luisaPor Jean Georges Almendras-22 de noviembre de 2018

 A la edad de 98 años murió en el Uruguay  una mujer que desde el año 1976 fue particularmente un  muy valioso  símbolo de la lucha contra la cultura de la impunidad, en relación a la búsqueda de los detenidos desaparecidos en los años de dictadura uruguaya y argentina, en el Río de La Plata.

Luisa Cuesta: así se llamaba la maravillosa madre uruguaya que por 42 años fue una luchadora incansable en la búsqueda de su hijo Nebio Ariel Melo. Un hijo integrante del Partido Comunista Revolucionario del Uruguay que fue capturado en la ciudad de Buenos Aires por personal de la Policía Federal y del Ejército argentino, el día  8 de febrero de 1976. Pero ya antes, en el año 1973, ya una vez instalada la dictadura  en el Uruguay, Luisa Cuesta vivió en carne propia el atropello de la represión porque fue detenida en 1973 y fue recluida en instalaciones del Batallón de Infantería 5 de Mercedes para ser liberada en 1974 debiendo exiliarse finalmente en Holanda. Regresó al Uruguay en 1985 y desde ese momento junto a otras madres fue una activa protagonista de la lucha que se llevó (y se lleva adelante) para que se concreten las excavaciones tendientes a dar con restos de los detenidos desaparecidos.

La lucha de esta maravillosa mujer no conoció de descansos, ni mucho menos de bajar los brazos. Luisa Cuesta, estaba siempre presente en cada movilización  y en cada demostración de libertad. Esa libertad que significaba enfrentar pacíficamente y sin pelos en la lengua a los represores, de los días de la dictadura y de estos días de democracia. Esa libertad que le significaba a Luisa materializar su honra a la lucha que llevaron adelante  su hijo y los demás jóvenes que como él pagaron  con sus vidas, defender sus  ideas. Ideas que fueron en toda esa generación, eslabones  para formar y buscar al hombre nuevo. Y no hubo balas ni palos que fueran obstáculos para tanta juventud despertando en conciencia revolucionaria o en militancia diaria. Pero los represores fueron implacables; como alimañas persiguiendo sus presas. Entonces, fue en ese contexto que Luisa Cuesta comenzó a andar por los caminos de la lucha, hasta nuestros días.

La lucha de esta maravillosa mujer –pequeña pero gigantesca y titánica por su coraje-  fue un ejemplo para todos nosotros y seguirá siéndolo.

Su lucha pisó muy fuerte en la sociedad uruguaya y permanece intacta en cada una de las otras madres que seguirán batallando para que los restos humanos sean  finalmente hallados en los terrenos militares de los dictadores. Esos terrenos militares muchas veces vedados a los investigadores y a los jueces. Esos terrenos militares protegidos por la  impunidad y por los cómplices de esa impunidad instalados en el sistema político. Esos terrenos militares protegidos por la omertá de los represores. Y por la omertá  de los civiles serviles a la casta militar. Por ese silencio infame y criminal de los represores que violentaron a la democracia y que hoy siguen ofendiéndola. Los represores que ofendieron  y siguen ofendiendo a las madres y a los familiares de los detenidos desaparecidos, descaradamente. Especialmente, cuando se niegan a identificar los lugares donde se realizaron los enterramientos.  Especialmente cuando evaden a la justicia y  cuando se ríen por lograrlo. Especialmente cuando transitan por las calles de nuestras ciudades impunes.

Hostilidades, burlas, ironías, sarcasmos y ultrajes recibieron (y siguen recibiendo) las madres de los detenidos desaparecidos de parte de los militares. Y Luisa Cuesta soportó esos atropellos con entereza admirable.

Luisa Cuesta fue una valerosa mujer que en una entrevista radial con Radio Centenario dijo enfáticamente: “no es que queramos volver al pasado o que no queramos dejar el pasado, si, lo que queremos dejar, pero con la verdad y con la justicia, con que una buena vez reconozcan lo que pasó en el país”.


Luisa Cuesta fue una incondicional militante de los derechos humanos, ejemplo de fortaleza para muchos. Ahora su ausencia física la sentiremos todos, pero sabemos perfectamente, que está presente, ahora y siempre.
Hace algunos años atrás tuve la fortuna de entrevistarla. Miré sus ojos desprendiendo esperanzas. Ojos que también desprendían la tristeza de los militantes. De los combatientes. Porque Luisa Cuesta fue una combatiente por la vida. Una combatiente  con mayúsculas.
Un ser humano inigualable. Una luchadora a la que no debemos abandonar nunca.
Nunca.
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*Foto de Portada: www.elecodigital.com