Hoy, a partir de las 13 horas se conocerá la sentencia

Hoy a partir de las 13 horas se podrá conocer la sentencia del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa, donde están acusados por homicidio ocho jóvenes exjugadores de rugby. Los jueces María Claudia Castro, Emiliano Lázzari y Christian Rabaia llevaron adelante un juicio prolijo que estuvo marcado por una gran cobertura mediática y fue acompañado atentamente por la ciudanía argentina y no solo.

Los padres de Fernando, Graciela Sosa y Silvino Báez, estarán presentes en el tribunal de Dolores, donde se espera haya una amplia y masiva concurrencia. La sentencia, al igual que las audiencias públicas, será transmitida en vivo a través del canal de YouTube de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires.

Los hechos

Una noche de verano en la costa atlántica argentina terminó en un brutal homicidio. Fue en la madrugada del 18 de enero del 2020, en Villa Gesell, una pequeña localidad característica por sus pinares y sus dunas que tradicionalmente albergó a la cultura hippie y que con el tiempo y la mercantilización del turismo, se llenó de bares y boliches convirtiéndose en una propuesta muy elegida por la juventud que hace sus primeros veranos sin sus padres.

Aquella vez una secuencia de hechos de violencia, lamentablemente característicos de las noches juveniles, y una grave distorsión de los valores morales, fueron algunos de los componentes que se hicieron presentes cuando un grupo de jóvenes, jugadores de rugby, en patota y por la espalda, asesinaron a golpes de puño y patadas a Fernando Báez Sosa, un muchacho de su misma edad, que también veraneaba con sus amigos.

Los fiscales Juan Manuel Dávila y Gustavo García, lograron reconstruir los hechos en torno a la muerte de Fernando Báez Sosa, a partir del testimonio de 23 personas que presenciaron los hechos, y que aportaron fragmentos y detalles claves, que sumados al material audio visual - registrados por las cámaras de seguridad y por los propios testigos-, dieron sustancia a los alegatos y a las acusaciones. Los ocho rugbiers, Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, Matías Beniceli y los primos, Ciro, Lucas y Luciano Pertossi, fueron acusados por homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas en concurso ideal con lesiones.

Previa

La secuencia inició en Le Brique, un local bailable que funciona hace casi 30 años en el juvenil balneario de Villa Gesell, en la costa atlántica argentina. El local, ubicado en avenida Tres, entre avenida Buenos Aires y Paseo Dos, desde aquella noche no volvió a abrir sus puertas. Pasadas las 4 de la madrugada, dentro del boliche, se produce un altercado de violencia entre dos grupos. Por un lado el de los rugbiers, y por el otro el de Fernando Báez Sosa. Según se pudo reconstruir en las audiencias judiciales, uno del grupo de Fernando abría empujado a uno del otro bando–aparentemente a raíz de lo atiborrado que estaba el lugar-, y eso generó un intercambio de palabras e insultos, que no lograron dirimir el conflicto. Por el contrario, como suele suceder, lamentablemente, a los dos en disputa se le fueron sumando el resto, de uno y otro lado. De las palabras y empujones, rápidamente pasaron a los toques en la cara, a las cachetadas, a los agarrones y a los tirones. Fernando que estaba un poco alejado, ante la situación entra en escena y golpea a uno de los rugbiers, que según las reconstrucciones habría sido Máximo Thomsen. Este, instintivamente, reconoce la agresión y responde. En ese momento intervienen los guardias de seguridad privada del boliche, conocidos popularmente como patovicas, quienes irrumpen con violencia quirúrgica para separar a los dos grupos. Algunos de los jóvenes, ante la presencia intimidante de los patovicas, rápidamente desisten de su comportamiento, mientras que otros, entre ellos Fernando y Thomsen, continúan el forcejeo. El rugbier, es inmovilizado por un patovica que lo toma por detrás, a la altura del cuello, realizándole una llave mataleón, produciendo un cierto grado de asfixia. Thomsen -que siendo un muchacho más bien de baja talla, es corpulento-, siguió forcejeando mientras ya era llevado hacia la salida. Ya durante el juicio, Maximiliano Ávila, uno de los miembros de la seguridad del boliche, declaró que en el momento en que Thomsen estaba siendo reducido por sus compañeros, Fernando le dio un golpe de puño en el estómago.

Vas a ver a la salida

El forcejeo entre ambos grupos no quedó registrado en las cámaras de seguridad internas del boliche, pero fue reconstruido a partir de los testimonios. Parte de la secuencia fue grabada por el celular de un testigo, que logró captar un detalle que sería fundamental a la hora de los alegatos. Mientras es arrastrado por los patovicas, Thomsen, libera su mano derecha, señala con el índice a una persona –que se supone es Fernando-, y luego se acerca el dedo a la garganta y lo desliza de izquierda a derecha, en un claro e inequívoco gesto de amenaza de muerte.

Fernando Báez Sosa, a quien durante el forcejeo le arrancaron la camisa, es escoltado en cuero hacía la salida por la puerta frontal. Sus amigos salen voluntariamente por el mismo lugar. Mientras que los rugbiers (con Thomsen y Enzo Comelli, a la cabeza, ambos sujetados por los patovicas), son expulsados por una puerta lateral que atraviesa la cocina. La secuencia también quedó registrada por las cámaras de video vigilancia del boliche y en una de las tomas que grabó con su teléfono celular Lucas Pertossi (uno de los rugbiers) que por su afán de “documentalista” es apodado por sus amigos como Croniquita.

Todos afuera

Según las regulaciones de la provincia de Buenos Aires, respecto a la ley 26.370, de control de admisión y permanencia, los guardias de seguridad privada solo pueden intervenir hasta el límite municipal, entiéndase hasta donde empieza la vereda y la jurisdicción de la policía. Una vez sacados del boliche los jóvenes, que hasta recién estaban peleando entre ellos y profesándose amenazas de muerte, quedan a su suerte y verdad, salvo que este la policía presente, quien debe obligadamente intervenir. Y así sucede por lo general, salvo en algunos casos.

Ya fuera del bar, a las 4:36 de la madrugada –según quedo registrado en una de las cámaras de video vigilancia de la calle-, los rugbiers, aún con la adrenalina del forcejo con el otro grupo de muchachos primero, y con los patovicas después, intercambian golpes y empujones con una persona que no pudo ser identificada, en la vereda frente a Beerland, un bar que está pegado a Le Brique. Este primer incidente, previo al asesinato de Fernando, no pasó a mayores gracias a la intervención de cuatro agentes de policía que se encontraban haciendo tareas preventivas en la cuadra. A este punto hay que considerar que lo reiterativo de estos hechos, decenas por noche, hace que la resolución de los conflictos entre los jóvenes sea precaria, cada parte es invitada a retirarse en sentidos contrarios y listo. A enfriarse y a otra cosa. Generalmente funciona. Generalmente.

La sangre en el ojo

Ya fuera del boliche, Fernando cruza la calle hacia un kiosco donde compra un helado de uva. Sus amigos lo rodean y conversan sobre el altercado con los rugbiers, intentando distenderse y dar vuelta la página. Los rugbiers por el contrario, como ya dijimos, continúan con la actitud agresiva, una conducta que según los testimonios de vecinos de Zarate –la localidad de donde son oriundos-, era común. Esta no era la primera vez que el grupo tenía un altercado en un boliche, ni era la primera vez que provocaban a otros muchachos incentivando reacciones que justificaran la escalada de violencia. Tampoco era la primera vez que en patota se abalanzaban sobre una víctima. Los rugbiers, sobre todo Thomsen, en una actitud predatoria, se quedan con la sangre en el ojo, y se mueven para cercar la presa. Es importante considerar que es en este momento, donde los muchachos podrían haber tomado otro camino, otra decisión y otro destino. Pero no lo hacen.

Después del incidente frente a Beerland, y a instancias de la policía, momentáneamente la patota se disuelve y se funde entre la multitud. A las 4:35, Luciano Pertossi es sacado por la puerta del frente de Le Brique. Ya en la calle es invitado por los efectivos a retirarse rumbo a la avenida Buenos Aires, alejándose del lugar. Pero no se va muy lejos. Apenas sale del rango de visión de los policías, pega la vuelta, cruza la calle y busca reagruparse junto con sus compañeros. Busca regresar al calor de la manda.

El pack se mueve de una vereda a la otra, el último en cruzar es Thomsen, quien ya asume una posición estratégica. Entre las 4:39 y las 4:43, por un momento coinciden los dos grupos de jóvenes y los agentes de policía en la misma vereda. Fernando y sus amigos, no logran percibir el peligro. Los rugbiers en alerta, aguardan la señal para moverse. Finalmente los oficiales se van corriendo alertados por un incidente que estaba ocurriendo en la otra cuadra, dejando la zona momentáneamente liberada.

“Es ahora, es ahora”, dice Ayrton Viollaz, uno de los rugbiers, a las 4:44 horas, cuando nota que el último de los agentes se aleja. El pack de forwards se mueve al unísono, en una coreografía tantas veces ensayadas. Lucas Pertossi se adelanta al grupo y comienza a filmar la secuencia, haciendo foco en la victima. Este gesto fue uno de los puntos en los que se apoyó el Ministerio Público Fiscal para determinar el carácter premeditado, consensuado y en concurso de asalto contra Fernando. En el video filmado por Croniquita, que dura unos 16 segundos, se observa con claridad los primeros golpes que Ciro Pertossi y Enzo Comelli le dan a Fernando, por la espalda, reduciendo no solo la capacidad de respuesta de la víctima, que estaba en completo estado de indefensión, sino que además procuraron de esta forma reducir los márgenes de riesgo, al igual que lo hacen los cazadores. Fernando era en ese momento una presa, un trofeo, como se le escucho decir a Thomsen.

Fuerza bruta

Según las reconstrucciones que pudieron hacer los peritos, la brutal golpiza que le dieron los rugbiers a Fernando Báez Sosa, y que termino con su vida, duró aproximadamente 50 segundos. Después del duro golpe asestado por Enzo Comelli y por Ciro Pertossi, Fernando cae de rodillas y apoya una de sus manos en el piso, intentando aferrarse a algo. Blas Cinalli, otro de los rugbiers, también lo golpea, y seguidamente ataca a los amigos de Fernando con el objetivo de alejarlos. En este sentido es importante considerar que la acción de los rugbiers, más allá de que desperdigaron golpes y amenazas contra varias de las personas presentes, se centró en Báez Sosa. Quien, ya de rodillas, antes de que pudiera realizar acción alguna tendiente a proteger su integridad física, recibe una patada en la cabeza –que según el jefe de los guardias de seguridad, Alejandro Muñoz, se la habría dado Matías Benicelli-. Después de ese golpe, Fernando no volvió a levantarse del piso, y se considera que a partir de ese momento quedó en estado de inconciencia.

“Los ocho imputados se alternaron para pegarle y matar a Fernando”, repitió una y otra vez el fiscal durante las audiencias. Y esta aseveración, fue apoyada no solo por el grafico material audiovisual, sino que además, y más importante aún, por los 23 testigos que ayudaron a recoger detalles y perspectivas múltiples de un hecho muy complejo, dada la cantidad de implicados, y la velocidad del ataque.

Ya con la presa indefensa, y con los posibles obstáculos despejados, Máximo Thomsen, descarga toda su ira, dándole una potente patada en la cabeza a Fernando. Seguidamente arremete contra él, alternando golpes de puño con patadas. Tal fue la violencia, que la zapatilla de Thomsen quedó impresa en el rostro de la víctima. Luciano Pertossi también lo golpeó salvajemente en primera línea.

Croniquita, Lucas Pertossi, después de grabar los primeros segundos del ataque, se sumó al pack de forwards, y colaboró activamente en dar muerte a Báez Sosa. Lo mismo hizo Ayrton Viollaz, que cuando no golpeaba a Fernando, se dedicó a golpear y a mantener en raya a las personas que pretendieron rescatar a la víctima, dejando otras personas heridas con distintos niveles de gravedad.

“Fernando fue fusilado a patadas”, sintetizó durante su alegato el abogado Fernando Burlando, que encabeza la querella que representó a la familia durante el juicio.

“Le dimos vida un buen rato”

“Adentro de Le Brique pintó bondi. Eran un par lo cagamos a palos. Cuando salieron toda la gorra. Se fueron los polis y le dimos vida un buen rato. Dos convulsionaron y supuestamente no tenían signos vitales”. Esta fue la secuencia de mensajes telefónicos que envió Blas Cinalli a las 6:37 de la mañana, casi dos horas después de haber asesinado a una persona.

Fernando Báez Sosa murió según detallaron los peritos forenses por un paro cardíaco traumático por un shock neurogénico ocasionado por múltiples traumatismos de cráneo, que generaron una hemorragia masiva intracraneal intraprenquimatosa. Además se constataron lesiones de gravedad en el hígado, en los pulmones y en el intestino grueso. Fernando Báez Sosa murió en ese lugar, en ese momento, mientras era golpeado salvajemente por un grupo de jóvenes de su misma edad.

También resultaron heridos, Ignacio Vaudagna, Juan Manuel Pereyra Rozas, Juan Bautista Besuzzo, Lucas Begide y Tomás D’Alessandro. Los fiscales presentaron cargos por ‘lesiones leves’ que se suman a los cargos por el homicidio.

La víctima y sus agresores no se conocían previamente a ese día. La primera vez que se vieron, discutieron, pelearon y durante el impasse, en que las aguas se podrían haber calmado, los agresores eligieron realizar un ataque sorpresivo, por la espalda, contundente e inevitablemente fulminante. Un hecho incomprensible.

Foto: Télam / Diego Izquierdo

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