Comisario se suicida al ser detenido acusado de secuestrar y extorsionar a un narco peruano

Por Alejandro Diaz-18 de noviembre de 2022

Hay veces que es prácticamente imposible desasociar conceptos. Otra vez la Bonaerense, otra vez la ‘maldita Bonaerense’ surcada por la cultura de la ilegalidad.

Los oficiales de policía de la provincia de Buenos Aires, de la maldita Bonaerense, habrían secuestrado, torturado y extorsionado a un narco peruano para sacarle dinero. Un acto criminal y de corrupción aborrecible que cobró, en las últimas horas, trascendencia internacional a partir de un hecho como mínimo trágico: Mauricio Christian Dadín -jefe de la Policía de Berazategui, una localidad del sudoeste del Gran Buenos Aires- se suicidó en su despacho, de un tiro en la cabeza, cuando personal judicial se presentó en la dependencia policial con una orden de detención por el secuestro del peruano. Dadín tenía 47 años, y según algunos testimonios era un tipo tranquilo.

En horas de la mañana del pasado miércoles, personal de la Policía Federal Argentina (PFA) y de la Auditoria General de Asuntos Internos (AGAI), se presentó en la Unidad de Policía de Prevención Local (UPPL) de Berazategui para capturar al jefe de esa dependencia, el comisario Dadín, sospechado de participar en el secuestro y extorsión del narco peruano. La orden de detención fue firmada por la jueza María Eugenia Capuchetti, la misma que atiende la causa por el fallido atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Según publicaron varios medios capitalinos, cuando los agentes con orden judicial ingresaron al despacho del comisario, luego de un breve altercado, este desenfundó su arma reglamentaria y les apunto directamente, durante un breve instante la situación cobro mucha tensión, y luego sin más, siempre según los testimonios, Dadín apoyo el arma en su cabeza y gatilló dos veces. La primera vez el tiro no salió, la segunda vez el disparo le causó una muerte casi instantánea.

El secuestro del narco peruano

El peruano, identificado por la prensa como José C, de 66 años, tiene al menos dos antecedentes penales por narcotráfico, uno en el 2010, cuando fue condenado a cuatro años en Jujuy, y otra condena en 2018 a un año y medio de prisión luego de que fuera detenido en Capital Federal, con 100 gramos de cocaína casi pura y documentación falsa.

En enero del 2021, el peruano se presentó ante la División Antisecuestros de la PFA, para denunciar que había sido secuestrado en dos ocasiones por agentes de policía de las fuerzas de seguridad, para exigirle un pago extorsivo. En el primer hecho, habría sido privado de su libertad en su domicilio, donde agentes que se identificaron como miembros de la Gendarmería lo amenazaron con iniciarle una causa por drogas si no pagaba una suma de 800 mil pesos. En la segunda vez, además de ser detenido de forma ilegal, esta vez por policías de la Bonaerense, fue secuestrado y trasladado a la UPPL de Berazategui donde también fue torturado. En esta ocasión los policías le exigían el pago de 20 mil dólares.

La causa liderada por la jueza Capuchetti, logró las detenciones primero del gendarme Mario Andino, y luego de los policías Fabián Darío Rodríguez y Esteban Gastón Solís: “A partir de la información que surgió de las declaraciones indagatorias de los dos oficiales que trabajaban bajo el mando de Dadín y de otras pruebas incorporadas en el expediente, se determinó que el jefe de la UPPL de Berazategui no podía desconocer que la víctima estuvo secuestrada en la dependencia a su cargo”, afirmo una fuente policial al diario La Nación.

La cultura del secuestro de la Bonaerense

La maldita policía de la provincia de Buenos Aires roba, secuestra, tortura, viola y asesina a sangre fría. Por supuesto que no podemos adjudicar estos brutales y abominables comportamientos a todos los agentes, pero son demasiados, miles, los casos criminales que involucran a los efectivos de esta fuerza o sus dependientes locales, que están estructuradas a partir de los mismos elementos. La maldita policía incluye a personajes como Miguel Etchecolatz, o el comisario Luis Abelardo Patti, ambos condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la etapa militar de la dictadura cívico, empresarial y eclesiástica. Etchecolatz, además de todos los crímenes por los que cumplió varias condenas a cadena perpetua, lideraba una banda de secuestradores que servían directamente a los intereses de los empresarios privados, como es el caso denunciado una y mil veces por los familiares de David Gravier, en torno a la apropiación de Papel Prensa.

Luis Patti,en cambio, después de cumplir con las órdenes del terrorismo de Estado se recicló sin ningún problema, apadrinado por el propio Carlos Saúl Menem, en las filas del Partido Justicialista, el mismo partido que acunó y acuna al peronismo y a la mayoría de las expresiones del progresismo argentino.

Otros personajes de la maldita policía, y hay centenas y miles de casos anónimos, son Gustavo Prellezo, Miguel Retana y Sergio Camaratta, todos condenados por el crimen del fotoperiodista José Luis Cabezas. Policías que servían directamente a los intereses del sistema criminal integrado, comunmente llamado mafia.

Otros casos fueron el de la banda del subcomisario Héctor García, que secuestraba gente para extorsionarla en el destacamento de José Ingenieros en el partido de La Matanza. El sargento Justo José López y el subcomisario Walter Abrigo, que fueron condenados por el secuestro seguido de muerte del estudiante Miguel Bru en 1993, considerado como el primer caso de desaparición forzada en democracia (el primero con condena). Otro caso fue el crimen de Natalia Melman, secuestrada, violada y asesinada. Por este hecho fueron condenados el cabo primero Ricardo Suárez, los sargentos primero Oscar Echenique y Ricardo Anselmini. También destaca el caso de Luciano Arruga, asesinado por negarse a robar para la policía. Más acá en el tiempo, y repito, los casos son miles, encontramos la desaparición forzada seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro.

Pero como aprendimos por la terrorífica experiencia de la etapa militar de la dictadura, los milicianos, los policías, no trabajan para sostener solo sus cofres. “Tradicionalmente, en la provincia de Buenos Aires el sistema policial sirvió para financiar la política”, había dicho el entonces subsecretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Marcelo Fabián Saín en el 2002. La caja negra de la policía argentina fue siempre uno de los grandes factores que regulaban, y regulan, el crimen organizado al nivel de la calle. Drogas, piratería de asfalto, desarmaderos, contrabando, prostíbulos, trata de personas, explotación sexual, secuestro, extorsión, violaciones sistemáticas, ejecuciones sumarias entre tantos otros delitos que, prácticamente de manera diaria, cometen los agentes de las fuerzas de seguridad, son posibles gracias al encubrimiento del poder judicial, y a la decisión de una casta política que se sostiene en el permanente connubio con el crimen organizado.

Lamentamos, desde este espacio, el suicidio de Dadín, culpable o no de los crímenes por los que era denunciado, siendo que es una víctima más de un sistema criminal, una mafia “vulgarmente hablando” enquistada dentro de la institución policía.

No en vano la prensa, acertadamente, la bautizó “maldita policía bonaerense”.

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*Foto de portada: ahoraonline.com.ar