque los capitales pueden venir del extranjero, de otros grupos criminales, con la participación de testaferros), o por algunos elementos del poder policial que les facilita la debida cobertura para llevar adelante la venta y el almacenamiento de las partidas de las  drogas ingresadas al país para su distribución local o para su posterior pasaje a Europa u otras regiones del planeta; y quinto, que en todo este complejo andamiaje destinado a la comercialización de la droga, el factor humano y las ansias de mayor enriquecimiento  genera traiciones, apropiaciones de dinero de jefes y de mandos medios, individualismos muchas veces descabellados, lo que trae como consecuencia la aplicación de medidas correctivas, como ser atentados a balazos –como advertencia- en una primera etapa, y luego , como segunda etapa, el asesinato liso y llano, para ajustar cuentas con quien abusó de la confianza de los jefes del momento, con quien se llevó dinero, o con quien se pasó para el otro lado del mostrador, transformándose en  informante de la policía, por dinero o por miedo.

012LetiziaBattagliayeljuezPaoloBorsellinoquefuerasesinadoenjuliode1992porCosaNostraFotowwTaringaNetEntonces, en este tipo de “empresas” al margen de la ley, son todas estas cosas las que pautan la vida –la coexistencia- de sus integrantes. A una grave traición, a una muy cuantiosa y reiterada apropiación del dinero ajeno,  y a una mayor competitividad entre los narcos instalados en la urbe montevideana, mayores y más graves serán las reacciones de los perjudicados. Ya  no importa mantener ciertas apariencias a la hora de castigar a quienes ensuciaron la cancha dentro del submundo del narcotráfico. Solo importa sacar de circulación a tal o cual sujeto. Y entonces, se busca al sicario, se  le paga y se le proporciona la logística para cumplir con su trabajo. Y de esa forma se da el mensaje a la sociedad legal y a la sociedad ilegal. Se impone el terror. Se impone el poder de turno. A puro plomo, que es la mejor forma que hay para poner en orden los negocios turbios y amparados en las sombras de la ilegalidad.

 Esas filosofías del delito, con sabor a Cosa Nostra, o a la Camorra, o a Los Zetas de México, por dar algunos ejemplos de grupos activos en el mundo,  ya están entre nosotros; esas metodologías sanguinarias  de castigo o de venganza, ya conocidas en Italia, en México, en Brasil, en Colombia, y en los Estados Unidos de los años de Al Capone,  ya están entre nosotros. A lo que se suma otro ingrediente, matemáticamente infaltable. Me refiero a que una violencia desatada, así de esa manera, con ese sello, trae como respuesta otra violencia de igual tenor, y así el engranaje de muerte se va agrandando, se va desarrollando, conformando un círculo vicioso que puede no acabar nunca: luchas entre los narcotraficantes montevideanos dejando a su paso muertes y más muertes. El espejo de un deterioro mucho mayor instalado entre nosotros. Y eso es lo preocupante, porque a veces no es tan visible, pero está. Queda además  en evidencia que en nuestra sociedad los deterioros alcanzan diferentes niveles y en este sentido, la opinión pública esta comenzando a convivir con la muerte, fruto de los enfrentamientos de grupos delictuales antagónicos, como si todos estuviéramos viviendo los violentos tiempos de las matanzas en Sicilia, cuando las familias de Cosa Nostra zanjaban sus diferencias con crueles asesinatos, a la vista de todos. Al mejor estilo mafioso del filme “El Padrino”  y de otros filmes más recientes. Pero quiero recalcar que en décadas anteriores, y no me olvido en señalarlo, por cierto que se registraban muertes entre elementos del hampa uruguayo. Pero estos hechos tenían un marco diferente y no estaban dotados de un trasfondo mafioso, al menos en su filosofía de acción al margen de la Ley, como ocurre en nuestros días. Había en el delito de ayer una percepción del mal muy diferente al de hoy.  Aunque mal al fin.
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Para la policía uruguaya seguramente estas apreciaciones no resultarán novedosas. Nosotros no estamos descubriendo la pólvora escribiendo éstas líneas. Estamos únicamente poniendo sobre la mesa una de las realidades que se aprecia en las calles de Montevideo. Una realidad que me hace recordar perfectamente a las escenas de violencia que los periodistas de la ciudad de Palermo y de otras ciudades de la isla siciliana debían cubrir para luego informar. Hay fotos impactantes de aquellos tiempos de la famosa reportera gráfica siciliana Letizia Bataglia. Una profesional del periodismo italiano, que hoy, ya octogenaria, vive en su Palermo natal,  totalmente escéptica en cuanto a la lucha que muchos llevan adelante en contra de la mafia. Pero escéptica o no, sigue firme en sus convicciones respecto a la mafia, de la que dice que hay que eliminarla de la faz de la tierra. No es para menos. Leticia es una mujer que vivió el día a día, el  minuto a minuto de la violencia en Palermo  entre los años 70 y 90. La forma de ajusticiamiento del barrio Sayago, del Montevideo del 2014, era moneda corriente por aquellos días en la capital siciliana. Era rutina diaria. Eran hechos que eran referentes de una filosofía de vida; eran la expresión de una cultura de poder en esa región de Italia, estrechamente ligada a su historia.

Uruguay no tiene un pasado mafioso. Tiene, como toda comunidad humana, un pasado de legalidad y de ilegalidad, con el sello propio. Pero históricamente muy distante de un poder oculto como La Cosa Nostra.  Pero lamentablemente,  La Cosa Nostra siciliana –de vieja data-  ha sido modelo universal de la esencia mafiosa en el mundo. Y sus metodologías de castigo, de “ajuste de cuentas”, de “venganza”, y sus lineamientos de acción y de inserción en las sociedades democráticas,  han dado la vuelta al mundo. Y los crímenes por encargo ya están en medio de nosotros. Hora es, entonces,   que desde las entrañas mismas de las autoridades uruguayas (entiéndase: filas policiales, filas judiciales, filas políticas y filas ciudadanas) se comiencen a mover los eslabones que más adecuados  resulten para neutralizar ese cáncer mafioso, que muy bien podría minar o  socavar nuestra democracia y el mismo Estado uruguayo, como ya lo ha hecho en otros países, incluido Italia.

Una mirada hacia atrás, me lleva  obligatoriamente a consignar opiniones oficiales a propósito de  uno de los dos casos que expusimos: el de Washington Rissotto, ejecutado en la puerta de un almacén, en enero de 2012.

Sobre este hecho, el vocero de la Jefatura de Policía de Montevideo,  el Inspector José Luis Rondán oportunamente dijo que este tipo de crímenes no son comunes en el Uruguay. Y que si bien “siempre hay algún ajuste de cuentas por droga, fundamentalmente pasta base, no son de este nivel. Esto es grave y nos tiene muy preocupados”. Periodísticamente también se le consultó a Rondán si este tipo de ajustes de cuenta podría tener más víctimas en el futuro, por la presencia de bandas del narcotráfico internacional en el Uruguay a lo que el jerarca policial contestó:” Esperemos que no lleguemos a esa situación, trabajamos en eso”

También sobre el caso Rissotto, al ser consultado por un periodista del diario El Observador, el Jefe de la Brigada Antidrogas de la Policía de aquel entonces, Mario Layeras dijo que “si bien no puedo asegurar que el asesinato de Rissotto tenga relación con el narcotráfico, hace bastante  tiempo que los delitos relacionados con las drogas presentan una conflictividad más violenta”.
No debemos olvidar,  además, que en los últimos tiempos, el propio  Ministro del Interior Eduardo Bonomi fue uno de los que mas ha hecho referencia públicamente –e internamente en el desempeño de su tarea como Secretario de Estado- sobre esta nueva forma o clase de asesinatos. Por ejemplo,  en el mes de abril del 2012  –según se consigna en el diario El País del pasado 27 de junio – Bonomi alertó  por la cantidad de muertos en “ajustes de cuentas” en un informe del Consejo de Ministros. En los tres primeros meses de ese año, sobre 88 homicidios registrados, dijo que 13 eran producto de ese fenómeno. Pero a los pocos meses –es decir en noviembre, siempre del 2012- volvió a referirse al tema en ocasión del Día del Policía Caído, informando que en el correr del año se habían registrado unos 60 homicidios confirmados por “ajustes de cuentas”. Pero los informes siguieron sorprendiendo, porque Bonomi, al año siguiente, en el 2013, consignó  oficialmente que el 32 por ciento del total de homicidios, entre enero y junio de ese año, eran fruto de “ajustes de cuentas”.
Una visión muy directa sobre este fenómeno del “sicariato”, en la sociedad uruguaya, la tiene un Oficial de Policía que además es Psicólogo y un especialista en Seguridad Pública. Me refiero a  Robert Parrado, quien al ser consultado por el periodista Diego Castro del diario El País, en cuanto si estaba o no generalizado en el Uruguay  el fenómeno de los sicarios, contestó: “la realidad es muy distinta a lo que se ve en la tele o lo que le puede llegar al ciudadano medio. Uno se imagina a un tipo en un Audi, o en un Mercedes y no es así. Este fenómeno esta  mucho más cerca de lo que pensamos. Puede ser un comerciante, un cuida coche, una persona que tiene un laburito cualquiera”
El periodista fue más allá del fenómeno como fenómeno en sí. Preguntó a Parrado sobre la visión que puede tener él de cómo se está abordando el tema por parte de las autoridades policiales. El oficial Parrado fue categórico:” hay que mirarlo desde una manera más integral. Es necesario tener una policía que entienda la trama que hay detrás de todo esto. Por ejemplo, si de un día para el otro una persona común cambia el auto por otro más lujoso o hace grandes reformas en su casa. Hay que saber por qué esa persona consiguió acceder a ese tipo de cambios en su vida”
Finalmente a Parrado se le preguntó algo más directo sobre la violencia que se observa en esos casos: ¿Por qué se da este fenómeno?. Respondió así:” La violencia se da por una  cuestión social. En la medida que se percibe un deterioro social, se encuentran mucho más personajes dispuestos a realizar este tipo de tarea, como asesinar a sangre fría sin respeto por el valor de la vida”

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013MuertedetipomafiosoDiciembrede1999enSiciliaFotowwwelnuevodiarioComLas cartas están echadas sobre el tapete público de una sociedad que no tiene por costumbre andar a los sobresaltos por tiros y más tiros en la vía pública. Los paralelismos se perciben. Las calles montevideanas, por momentos, parecerían ser como las calles sicilianas. No lo deseamos. No podemos permitirnos ese desliz. Podría costarnos muy caro. Y si ya lo estamos sintiendo, como un tema de preocupación, será hora de que el Estado, analice en profundidad el tema y se vayan evaluando los mecanismos para neutralizar el constante  ingreso  de metodologías típicamente mafiosas.  Todo, por una cuestión de seguridad pública. Y todo, porque urge crear conciencia antimafiosa en nuestra sociedad. En nuestros jóvenes. En nuestros policías, sin distinción de  grado. En nuestros legisladores. En nuestros políticos. En nuestros jueces. En nuestros fiscales. En el ciudadano común. Y entre los periodistas, que la deben promover.
Los uruguayos  no tenemos aún una conciencia antimafiosa. Muchos ignoran todo sobre el sistema mafioso del mundo. Sobre este imperio de las sombras. Muchos no calibran aún la malignidad y la capacidad destructiva que puede llegar a tener en una sociedad democrática  un grupo mafioso, o un grupo que ponga en practica en las calles uruguayas metodologías mafiosas.  Deberíamos comenzar a pensarlo a diferentes niveles .Y pronto.