La última víctima fue Gumaro Pérez Aguilando, muerto a balazos en Veracruz
Por Jean Georges Almendras -22 de diciembre de 2017

Exactamente a las once horas de la mañana del pasado miércoles 20 de diciembre, dos hombres llegaron a la escuela “Aguirre Cinta” de la calle Rebsamen, de la Colonia Villa Alta, del municipio de Acayucan, en el estado de Veracruz. Conocedores del terreno, desde la entrada del centro escolar fueron internándose por sus instalaciones hasta llegar a un salón de clase. Dentro del salón estaba un grupo de padres y los niños se encontraban en el patio lindero. Ninguno de los presentes se interesó en los dos hombres al punto que consideraron que se trataba de familiares de niños asistiendo al Festival Escolar Navideño. De pronto los dos hombres extrajeron de entre sus ropas dos armas de fuego automáticas, de grueso calibre. Y en los segundos que siguieron se desató el infierno: una lluvia de balas cayó sobre un hombre que estaba acompañado de una mujer. El hombre, no era otro que el periodista Gumaro Pérez Aguilando, de 35 años de edad, y la mujer su esposa. Ambos estaban en el salón mientras su hijo, junto a otros niños, se encontraba en el patio, distante a pocos metros. La pólvora de los disparos de las armas de fuego se esparció en el reducido ambiente y el estruendo causó pánico, y el espectáculo fue de terror: entre gritos y segundos de caos y confusión se pudo constatar que quien se encontraba herido era el periodista, presentando heridas a nivel del cráneo y del tórax. En medio de un charco de sangre, el colega mexicano perdía la vida, mientras los dos participantes del atentado, aprovechando la confusión reinante, se dieron rápidamente a la fuga del lugar. Ni otras personas, ni tampoco los niños que se encontraban prácticamente a escasos metros del punto exacto en el que Pérez era asesinado, resultaron heridos. Pero el efecto traumático, para niños y adultos, fue de magnitud.

Gumaro Pérez Aguilando, era un periodista muy querido en el círculo de trabajadores de la prensa de la región, y el atentado –el número doce contra periodistas y reporteros gráficos, en este año 2017- conmocionó a la población de Acayucán, donde Pérez además era funcionario del Municipio.

Las informaciones locales dieron cuenta que Gumaro Pérez, estaba vinculado al diario “Voz del Sur”, pero que recientemente no estaba afectado a coberturas de seguridad o de justicia, o de corrupción o de política. De todas maneras, la vida laboral del colega era seguida atentamente por el periodismo regional ya que se trataba de un profesional serio. Pero además, fuentes autorizadas de las asociaciones de periodistas de la región, puntualizaron que sobre Gumaro Pérez pesaban medidas cautelares y de protección, pero exclusivamente para los momentos de coberturas, porque ya anteriormente había sido objeto de amenazas.

El secretario de la Asociación de Periodistas Juan José Barragán dijo que la violencia en Acayucan “va en aumento y es urgente que se haga algo para detener esta situación. El hecho de que a Gumaro Pérez lo hayan asesinado en una escuela nos deja conmocionados. Él tenía quince años como reportero y siempre se dedicó a la nota roja, pero desde hace cuatro años entró al área de comunicación social del ayuntamiento local y ya no se dedicaba al cien por ciento al trabajo de reportero, sino que lo hacía de manera esporádica”.

Con el correr de las horas, tras el atentado, las autoridades locales iniciaron las investigaciones de rigor y en ese marco, desde fuentes oficiales se difundieron noticias sobre las causas del ataque a Gumaro Pérez, atribuyéndolo a una situación ajena al trabajo periodístico. En tal sentido se hizo trascender la información de que el periodista fue asesinado por integrantes de una organización criminal en el contexto de una diferencia personal, ya que él formaría parte de una facción criminal contraria.

Esta información –que fue manejada inclusive por la Fiscalía- causó malestar entre los periodistas locales manifestando que uno de los aspectos más reprochables de las autoridades es que antes de investigar o buscarse caminos para que el crimen no quede impune, lo primero que se hace es desprestigiar a la víctima.

Precisamente, voceros de la organización periodística “Artículo 19” (que se ha caracterizado por denunciar los asesinatos de periodistas en México y de temas relacionado con la defensa de la libertad de prensa) dijeron recientemente que “en México un periodista es agredido cada 15.7 horas, que el 50.7% el agresor es un funcionario público, y que la impunidad (en éste tema de muerte de periodistas) es evidente. Se puede matar un periodista sin ser identificado”

Esta nueva víctima del crimen organizado regional y de elementos corruptos, seguramente ligados a figuras políticas locales, forma parte de la escalada de violencia que sufre desde hace años el sector prensa en México. La nómina de periodistas y de fotógrafos de ambos sexos, asesinados o que sufrieron intentos de asesinato es extensa en ese país, y de hecho se constituye como uno de los temas más preocupantes para el periodismo mexicano y del mundo.

Estos atentados, bajo modus operandi de diverso tenor y que se registran en diferentes zonas del territorio mexicano, son sin duda una forma muy bárbara de amedrentar al periodismo libre, conformando uno de los más graves hechos que el gobierno de Enrique Peña Nieto, debe enfrentar.

Sin perjuicio de las particularidades del hecho criminal en sí, la muerte de Gumaro Pérez se suma al clima de violencia que se vive en Veracruz, tomando en cuenta que el colega no era la primera vez que sufría una situación de atentado contra su persona.

Se pudo saber que ya en el año 2012, Gumaro Pérez, desempeñándose como periodista de hechos policiales, ya había sido agredido por autoridades durante la administración del ex gobernador Javier Duarte, acusado de actos de corrupción, y hoy preso. Oportunamente el colega fue golpeado en las instalaciones de la Agencia Primera del Ministerio Público de Acayucan, cuando investigaba casos de homicidios en el Municipio. Por aquellos días Gumaro Pérez había grabado con su cámara a los agresores, pero ellos destruyeron el material gráfico y lo golpearon en el rostro. El periodista denunció los hechos; y también en el año 2013 fue víctima de una golpiza por policías, cuando junto a otros periodistas, cumplía tareas de cobertura de una protesta del Movimiento Magisterial Popular de Veracruz (MMPV) en contra de la reforma educativa.

Pero en el municipio de Acayucan, allí en Veracruz, el crimen de Gumaro Pérez, no ha sido el único. En agosto de 2017 fue asesinado el periodista Cándido Ríos, cuando se encontraba junto a otras personas, en instalaciones de otro municipio, en la ruta 180. Ubicado frente a un comercio fue abordado por varios desconocidos y uno de estos lo acribilló a balazos. El periodista Ríos, que formaba parte del Programa de Protección de periodistas defensores de los DDHH, y que trabajaba para el diario de Acayucan, agonizante, fue llevado al hospital y en el trayecto se produjo su deceso.

De todo este contexto de violencia contra el periodismo mexicano, hay que destacar, por ejemplo, que la ONG “Artículo 19” emitió un comunicado en el que se puntualizó “que en México 23 periodistas permanecen desaparecidos sin que hasta ahora las autoridades brinden verdad y justicia en los casos”.

Irónicamente, este comunicado se daba a conocer el público, prácticamente cuando el periodista de Acayucan, Gumaro Pérez realizaba su último posteo en Facebook, poco antes de ser asesinado en la escuela de su hijo.

Y precisamente respecto a los atentados mortales contra periodistas en México, cometidos cuando estos se encontraban cerca de sus hijos, hay que recordar cinco casos específicos, en el correr de los últimos años, incluido el caso de Gumaro Pérez: en el año 2008, fue asesinado a tiros en la ciudad de Juárez, el periodista Armando Ramíres; en el mes de julio de 2016, en el estado de Veracruz, fue asesinado Pedro Tamayo; mientras que en el 2017 se registraron dos casos, en el mes de marzo: fue muerto a tiros, en Veracruz, el colega Ricardo Monlini, y en Chiuahua, fue asesinada igualmente a balazos, la periodista Miroslava Bresch.

Como decíamos al comienzo, a lo largo del año que corre y que ya culmina, la nómina de periodistas asesinados con armas de fuego en Mèxico, alcanza a doce.

Literalmente, doce mártires de la información libre antimafiosa, que tienen nombre y apellido y a los que desde nuestra redacción homenajeamos emotivamente, solidarizándonos con sus respectivas familias y seres queridos, que hoy sufren la pérdida física de cada uno de ellos y la vigencia de una impunidad vergonzosa respecto a la identidad de los asesinos materiales y de los asesinos intelectuales.

Los mártires son: Cecilio Pineda Brito; Ricardo Monlini Cabrera; Miroslava Breach Velducea; Maximino Rodríguez Palacios; Filiberto Alvarez Landeros; Javier Valdez Cárdenas; Jhonatan Rodríguez ; Salvador Adame; Luciano Rivera; Edgar Esqueda (fotógrafo); Cándido Ríos y Gumaro Pérez.

También en este 2017 se intentó atentar contra las vidas de otros colegas: Sonia Cordiva, Julio Omar Gómez y otro colega cuya identidad no fue difundida por razones de seguridad.

Un panorama estremecedor. Un panorama que debería avergonzar o quizás hasta llevarlo a la dimisión, al actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, ya que solo en su gestión, la nómina de periodistas asesinados alcanza a la friolera de 39 víctimas, sin contar con una brutal situación de violencia en ámbitos del narcotráfico, en ámbitos de los activistas de comunidades indígenas, y en ámbitos de organizaciones defensoras de DDHH.

Treinta y nueve seres humanos abatidos por el crimen organizado. Abatidos por informar libremente. Por Informar sobre el accionar criminal de hombres del delito (del narcotráfico), en sociedad con hombres del poder gubernamental y político mexicano, o de grupos empresariales de poder económico.

Y por si fuera poco, la impunidad, que se constituye como un ingrediente más de la vida nacional mexicana. Una impunidad en extremo activa, vigente y tenebrosa, para favorecer mafias, narcos, sicarios y corruptelas y poderíos, de funcionarios del Estado, operando al margen de la Ley, dentro del territorio mexicano, con sus manos tintas de sangre.

Y Enrique Peña Nieto, como si tal cosa.

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*Foto de Portada: www.publinews.com
*Foto 2: www.elvigia.com