Control social for export

Casi como tomarse una pastillita y curar la enfermedad. Con esta impronta se presentó la llamada megacárcel, recientemente inaugurada en El Salvador. Es que el proceso criminal de centroamérica se consolidó de manera preocupante. Las Maras, hoy, son un fenómeno criminal y social que, hasta hace poco, amenazaban con no reconocer los límites y llevarse puesta a la democracia del castigado país centroamericano, al menos desde ese particular aspecto de criminalidad cercenando los derechos más fundamentales de una sociedad que se considere soberana.

Según Abraham Ábrego, director de Litigio Estratégico de Cristosal -una ONG de esa nación-, en diálogo con Pagina/12 afirmó: "Es una contradicción que en pleno siglo XXI se siga insistiendo en modelos arcaicos de persecución criminal".

La pregunta es, más allá de las anunciadas y obvias razones de seguridad, ¿para qué se está utilizando la represión carcelaria dentro de El Salvador?

Desde el pasado 24 de febrero, las 40 mil plazas del Centro de Confinamiento del Terrorismo de Tecoluca (CETCOT), se vienen completando con sucesivos desfiles de personajes de cabezas rapadas y torsos tatuados. Los pandilleros a los que el presidente Nayib Bukele prometió una guerra abierta, hicieron su aparición en TV, pidiendo en medio de llantos, una suerte de “disculpas” al pueblo salvadoreño, al que tantas vidas arrebataron.

La mano dura que se esgrime en este enfrentamiento declarado, no solo cambia el curso de los planes de las Maras -por ahora-, que hicieron lo que quisieron en estas últimas décadas, sino también que cobra víctimas y derechos en igual orden, a los que no tienen nada que ver con ningún bando en disputa.

El plan de El Salvador contra el crimen organizado hoy es aplaudido por la ultraderecha de varios países y cosecha elogios en varios sectores de la ciudadanía común, no así de algunas organizaciones que plantean un inquietante interrogante: ¿el problema se soluciona queriendo enterrarlo con represión? O quizás con un plan integral de desarrollo social que incluya una política de seguridad entre sus estrategias, y que pueda ser una solución a largo plazo.

Todas las ongs coinciden y denuncian que, a un año de las medidas tomadas, los derechos de ciudadanos inocentes son afectados en redadas masivas.

“A nivel regional y global, esta confusión entre narcotráfico, terrorismo y otras redes criminales habilita una agenda de militarización y restricciones de derechos que en los Estados Unidos y Europa están asociadas a la 'guerra contra el terror' y que es también promovida en países en los que no existen hipótesis de amenazas terroristas. Finalmente, la asociación entre ambos fenómenos no conduce a la elaboración de mejores políticas para abordar a ninguno de los dos problemas”, predica un informe del CELS titulado “La guerra interna - cómo la lucha contra las drogas está militarizando América Latina”.

Y en este punto, vale la pena destacar que las Maras son un fenómeno que fue exportado desde norteamérica. Una coyuntura que fue alimentada gracias a la confluencia de la deportación de pandilleros y el contexto de la guerra civil que se padeció en El Salvador entre 1980 y 1992. O sea, soltamos al perro con rabia y luego mandamos al veterinario con un tratamiento, que enferma más de lo que cura.

Los imponentes muros de 11 metros de altura rodeados de cercos electrificados y de una cuantiosa seguridad, no esconden nada de fascinante ni heroico cuando analizamos las razones laterales de tal infraestructura; ya desde el vamos, tal régimen no admite la resocialización de los detenidos. Tal algarabía cuando se habla de solución estructural contra la violencia, supone una hipocresía que suma daño colateral, según apunta Ábrego: “Se le llama centro de confinamiento del terrorismo, pero ya de entrada es una estigmatización, porque probablemente muchas de las personas que estén albergadas en ese centro ni siquiera puedan ser consideradas terroristas". De más está decir, que fue el mismo presidente quien admitió que existen detenciones arbitrarias.

El educador Luis Colato Hernández denuncia que "hay casos de docentes que salieron a defender a sus alumnos, que eran detenidos y vapuleados en la vía pública. También intelectuales y académicos que cuestionan al régimen".

¿Muerto el perro?

Ábrego también explicó que Bukele supo sacar rédito de la violencia estructural, de cara a las próximas elecciones, y "ha sabido vender la idea de equiparar el régimen de excepción con una guerra contra las pandillas".

Según Colato Hernández, "muchos creemos que el régimen guarda las pandillas, pero no resuelve el problema de fondo porque piensa en un futuro seguirlas utilizando. En este momento se plantea la posibilidad de la reelección, que está prohibida por nuestra Constitución. Pero queda latente en la población la idea de que si no se apoya la reelección las pandillas van a ser liberadas de nuevo", el docente también habló de que "hubo arreglos bajo la mesa de estos grupos terroristas con el gobierno vigente".

Aunque aún se carece de información oficial, algunos expertos coinciden de que las pandillas fueron desplazadas de su territorio, y por la persecución están manteniendo un bajo perfil, mientras tanto la mágica solución de las megacárceles se está transformando en un modelo exitoso de exportación para los aquejados e inseguros países de América Latina.

Foto: Presidencia de El Salvador