Marielle Franco, el magnicidio de una negra favelada

El cuerpo de Marielle atraviesa una multitud de gente, así como su vida atravesó una marea de corazones. Son miles de personas que viajaron desde distintos puntos de la ciudad para despedir a la joven lideresa, que la noche anterior fue cobardemente asesinada. Simbólico es que el cuerpo de Marielle, silenciado, ingrese al Palacio Pedro Ernesto, el edificio que alberga la Cámara Municipal de Rio de Janeiro, quedando fuera el pueblo dolido, huérfano. La gente se abraza, se consuela. Se miran unos a otros, buscando respuestas a una simple pregunta. ¿Quién mató a Marielle Franco?

El 14 de marzo de 2018, pasadas las nueve de la noche, la concejala Marielle Franco fue asesinada por la ráfaga de una ametralladora, mientras volvía a su casa luego de participar del encuentro ‘Jóvenes negras moviendo estructuras’. Días a tras la propia Marielle se preguntaba, luego del asesinato de otro muchacho a manos de la policía, “¿cuántos más deben morir para que acabe está guerra?”.

Mujer, joven, negra, favelada, activista, política, referente, lesbiana, madre adolescente, integra. El cuerpo de Marielle ocupaba decenas de espacios. Espacios de lucha y de resistencia, en una ciudad signada por la violencia patriarcal, política y paraestatal. Aquella noche las balas también atravesaron al conductor del vehículo en el que se desplazaban, Anderson Gomes. Ambos murieron en el acto. Una de las asesoras de Marielle, logró sobrevivir.

La Casa de las Negras el 14 de marzo de hace cinco años

Durante horas las mujeres en una ronda, comparten saberes, sentires y pesares. “Ustedes no necesitan errar para aprender. Pueden aprender de mis errores, porque soy más vieja”, dijo Marielle en un momento. Todas ríen, pero entienden en aquellas simples palabras, que la construcción de identidades es un proceso colectivo, donde las experiencias deben ser atesoradas.

El encuentro, que duró varias horas, tuvo lugar en La Casa de las Negras, un espacio cultural ubicado en el 122 de Rua Dos Inválidos, en el barrio de Lapa. Cerca de las nueve de la noche la reunión concluye. Una costumbre en los eventos en que participaba la lideresa, para evitar la nocturnidad, y que todos pudieran volver a sus casas con cierta seguridad.

Marielle sale de la pequeña casa de dos plantas, entre sonrisas y saludos. Camina algunos metros hasta el auto, un Chevrolet Agile de color blanco. Dentro se encuentra Anderson Gomes, quien desde hace dos meses reemplaza al conductor habitual de Franco.

Ella en un primer momento amaga a subirse por la puerta del acompañante, pero cambia de parecer y decide subirse atrás para charlar durante el viaje con Fernanda Chaves, una de sus asesoras que esa noche la había acompañado al evento, y cuya casa estaba de pasada a la de Marielle. Las mujeres suben una por cada lado, y una vez dentro se miran y se sonríen satisfechas del encuentro. Ese sería su último viaje juntas.

El destino era la casa de Marielle en el barrio Tijuca. Gomes antes de tomar la suplencia había trabajado durante un tiempo en una flota de taxis particulares, de esos que funcionan con una app. Conocía la ciudad y sus rumores. Casi instintivamente emprende el camino. Dos cuadras por Dos Inválidos, y luego gira a la izquierda. Toma Rua do Senado, hasta desembocar en la avenida Mem de Sá, que los conecta con la avenida Salvador de Sá. Van ligero, a esa hora el tránsito es fluido. Mientras tanto, detrás las mujeres van conversando, al tiempo que contestan mensajes familiares, avisando el final de la actividad y el inminente arribo a casa.

Por momentos, Marielle va mirando por la ventana el pasar de los edificios. El camino de noche parece un poco estrecho, por las casas que se proyectan sobre el asfalto y las veredas angostas. Cuando llegan a la altura de la Primera Iglesia Bautista de Rio de Janeiro, la calle cambia de nombre, y pasa a llamarse Estácio de Sá, en menos de doscientos metros el paisaje, hasta el momento apretado, se abre dándole paso al parque Estácio, donde están las oficinas de la secretaria de Orden Público (SEOP). Rodean el parque, una pequeña curva a la derecha, pasan el semáforo, y giran en una curva cerrada, que los hace bajar la velocidad, para tomar Rua Joao Paulo I. Logran hacer unos 20 metros, cuando, según las reconstrucciones, dos autos, uno gris, uno negro, que los venían siguiendo desde que salieron, los acordonan contra la vereda izquierda. Desde uno de los autos, que venía a la derecha abren fuego contra la ventana donde venía Marielle. Una ráfaga, en un instante, impone trece disparos contra el vehículo. La dirección de los disparos, todos apuntados contra Franco, cruzan en diagonal el auto e impactan también contra el conductor. La lideresa negra, recibe tres disparos en la cabeza, uno en el cuello.

La sangre brota de los cuerpos salpicándolo todo. Fernanda Chaves, la asesora de Marielle, estirándose por entre las butacas logró tomar el volante, y frenar el automóvil. Vuelve sobre el cuerpo de su compañera, pero ya no hay nada que hacer, la violencia del sicariato, moldeada hasta la perfección se cobra dos vidas más. Ella es quien da la alerta y en pocos minutos, el círculo íntimo de Marielle Franco recibe la noticia, que en pocas horas ocupara las portadas de todo el mundo.

Marielle, más allá de su cuerpo, ocupa miles de espacios. Su presencia, su esencia, su valentía, su coraje, su experiencia como joven, negra y favelada, acompañan miles de rondas, miles de encuentros, miles de charlas. Marielle vive en miles de jóvenes.

Foto: Esmael Morais

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