EL VERGONZOSO NOMBRAMIENTO DE GIULIANO AMATO
PARA LA CORTE CONSTITUCIONAL

Por Giorgio Bongiovanni - 13 de Septiembre de 2013
Es vergonzosa la decisión tomada por el Presidente de la República Giorgio Napolitano de nombrar como quinceavo Juez Constitucional a Giuliano Amato, en lugar de Franco Gallo.
Un amigo de Bettino Craxi y que después le traicionó cobardemente.
Es cierto que el ex Primer Ministro tiene un certificado penal “limpio” aunque con algunos procesos judiciales en su contra que aún están en curso. Pero también es cierto que de los muchos nombres que se podrían elegir el de Amato es quizás el más inoportuno en este momento político tan especial que está viviendo nuestra amada Italia. De ello habla su historia y no es un secreto que el ex Presidente del Consejo, hombre del Partido Socialista, era amigo (y mente jurídica) de uno de los corruptos y delincuentes más grandes de los que se tenga memoria como Bettino Craxi, condenado en contumacia y que luego permaneció prófugo.

Incluso se podrían poner en discusión las relaciones poco claras en el caso de “Tangentopoli”, por más que del mismo haya salido limpio.
Dos veces Presidente del Consejo, llegó a concluir la Primera República, alimentó la Segunda y ahora asoma la cabeza en la Tercera. Entre 1983 y 1987, como ya hemos recordado, fue el brazo derecho de Bettino Craxi en el Palacio Ghigi (sede del Gobierno italiano, ndr.), fue Presidente del Consejo (1992 y 2000 en lugar de D’Alema), Presidente del Antitrust (1994-1997), Ministro de Reformas (1998), Ministro del Tesoro (1999), Ministro del Interior (2006-2008) y Presidente de la Enciclopedia Treccani, de la Fundación ItalianiEuropei.
Seguramente deja mucho que desear su trabajo a favor de la justicia y de la verdad en el período histórico de los atentados '92-'93. De hecho no recordamos, a excepción hecha de alguna que otra ceremonia oficial, acciones o manifestaciones de denuncia efectuados durante esos años que marcaron profundamente a nuestro País.
Un silencio sepulcral por parte de un Gobierno que justamente fue abucheado cuando murieron los Jueces Falcone y Borsellino.
Está claro que no podemos decir que la elección de Napolitano nos sorprenda. ¿Qué más habría podido hacer un Presidente que, aún teniendo el deber de representar a los italianos honestos, prefiere ocultar las verdades debajo de la alfombra planteando conflictos de atribuciones* en contra de las Fiscalías que cumplen con su deber, o solicitando la eliminación de las grabaciones de las escuchas telefónicas en las cuales habla con un imputado (aunque solo sea por falso testimonio) en el proceso judicial “Negociación Estado-mafia” como Nicola Mancino?
Un Presidente que no siente vergüenza de negociar indignamente con un delincuente condenado como Silvio Berlusconi que ya desde hace meses amenaza con hacer caer al Gobierno actual si no le llegaran a dar la gracia o si en Senado se llegara a votar por su decadencia. Un hombre, Berlusconi, que ha estafado al Estado, que está investigado y que ha sido indagado por hechos igualmente graves.
Y la sospecha de que el nombramiento de Amato se inserte en el pacto entre la Presidencia y el líder del PDL (Silvio Berlusconi, ndr.), para salvarlo de los efectos de la ley Severino, la que contempla la decadencia de Silvio Berlusconi como Senador al igual que la imposibilidad de volver a ser candidato, existe y está muy presente. Basta con recordar que, por orden de Craxi, el 4 de Febrero de 1985 se votó la primera ley ad personam a favor de Berlusconi, permitiéndole obtener el monopolio televisivo (ley 4, número 10).
Si finalmente se llegara a contentar al criminal de Arcore (residencia de Berlusconi) una vez más quedará sellado el poder de la Casta y la complacencia de los habituales “mediocres” que nos representan. Y entre ellos, lamentablemente, también se encuentra el Jefe de Estado, a quien no nos queda más que sugerirle una jubilación anticipada. Que se quite de en medio, que se dimita, si no quiere ser recordado como el Presidente de la República que se postró a los pies del Poder en todas sus formas. Desde la falta de apoyo a la magistratura que busca la verdad sobre los atentados, hasta la cada vez más peligrosa reforma de la Constitución que podría condenar definitivamente a Italia al fondo del abismo.