LA HUMILDAD DEL PAPA FRANCISCO Y LA NO SANTIDAD DE BENEDICTO XVI
- Giorgio Bongiovanni
- 403
"Por sus frutos los conoceréis"Joseph Ratzinger, el 265º Papa de la Iglesia Católica, falleció el 31 de diciembre del 2022. Creyentes y laicos han mostrado su cercanía y respeto en los últimos días, como debe ser. Benedicto XVI renunció en el 2013 y el Papa Bergoglio ascendió al trono papal poco después. El cónclave que lo eligió el 13 de marzo del 2013, le pidió que diera comienzo a una obra de reforma radical de la Curia romana, cuya nueva constitución apostólica, Praedicate Evangelium, publicada el 19 de marzo del 2022, combate la pedofilia del clero. A pesar de ello, fue acusado de "idolatría" y "herejía" por una mezcla de importantes personajes cercanos al Vaticano y por figuras altisonantes de los círculos conservadores de la Iglesia: historiadores, sacerdotes, nobles, eruditos y teólogos nostálgicos del anciano Papa emérito. También llegaron duras críticas de otros ilustres "opositores" como los cardenales Brandmüller, Urosa Savino, Müller y Burke; o los obispos Viganò, Azcona Hermoso, Schneider, Voderholzer y Eleganti. En ese momento criticaron abiertamente al Papa por fraternizar con el Gran Imán de la mezquita de Al-Azhar. Y más de una vez Viganò comparó a Francisco con un 'títere' en manos de la masonería. Ahora que los restos mortales de Ratzinger descansan en las Grutas del Vaticano, una nueva y más despiadada campaña de denigración ha vuelto a golpear al Papa Francisco. En concreto, el arzobispo Georg Gänswein, secretario personal del Papa emérito y, aunque sólo formalmente, prefecto de la Casa Pontificia, ha escrito un libro con el vaticanista Saverio Gaeta -"Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI" (Editorial Piemme)- con el riesgo cierto de provocar una verdadera división dentro de la Iglesia Católica. En el libro, monseñor Gänswein vuelve al momento en que, a principios del 2020, Francisco lo destituyó efectivamente como prefecto de la Casa Pontificia. "Quedé estupefacto y sin palabras", escribe el prelado definiéndose a sí mismo como "un prefecto reducido a la mitad". Según su reconstrucción, el Papa le dijo: "Seguirás siendo prefecto, pero no volverás a trabajar a partir de mañana", una decisión que Benedicto XVI, de nuevo según Gänswein, comentó irónicamente diciendo: "Creo que el Papa Francisco ya no confía en mí y te ha nombrado mi guardián". La respuesta de Francisco durante el Ángelus de la fiesta del bautismo de Jesús fue simbólica: "El chisme es un arma letal: mata, mata el amor, mata la sociedad, mata la fraternidad. Preguntémonos: ¿soy una persona que divide o una persona que comparte?". Posteriormente, el Papa y el arzobispo se reunieron en audiencia privada en la biblioteca del Palacio Apostólico para una primera aclaración. Desafortunadamente, los ataques a Francisco parecen destinados a continuar en los próximos meses. Ciertamente es legítimo expresar opiniones o críticas, incluso duras, sobre la obra del Pontífice. Sin embargo, por honestidad intelectual es preciso reconocer que Benedicto XVI no fue un santo. Por ejemplo, no es posible compartir su posición sobre el "celibato sacerdotal": "La posibilidad de ordenar hombres casados representaría una catástrofe pastoral, una confusión eclesiológica y un oscurecimiento de la comprensión del sacerdocio", dice el Papa emérito en el libro escrito con el cardenal guineano Robert Sarah. Seguir obligando a sacerdotes, obispos y cardenales a permanecer célibes lleva al hombre a someter un instinto humano: el de la creación de la vida que también participa del acto sexual. Refrenar este instinto ha llevado a sacerdotes, obispos y cardenales a cometer actos sexuales de violencia sin precedentes contra tantos niños inocentes. Delitos muchas veces silenciados, ocultos y protegidos por los altos órganos de la Iglesia. Hechos probados por cientos de investigaciones. Además, antes de convertirse en Papa, Ratzinger, del 25 de noviembre de 1981 al 2 de abril del 2005, fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Este nombre es el "nuevo disfraz" de la Santa Inquisición (luego conocida como Santo Oficio), esa orden criminal que hizo de verdugo y asesino, y que llevó a la muerte, en nombre de la conversión, a miles de indios en la época de la colonización. Actos contra la humanidad que se perpetraron enviando a la hoguera a decenas y decenas de librepensadores (sobre todo recordamos el asesinato de una figura como Giordano Bruno) y opositores a los Estados Pontificios. Todo en nombre de una supuesta tutela de la doctrina de la Iglesia Católica. Recordemos que, en su rol de Prefecto, Ratzinger nunca modificó el documento de la Iglesia de 1962 llamado 'Crimen Sollicitationis' enmendado por el cardenal Alfredo Ottaviani -entonces Prefecto del Santo Oficio- y que contenía instrucciones para todas las diócesis del mundo sobre cómo llevar a cabo los procesos relativos a los abusos sexuales de los sacerdotes. En resumen, el documento apuntaba más a proteger la imagen de la institución de la Iglesia que a hacer justicia, ya que la pena máxima prevista para un sacerdote, en caso de abuso, era la "expulsión" de la diócesis a la que pertenecía. Y para colmo, siempre según las reglas del Crimen Sollicitationis, todo debía permanecer en total silencio. Ratzinger, que siempre denunció -de palabra- la pedofilia dentro de la Iglesia, no solo nunca modificó ese documento, sino que, a través de una carta, se hizo cargo de todas las investigaciones sobre abusos sexuales, aplicando incluso a las mismas el secreto pontificio (después eliminado por el Papa Francisco). Según esta directiva, todos los expedientes de investigación de las distintas diócesis debían ser enviados al Vaticano, lejos de las investigaciones del poder judicial. Por el contrario, el Papa Francisco en los últimos años trató de renovar la Iglesia desde sus cimientos. La "revolución" de Francesco se hizo manifiesta cuando, tomando de la mano a Don Luigi Ciotti, recibió y consoló, bendiciéndolos, a las familias de las víctimas de la mafia. Un mal, esta última, atacado varias veces por el Pontífice. En nada menos que once discursos oficiales, subrayó que la mafia es el mal y por lo tanto se opone a Dios. Pero sobre todo es el único Papa que, como autoridad suprema, decidió la excomunión de los mafiosos de la Iglesia Católica (la pena eclesiástica más severa: implica la exclusión de uno o más de sus miembros de la comunidad de fieles a causa de graves y obstinadas infracciones a la moral y/o a la doctrina reconocida, ndr)."Cuando la adoración del Señor es sustituida por la adoración del dinero -dijo desde el altar de la misa en Piana di Sibari el 21 de junio de 2014- se abre el camino al pecado, al interés personal y al abuso. Cuando no se adora al Señor -prosiguió- uno se vuelve adorador del mal, como lo son los que viven de la mala vida, de la violencia; vuestra tierra, tan hermosa, conoce las consecuencias de este pecado. La 'Ndrangheta es esto: adoración del mal y desprecio del bien común. Este mal hay que combatirlo, hay que extirparlo, hay que decirle que no. La Iglesia, que está tan comprometida con la educación de las conciencias, debe esforzarse cada vez más para que prevalezca el bien. Lo piden nuestros jóvenes, necesitados de esperanza. Para poder responder a estas necesidades, la fe puede ayudarnos. Los que no están en este camino del bien, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, están excomulgados". Lo reiteramos, hoy se conocen las luchas del Papa contra la pedofilia y el crimen organizado dentro de la misma Iglesia presidida por él. Esperamos, por tanto, que el Papa pueda continuar su camino de evangelización de la Iglesia de Pedro y, sobre todo, esperamos que siga teniendo el coraje para, finalmente, denunciar a todos los personajes poderosos que han ocupado y siguen ocupando lugares de poder indignamente. Un poder que, por desgracia, siempre fue bien visto y apoyado por Benedicto XVI. Foto: diseño de Paolo Bassani . Artículos relacionados |