honrarPor Jean Georges Almendras-15 de marzo de 2018

 

Se ha quebrado mi rutina con la noticia de la muerte de Marielle Franco, mujer negra, de 38 años, nacida en una favela de miseria y violencia, madre soltera a los 18 años, y hasta el miércoles 14 de marzo a la noche, activa defensora de los derechos humanos, concejala y dirigente de un pequeño partido de izquierda en Río de Janeiro, Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Pero también se ha quebrado mi alma. Y también las almas de los brasileños que la vieron crecer en una sociedad minada de desigualdades sociales. Las almas del trabajador buceando todos los días en la mierda del consumismo y del capitalismo para sobrevivir, codeándose con los ricos y con las riquezas. Esas almas ahora lloran haber perdido a Marielle en manos de sicarios que la emboscaron cuando viajaba en su automóvil de trabajo junto a su secretaria y a su chofer Anderson Gómez, quien también halló la muerte. Marielle ha sido arrebatada de las calles de su tierra querida, por la que quería luchar tal como lucho ella misma para poder salir de la miseria y poder estudiar, como efectivamente lo hizo, gracias a una beca, en una Universidad de ricos, para lograr un diploma en Ciencias Sociales y un doctorado en Administración Pública. Pero certeros disparos de armas automáticas la sorprendieron y le arrebataron la vida. Y todo apunta que sus asesinos serían matones de la policía militar o sicarios a su servicio: hombres duchos en el manejo de armas que desde un automóvil en movimiento, se acercaron y balearon la parte posterior del vehículo. Cuatro proyectiles destrozaron la cabeza de Marielle, otros tres segaron la vida de chofer y los otros dos se perdieron en la noche, salvando su vida de milagro la secretaria, que iba de acompañante en el asiento delantero. Nueve balas 9 mm desataron todas nuestras lágrimas, y las lágrimas de millones de brasileños. De los brasileños que la conocían y de los que sin haberla disfrutado en la batalla de vivir todos los días, depositaron en ella su confianza y sus esperanzas, en el Brasil de hoy, que es un volcán en el que los hombres está divididos y la corrupción policial (y política), y la violencia campean.

Pero ya las balas hablaron en su lenguaje. Y es la hora de las condolencias y de los pesares. Es la hora de las reflexiones. De las valoraciones. Pero Marielle, ya no está. Ya no podrá saborear la miel de la lucha, de la revolución diaria.

Y detrás de esas balas hubo cerebros. Hubo ideólogos. Malditos ellos que lo siguen dañando todo a su paso. Malditos ellos, esos demonios y esas bestias, que no contemplan vidas. Y que solo obedecen a sus instintos.

El diario argentino Página 12 ha titulado “Una muerte que traumatiza”.

Sí, efectivamente traumatiza. Traumatiza por la pérdida física y por el mensaje dado por quienes se complotaron para acabar con ella. Porque haciéndolo buscaron acabar con una enemiga. Una enemiga feroz, que hablaba de frente, con la verdad y con la transparencia de una luchadora, de una mujer comprometida con la especie humana, por más que la especie humana no se comprometiera con ella.

Marielle Franco, una mártir. Una víctima, de un crimen político.

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Marielle Franco, se puso sobre sus espaldas denunciar los trapos sucios de la sociedad brasileña. En la cámara municipal y en el trabajo de base, en las comunidades oprimidas y humilladas de las favelas de Río, no tuvo freno ni miedos para denunciar, con la firmeza de una mujer bien plantada, la violencia policial selectiva y desmedida, el tráfico de armas y la corrupción en filas de las fuerzas de seguridad, respaldando además, con energía y dedicación personal a los movimientos sociales, constituyéndose además como una defensora de los derechos humanos de los desvalidos y de los pisoteados.

Pero esa energía y ese espíritu de justicia, a favor de la vida, fueron sembrando enemigos. Enemigos entre las denominadas “bandas podridas” de la policía militar. Los enemigos de las sombras, del Brasil de hoy.

Marielle Franco, solo así pudo cosechar su muerte. Y no tuvo miedo. No se dejó vencer por el miedo, como muchos de nosotros. Siguió haciendo su camino: su camino empedrado, regado de espinas y de sombras.

Conocida la mala nueva de su muerte muchos se preguntaron si el mortal atentado pudo quizás tener algún vínculo con el hecho de que un general interventor comenzaría a llevar adelante serias investigaciones de corrupciones en filas de la policía militar, durante sus constantes incursiones callejeras.

¿Matar a Marielle es dejar bien claro a la sociedad brasileña el siniestro mensaje de que solo quien tiene armas y su vida vendida al diablo al margen de la Ley, es quien en definitiva tiene el poder en sus manos, con la impunidad más absoluta, como compañera inseparable? Es muy probable. Mejor dicho, es casi probable. O mejor aún: es así, tal cual.

La sangre de Marielle Franco, también deja un mensaje bien claro al mundo. Un mensaje, que no está cifrado ni está disimulado; que no fue regado en el crimen o en la corrupción. Sino todo lo contrario: fue regado en el amor a la vida y al prójimo. Un mensaje, tan transparente y combativo, como ella fue en vida.

Un mensaje dado con el ejemplo: con su vida misma, su vida entregada a una causa justa.

Un mensaje dado con el ejemplo: con su opción por una vida militante, desechando una vida lineal, egoísta, hipócrita y rica en dineros, comodidades y miedos.

Nueve detonaciones de armas de fuego sonaron estrepitosamente en las calles de un barrio de Río de Janeiro. Y esas detonaciones mutilaron la vida de una mujer cuya vida y cuya obra, y mensaje, ya forman parte del alma de los brasileños.

Nueve detonaciones de armas de fuego sonaron estrepitosamente en las calles de un barrio de Río de Janeiro, pero los brasileños, las brasileñas, los jóvenes y los niños y niñas, desde mañana comenzarán el día hablando de Marielle Franco, y así hasta la eternidad.

Su muerte y la de su chofer han sido calificados como delitos federales: significa que la policía local no tendrá ni arte ni parte en las investigaciones para aclararlo. La investigación correrá por cuenta de la Policía Federal, por disposición de la Procuraduría General. Significa que el doble crimen ha hecho temblar la tierra brasileña, a sus habitantes.

Marielle Franco, un día antes de ser asesinada, refiriéndose a una muerte a manos de integrantes de la Policía Militar, se preguntó en las redes sociales: “¿Cuántos más precisan morir para que acabe esta guerra?”

Horas después caía ella bajo las balas de los asesinos.

Ahora todos en Brasil están en deuda eterna con ella: todos tienen que acabar esa guerra.

Y además, derramar lágrimas y luchar sin miedos, para honrarla.

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*Foto de Portada: www.lavanguardia.com

*Foto 2: www.wrvopublicmedia.com