Recientemente, un joven militar estadounidense de 21 años, Jack Teixeira, también conocido como OG, creó una gran confusión al revelar documentos secretos en un foro entre amigos. OG había sido asignado a los servicios de inteligencia de una base de la Guardia Nacional Aérea en Massachusetts, quizás la de Cape Code según el Corriere; tenía una posición respetable que le permitía manejar los secretos del Pentágono, pero su caso fue tratado con mucha más animosidad por nuestros medios. Leyendo los diversos informes aquí y allá, uno comprende que, al final, los propios estadounidenses, muy enojados, evaluaron al locuaz joven como un buen tipo porque, siempre según el Corriere, "no espiaba en nombre de los rusos o de los chinos, ni robó documentos secretos con un proyecto político en mente para revelar aspectos ocultos de la política exterior y de espionaje estadounidense que consideraba abusivos, como hicieron Edward Snowden y, antes que él, Julian Assange hace diez años con WikiLeaks".

¿Se entiende? El miserable no había metido la cabeza en eso, los otros sí, tenían una idea detrás de sus acciones. Por supuesto que la tenían, y es precisamente eso lo que hace preciosa la batalla de la información que todos deberíamos apoyar: haber revelado la inmundicia de un sistema de poder que pretende ser el campeón absoluto de los derechos, pero que es válido, sin embargo, sólo cuando les conviene.

Desde el 2019 Julian Assange está encerrado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, la más dura del Reino Unido, a la espera de la decisión sobre la extradición solicitada por Estados Unidos. Ni en tiempos de Vietnam el Pentágono pudo asaltar la libertad de información como ahora lo hace en la piel de Assange: los papeles del Pentágono (Pentagon Papers), revelados en 1971 por el analista Daniel Ellsberg, encontraron espacio en el New York Times y en este caso se respetó la primera enmienda sobre la libertad de prensa. Aun así, no eran poca cosa: dejaron en evidencia la verdad de aquella guerra sucia.

Ahora el imperio, sumido en una profunda crisis de supervivencia, no puede permitirse tanta magnanimidad y persigue a cualquiera que revele sus debilidades y crueldades. Esto fortalece la necesidad de un frente de protesta que defienda a Assange y la experiencia de WikiLeaks, y que a su vez denuncie las graves violaciones que ha sufrido: derecho a un juicio justo, evidencia manipulada, tortura psicológica, vigilancia constante, difamación e intimidación. Hace apenas un mes no se permitió la visita a prisión de Reporteros sin Fronteras, como prueba de la crueldad con que se lo trata. Y sí, Assange debe ser defendido con todas nuestras fuerzas.

Firme usted también la PETICIÓN: ioscelgo.org

Extraído de: ilfattoquotidiano.it

Imagen de Antimafia Duemila