Patrullas, camiones, gases lacrimógenos, granadas paralizantes, balas de goma y hasta el uso de balas reales según admitieron las propias autoridades, fueron utilizadas contra los manifestantes, los cuales dejaron un saldo de más de 7000 detenidos, cientos de heridos y dos fallecidos.

El panorama en el último tiempo ya no venía bien para Lukashenko, quien se postulaba nuevamente para presidente, después de haber ganado las anteriores 5 elecciones, computando un total de 26 años al poder. Luego de su primer triunfo, allá por 1994, todos los comicios que le sucedieron fueron cuestionados por las innumerables irregularidades, hasta el punto que La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), un organismo internacional con representación de 57 estados y que monitorea elecciones, sentenció diciendo que no ha reconocido ningún comicio en Bielorrusia como libre y justo desde que se formó como nación independiente.

Esto no podría haberse realizado sin una sistemática represión a las diferentes oposiciones, acompañadas de una fuerza policial violenta y un sistema judicial a merced del mandamás.

Pero este año electoral estuvo muy lejos de ser parecido a cualquier otro que Lukashenko conociera. La pandemia no jugó a su favor ya que 70.000 personas se han contagiado de Covid-19 y hay más de 600 muertos, aunque diferentes medios advierten que la cifra puede ser hasta 10 veces mayor dado los escasos test que se realizan. Todo esto mientras el país siguió como de costumbre, siendo uno de los pocos que no tomó medida alguna, solo fueron dadas algunas recomendaciones por parte del presidente para contrarrestar al virus, y esto debía ser con vodka, saunas y trabajo duro. Los dichos generaron gran malestar en toda la población.

Otro gran inconveniente que sufrió Alexander fue que, después de hacer su jugada de siempre, en donde se sacaba del medio a sus opositores más fuertes, en este caso a tres, de los cuales dos de ellos fueron encarcelados y el tercero huyó del país, 3 mujeres cercanas a sus opositores decidieron unirse en un frente e hicieron campaña para dar batalla en las elecciones.

Maria Kolesnikova, Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo son las tres mujeres que recorrieron el país atrayendo a grandes multitudes. De ellas, la figura de Tikhanovskaya, una ex profesora de inglés de 38 años, comenzó a tomar fuerza y fue la que terminó enfrentando cara a cara en las urnas con Lukashenko, después de que las autoridades arrestaran a su marido Sergi, un popular bloguero que asomaba como la principal amenaza opositora de Alexander.

Estaba claro que Lukashenko se sentía en riesgo incluso antes de las presidenciales. Decenas de miles de personas participaron en manifestaciones para apoyar a Tikhanovskaya la semana pasada, la mayor manifestación contra el gobierno en décadas.

Todo esto concluyó en una gran expectativa respecto al futuro del mando presidencial, la cual terminó con una sospechosa y abultada victoria de Lukashenko que se alzó con un 80% de los votos seguido de un gran corte de internet y telefonía en todo el país, el corte de carreteras, y el inicio de las manifestaciones que siguen y aumentan hasta el día de hoy.

Inmediatamente después de las elecciones, Tikhanovskaya trató de presentar una queja ante las autoridades electorales por fraude en los resultados. Días después, desde Lituania, dijo que fue detenida por siete horas y que no tuvo "otra opción" que salir del país.

Esto ha hecho que las manifestaciones de los últimos días hayan estado lideradas por lo que la prensa llama como la revolución de las mujeres de blanco. Lo conforman mujeres vestidas de blanco, con flores en sus manos y formando cadenas.

La primera protesta en forma de cadena de mujeres apareció espontáneamente el miércoles pasado, como respuesta a la violencia infligida sobre los manifestantes en las calles. A la tarde siguiente, columnas de mujeres que agitaban flores estaban por todas las avenidas del centro de Minsk, sonriendo y exigiendo un cambio político.

Este color blanco no es casual ya que la pulsera de ese color fue un símbolo de apoyo a Svetlana Tijanóvskaya durante la campaña y además, a ella misma también se la vio más de una vez vistiendo ese color como un poderoso símbolo político que en el pasado representó al movimiento sufragista, cuando las mujeres reclamaban el voto femenino vestidas de ese color como símbolo de resistencia y solidaridad femenina.

Hoy las calles de Bielorrusia dejan de vestirse de negro y empiezan a teñirse de blanco. Las mujeres se unen y alzan la voz en Europa Oriental para reclamar por los presos, por los exiliados, por los asesinados, por los censurados, exigiendo que después de 26 años su país pueda vivir unas elecciones transparentes y justas. El mundo se hace eco y la Unión Europea insta a que Lukashenko detenga la brutalidad que está ejerciendo a través de las fuerzas de seguridad y se prepare para fuertes sanciones que serán impuestas. Dentro del país, policías y militares se filman tirando sus uniformes en señal de protesta y de vergüenza, ministros cercanos a Alexander se separan de él y lo señalan porque lo que está haciendo. Empleados de medios de comunicación del Estado renuncian, las más grandes empresas del país hacen huelga. Todo esto en medio de movimientos políticos internacionales para evitar que Rusia tome cartas en el asunto y de apoyo militar al gobierno.

Mientras, todo se sigue tiñendo de blanco y la esperanza de un país mejor germina en las calles.

Foto de portada: news.knowledia.com