…fue en el acto de desembarcar clandestinamente a mediados de 1945

U-Boot-Lo habíamos adelantado

Parte 2

Por Juan José Salinas, de Pájaro Rojo (*)-16 de octubre de 2022

Fue dinamitado, todo indica que para encubrir el hecho. Su aparición pulveriza un informe oficial del Estado argentino, el de la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades Nazistas en Argentina (Ceana) creada por el presidente Menem en 1997.

“Si tiene cola de león, melena de león y ruge como un león…”.

Los restos fragmentados de una nave que se encontraron recientemente a poca profundidad en Playa Bonita, cerca del puerto de Quequén, resulta obvio, corresponden a un submarino alemán hundido por sus tripulantes al finalizar su desembarco clandestino a mediados de 1945, según la evidencia histórica publicada hace ya dos décadas en Ultramar Sur. La última operación secreta del Tercer Reich (Norma, 2002).

El hallazgo le fue comunicado a la Prefectura Naval Argentina por el grupo Eslabón Perdido, encabezado por el periodista Abel Basti el pasado 9 de marzo, lo que motivó que en junio la PNA realizara un reconocimiento de dichos restos (parte de los cuales permanecen cubiertos por la arena) con buzos y cámaras de video. No obstante, y a pesar de haber registrado ocho horas de grabaciones, la PNA no pudo informar a qué nave pertenecieron.

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Y es que, por insólito que parezca, el naufragio de esa nave, de aproximadamente unos 80 metros de eslora, no figura en ningún registro. Tampoco hay denuncias de tripulantes desaparecidos ni intervención alguna de compañía de seguros.

Ante esta extrañísima circunstancia, el grupo Eslabón Perdido encomendó sendas pericias de los videos a peritos nacionales y extranjeros. A mi juicio, no hay duda de que se trata de un submarino, pues en los videos no se advierte ninguno de los elementos que caracterizan a los navíos que navegan en superficie como puentes de mando, chimeneas, barandillas u ojos de buey.

La existencia de varios submarinos alemanes hundidos por sus tripulaciones en el litoral marítimo argentino y particularmente en las inmediaciones de Necochea y en la rionegrina Caleta de los Loros, se desprende de la atenta lectura de Ultramar Sur, libro que refutó las conclusiones de la Comisión Nacional de Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en Argentina (CEANA) creada en 1997 por el presidente Carlos Menem y cuyo funcionamiento fue prorrogado por su sucesor, Fernando De la Rúa, hasta 2002.

Menem parece haber creído firmemente que en la Caleta de los Loros había un submarino hundido. Porque casi simultáneamente a la creación de la CEANA le ordenó a la Armada que averiguara que había de cierto en ello. Así fue que se puso en marcha la Operación Calypso. Que, si bien no encontró ningún submarino, registró importantes “anomalías magnéticas”. Lo que parece indicar que el U-Boot ha quedado enterrado en la arena del fondo. Entero o fragmentado.

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“Dos y sólo dos”

La CEANA tuvo un capítulo dedicado a la investigación de los submarinos alemanes que se dirigieron a la Argentina tras el fin de la guerra en Europa, investigación que estuvo dirigida por el historiador canadiense Ronald Newton quien, jactancioso, concluyó en apenas un año que aunque “el público espera explicaciones de ficción barata (…) se conoce el destino de los 1.171 U-Boote puestos en servicio antes de mayo de 1945. Dos y solo dos se dirigieron a la Argentina (…) es imposible demostrar que otro U-Boot haya arribado a las costas argentinas. Una hipótesis tal es ciertamente improbable”.

Por más negador que fuere, Newton no pudo dejar de consignar la entrega de dos submarinos alemanes en la Base Naval de Mar del Plata, el U-530 el 10 de julio y el U-977 el 17 de agosto de 1945. Bajo intensa presión de Washington ambas naves y sus tripulantes fueron redirigidos hacia los Estados Unidos.

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Horas antes de la rendición del U-530, parece haber habido desembarcos de tripulantes de submarinos alemanes entre Miramar y Mar del Sur, y puede concluirse con facilidad que llegaron a las costas bonaerenses o patagónicas, además de los dos que se entregaron en Mar del Plata, tres o más submarinos. Y que las tripulaciones de dos desembarcaron clandestinamente cerca de Necochea.

Así lo atestiguaron ante una comisión del Congreso argentino marinos alemanes (ex tripulantes del acorazado Admiral Graf Spee, hundido frente a Montevideo en 1939) quienes dijeron haber asistido desde tierra a esas maniobras, al término de las cuales llegaron a tierra firme unos ochenta camaradas; algunos de los cuales tenían el aspecto de ser altos jerarcas del régimen depuesto.

Los declarantes supuestamente estaban entonces recluidos en centros de internación. Pero el régimen era tan laxo que en la práctica salían de ellos cuando se les antojaba.

El diario Crítica publicó el 18 de julio que dos submarinos avistados antes frente a San Clemente, habían sido ubicados y perseguidos por buques y aviones de la Armada, y recordó que días antes se había encontrado un bote de goma abandonado en una playa cercana a Necochea.

El redactor especulaba sobre la posibilidad de que Hitler y Eva Braun lo hubieran utilizado para desembarcar. Debió haberlo hecho luego de haber leído un despacho urgente de la agencia estadounidense United Press fechado en Londres.

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Avistajes aquí y allá

El martes 17 había sido un día muy especial. ya que se avistaron parejas de submarinos tanto en Río Grande do Sul, Brasil -como ya se verá- como en San Clemente del Tuyú. El oficial de la policía bonaerense Pedro Longhi, a cargo del puesto de Mar de Ajó, informó del avistamiento de un submarino frente a las costas de San Clemente (pronto se establecería que los avistados por decenas de lugareños habían sido dos). Como ese mismo día, el presidente, general Edelmiro Farrell, y el vicepresidente Juan Domingo Perón firmaron el decreto 16.162 que entregó a Washington y Londres el U-530 y su tripulación, quedaba claro que los submarinos llegados a las costas sudamericanas eran, como pocos, cinco.

El aviso de Longhi hizo que el Estado Mayor de la Armada emitiera el radiograma 1505 / 802 por el que le informó al Ministerio de Marina que a las 9 de ese día civiles habían avistado un submarino a unos tres kilómetros de la playa de San Clemente del Tuyú y que el mismo se había sumergido ante la presencia de un avión. “Volvieron a verlo diez horas después más al sur sumergiéndose”, añadió, en referencia a otros testigos.

Otro radiograma -que carece de fecha, pero que parece obvio fue simultáneo o inmediatamente posterior a aquel- fue remitido al comandante de la Escuadra de Mar y recibido por el capitán de navío José J. Almagro. Una vez descifrado, decía así: “Se espera que antes del 22, otro submarino alemán tome puerto o desembarque personal en nuestra costa. Se supone que operará entre río de la Plata y cabo Blanco. Explorar proximidades de la costa y apresarlo. Escuadra de Río extenderá su exploración aérea hasta Necochea y de superficie hasta Querandí”.

A las 15, el Ministerio de Marina comunicó a las escuadras de Mar y de Río, y a la Prefectura, que la Secretaría de Guerra le había transmitido a las 14.10 que la policía de la provincia de Buenos Aires tenía informes fidedignos de que en San Clemente se había avistado un submarino.

El capitán Isaac Francisco Rojas, secretario del ministro Vernengo Lima, se había puesto de inmediato en contacto con “el señor Longui (sic), que lo había visto” y un nuevo radiograma de la Armada confirmó que, efectivamente, el oficial Longhi había informado a Rojas del avistaje, aproximadamente a las 9 de “una embarcación (yendo) hacia el lado del faro de San Antonio, poco identificable debido a la neblina. Que poco después, con sol, pudo constatar que era una embarcación que en nada se parecía a los buques comunes y que, comparándola con las fotografías publicadas del U-530, la encontró parecida a ese submarino. Que estaba como parada a unos 3.000 metros de la costa. Que de la torrecilla salían dos cables, uno hacia la proa y otro hacia popa. Que no tenía chimeneas. Que al aproximarse un avión se sumergió. Que más tarde, a eso de las 10.00 horas, lo vio él y otras personas un poco más al sur, como si se dirigiera hacia Mar del Plata. Mar calmo. Que luego se sumergió otra vez, no viéndolo más”.

Las “esferas oficiales” de Londres daban por desembarcado a Hitler

Al U-530 le había faltado un bote de goma, y un bote de goma había sido encontrado en las cercanías de Necochea a fines de junio o a principios de julio, recordó un sustancioso despacho de la agencia estadounidense United Press fechado en Londres el 18 de julio que casi con total seguridad le había servido de base al anónimo redactor de Crítica.

Ese detalle no era lo más importante de su texto. La lectura del cable dejaba sin respiración. Contenía cinco informaciones, a cada cual más resonante, en este orden:

-En las “esferas oficiales de esta capital -Londres- se insiste en que Hitler desembarcó en la Argentina el 30 de junio último, transportado por el U-530”.

-Esas mismas fuentes daban “crédito a la versión de que el bote de goma de que se hallaba dotado el submarino rendido en Mar del Plata” se había encontrado “diez días antes de su rendición”.

-Interpol había lanzado una orden de captura internacional contra Hitler.

-El U-530 -siempre de acuerdo con fuentes gubernamentales británicas- formaba parte de un convoy de, al menos, seis submarinos.

-Los U-Boote que integraban ese convoy no sólo habían hundido al crucero brasileño Bahía, sino que también habían desembarcado a un grupo de dirigentes nazis en algún lugar de la costa argentina.

Que fuentes oficiales británicas dejaran trascender estas informaciones era francamente inusual. Quizá la razón del desliz deba buscarse en la situación política interna de Gran Bretaña durante aquellos días de campaña electoral. El 25 de julio se celebraron elecciones generales y contra todo pronóstico Winston Churchill y el Partido Conservador fueron derrotados por la oposición laborista. Fue un hecho tan conmocionante que durante largos días se mantuvo en secreto el resultado de los comicios pretextando dificultades en el escrutinio, a fin de no debilitar la posición del maltrecho Imperio en la conferencia de Potsdam, en la que el Reino Unido estaba representado por el derrotado Churchill. Que tardó en ser reemplazado como primer ministro y también en dicha cumbre por el laborista Clement Richard Atlee.

En aguas de Brasil

Ese mismo día, el martes 17 de julio, como ya adelantamos, pescadores de un pueblo de Río Grande do Sul habían visto dos submarinos. La noticia la escuchó por radio el capitán de corbeta Daniel Dos Santos Parreira, comandante del destructor Babitonga, que hacía ya cuatro días que perseguía a uno o dos U-Boote, cerca de la línea del Ecuador. En el informe que redactó para sus superiores, Dos Santos Parreira conjeturó que era “muy probable que estas naves sean las responsables del hundimiento del crucero Bahía”, episodio ocurrido cerca de allí el pasado 4 de julio, con un saldo luctuoso de 336 muertos, más que las 323 víctimas que produjo el hundimiento del crucero General Belgrano por el submarino nuclear británico HMS Conqueror.

El Babitonga había iniciado la persecución el 13 de julio luego de haber detectado la presencia de dos cuerpos sumergidos a unas 1200 yardas (poco más de un kilómetro). Parecían submarinos, y como no obtuvo respuesta a sus reiteradas solicitudes de identificación, Dos Santos Parreira, dio la alarma a las naves que integraban el Grupo de Tareas que buscaban los náufragos del Bahía y ordenó perseguirlos, acción que ejecutó hasta el 18 de julio.

Ese día, el miércoles 18 de julio, el Babitonga volvió a captar nítidas señales de la presencia de un submarino. Escuchando los hidrófonos, los técnicos del destructor concluyeron que intentaba pasar inadvertido, moviéndose muy lentamente, con sus hélices girando a pocas revoluciones por minuto. Luego de aumentar la velocidad de las propias hélices para descartar que el sonar estuviese transmitiendo un eco propio, el Dos Santos Parreira idenó el ataque con cargas de profundidad convencionales y las de nuevo tipo, las letales Hedge-Hogs.

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En medio de la refriega algunos tripulantes observaron cómo emergía fugazmente “a unas ochocientas yardas (unos 730 metros) un objeto negro y brillante”, con aspecto de “casco acostado”. El objeto se sumergió mientras desde el Babitonga le disparaban un cañonazo, tras lo cual aparecieron en la superficie grandes bolas de agua, señal de que la inmersión había sido muy rápida.

Tras la serie de cargas de profundidad lanzadas a continuación, los tripulantes del Babitonga no observaron ninguna señal. Sobrevino una calma tensa y el uso intensivo del sonar y los hidrófonos. Horas después el sonar detectó nuevamente un submarino en fuga, presumiblemente el mismo. El comandante ordenó perseguirlo y arrojar una nueva serie de cuatro cargas de profundidad. Esta vez, los artilleros tuvieron mejor suerte, pues afloró una mancha de aceite “de 300 yardas (unos 275 metros) de circunferencia” de la que el comandante ordenó tomar rápidamente una muestra efectuando un giro a toda máquina para no perder el rastro de su presa.

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La aparición de esa mancha era una señal dudosa: podía indicar que el submarino había sido hundido o al menos dañado, pero un marino con la experiencia de Dos Santos Parreira también sabía que era habitual que los comandantes de los lobos grises acosados ahuecaran el aceite usado de las sentinas para despistar a sus perseguidores.

En aguas argentinas

Ese mismo 18 de julio, mucho más al sur, frente a las costas de San Antonio Oeste, provincia de Río Negro, en el Golfo de San Matías, el torpedero argentino “Mendoza” detectó el periscopio de un submarino desconocido e inició una persecución de casi dos horas en la que lanzó ocho cargas de profundidad. Varios buques de la Marina de Guerra participaron de la búsqueda del misterioso submarino hasta el el viernes 20. Pero el sábado, sin dar ninguna explicación, el ministro de Marina, almirante Héctor Vernengo Lima, ordenó que todos los buques abandonaran la búsqueda y regresaran a sus bases.

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El historiador Ernesto G. Castrillon, coautor de Tras la estela de los lobos grises, escribió en el diario La Nación que documentos secretos correspondientes a los meses de julio y agosto de 1945 desclasificados por la Armada argentina, dejan constancia de “la presencia de periscopios o de submarinos en las playas de Necochea y de San Clemente del Tuyú”.

Debería ser así (*) puesto que el jueves 24 de julio a las 15.20, el prefecto general marítimo (por entonces, la Prefectura Naval dependía de la Marina) contralmirante Francisco J. Clarizza, comunicó al Ministerio de Marina que a las 14 de ese día, el subprefecto inspector a cargo de la costa marítima, Demetrio Vergara, había recibido a un conocido empresario pesquero, el señor Alfaro, quien le había informado que en la víspera, a las 18, desde la estación Copetonas del Ferrocarril del Sur -a la altura de las localidades de Reta y Claromecó, unos cien kilómetros al sur de Necochea- había observado, es de suponer que con unos prismáticos, “un submarino que se encontraba como a 10 millas (unos 17 km.) de la costa, cuya eslora era de alrededor de 70 metros y cuya torre estaba 'pintada de gris'”.

Tras regresar a su despacho en Ingeniero White -el puerto de la ciudad de Bahía Blanca-, el viernes 25 a las 23, el subprefecto Vergara ratificó telefónicamente al contralmirante Clarizza, que parecía “cierto lo de la aparición del submarino” en la costa aledaña a la estación Copetonas, pues “tres tripulantes de la lancha Alfaro II” coincidían con el armador en aseverar que el miércoles 23 “a la caída del sol, entre las 18 y las 18.30 y a 15 kilómetros de la costa vieron claramente emerger y sumergirse a un submarino con proa al sur”.

El sábado 26 a las 14.20, el contralmirante Clarizza se comunicó a su vez con el secretario del ministro Vernengo Lima, el capitán Isaac Francisco Rojas, y lo puso al tanto de estas novedades. De inmediato, Rojas redactó el correspondiente informe para su jefe.

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El escrito de Rojas está encabezado con la siguiente leyenda, a todas luces posterior: “Por expediente 6.P.38. ‘S’ PREFECTO DE ZONA COSTA SUR establece Ultramar Sur en prevención sumaria que se trata del buque brasileño Oesteloides”.

Parece una ostensible maniobra para encubrir la presencia de submarinos alemanes.

Ese mismo sábado 26 Clarizza preparó un informe para el ministro de Marina: “Tres tripulantes del Alfaro II manifestaron que, desde tierra, a unos 15 km. de la costa, el día 23 del corriente, a la caída del sol, de 18.00 a 18.30 horas, vieron emerger y sumergirse a un submarino, cuya proa estaba orientada hacia el sur, rumbo que presumen habría tomado”.

Para entonces ya otro informe secreto de la Armada había dado aviso, el viernes, del avistamiento de un submarino -acaso el mismo- cerca de Claromecó.

No hay constancia de que al enterarse de estas novedades Vernengo Lima ordenara reanudar el patrullaje costero, pero sí de que se enfureció… porque las noticias del avistamiento del día 23 habían sido difundidas -aunque sin mayores precisiones- por Radio Bahía Blanca. De su enfado da cuenta de que le ordenó al capitán de navío Ernesto R. Villanueva, jefe de la «División R» -contraespionaje- que investigara cómo se había producido esa filtración.

Villanueva le informó a Vernengo Lima el jueves 2 de agosto que tras analizar la cuestión “bajo el doble punto de vista de la seguridad y de la divulgación de noticias”, había logrado establecer que “alguien”

Desembarco y expulsión violenta

La fama de Ronald Newton como experto se cimentaba en haber escrito un libro sobre las actividades nazis en Argentina, que Sudamericana publicó en 1995 con el título de El cuarto lado del triángulo. En él refiere el avistamiento de un U-Boot cerca de Necochea diez días después de los avistamientos denunciados en San Clemente del Tuyú y en Mar de Ajó que habían motivado luego la infructuosa persecución del torpedero Mendoza. Casi un mes antes, como hemos visto, se había encontrado cerca de Necochea un bote de goma. En esta nueva oportunidad las evidencias de un desembarco eran más importantes, se diría que irrefutables.

La presencia de un submarino sin identificar fue comunicada al destacamento de la policía bonaerense en Piedra Negra. Newton escribió que a las 18 del sábado 27 de julio (sic, el 27 fue viernes) de 1945 “una comisión policial de la comisaría de Necochea salió a verificar una denuncia: una nave estaba haciendo señales en código morse hacia la costa y el mensaje era contestado desde la playa”. Como resulta obvio, el relato se refiere a señales de luces cortas y largas, en código morse.

“En tres autos particulares los policías recorrieron el sector y tras horas de búsqueda encontraron al hombre que respondía las señales. En la comisaría se lo identificó como ciudadano alemán, de profesión artesano, quien admitió que la nave era un submarino que se disponía a desembarcar (…). A la madrugada del domingo 28 (que fue sábado) se inició un rastreo por las playas de los alrededores de la ciudad. Al promediar la mañana, 15 kilómetros al norte, una comisión (…) encontró huellas humanas que iban y venían desde la costa hasta la entrada arbolada de una estancia. Había también huellas de lanchas o botes de goma que habían sido arrastrados, y las marcas de cajas o cajones muy pesados que habían sido llevados hasta un lugar, donde había huellas de ruedas de camión (…). Ante el hallazgo, el suboficial (a cargo) decidió llamar al comisario, y cuando la comisión se hubo completado, comenzaron a entrar en la estancia”.

“Llevaban recorridos dos kilómetros por el camino de entrada al casco, arbolado y flanqueado por tamarindos, cuando cuatro hombres que hablaban alemán, con ametralladoras en la mano, les impidieron seguir y los echaron violentamente. Como los policías no llevaban orden de allanamiento decidieron regresar a la comisaría y comunicar la novedad a la jefatura de La Plata. Tras dos horas de espera, el jefe de la policía provincial llamó personalmente a Necochea y le dio al comisario una orden precisa: “Deje sin efecto la búsqueda de posibles alemanes y retírese de inmediato de la estancia”, escribió Newton.

El artesano detenido fue enviado a La Plata, a pesar de lo cual “a los pocos días estaba en libertad y en Necochea, donde aún sigue viviendo”, agregó.

Curiosamente, años después y contratado por la CEANA, Newton olvidaría completamente aquella crónica suya para afirmar que “dos y solamente dos (U-Boote) se dirigieron a la Argentina” y que era “imposible probar que algún otro submarino nazi haya arribado a las costas argentinas”.

Es probable que este desembarco al norte de Necochea no alcanzara la resonancia que merecía porque las autoridades argentinas lo ocultaron, y porque ese mismo día un bombardero B-25 se incrustó contra el Empire State Building, por entonces el edificio más alto del mundo. El bimotor, al mando del coronel William F. Smith Jr. se dirigía al aeropuerto de Newark, Nueva Jersey en medio de una densa niebla cuando embistió el emblemático edificio a la altura del piso 79. Uno de los motores del avión atravesó el edificio y cortó los cables de dos ascensores. Además de los tres tripulantes sólo hubo que lamentar la muerte de otras once personas, en su mayoría empleados del National Catholic Welfare Service.

En primera persona

Tres antiguos marineros del Graf Spee, particularmente el cabo y aspirante a oficial Alfred Schultz y el radiotelegrafista Walter Dettelman confirmaron el desembarco y la veracidad -en términos generales- de aquella crónica. En 1945 debían estar internados en campos de prisioneros de guerra. Sin embargo, ambos se habían fugado de ellos hacía años.

Schultz, que vivió varios años en Bahía Blanca, falleció en Berlín el 18 de febrero de 1987. Dettelman murió el 2 de marzo de 1991 en Nuremberg.

Schultz se había escapado al poco tiempo de que lo internaran, en 1939. Fue recapturado en junio de 1940 y enviado a la isla Martín García, de donde también huyó. Dettelman se había fugado del centro de internamiento de Sierra de la Ventana -tan al sur de la provincia de Buenos Aires como Necochea, pero tierra adentro- en abril de 1941.

Luego del derrocamiento de Perón, ambos declararon ante una comisión del Congreso que, si bien no estaban en condiciones de precisar una fecha exacta, entre el 23 y el 29 de julio de 1945 los ocupantes de dos submarinos alemanes habían desembarcado en la costa argentina. Podían afirmarlo con absoluta seguridad porque no sólo habían presenciado los desembarcos, sino que habían ayudado a efectuarlos.

Por desgracia, parece que los testimonios no fueron registrados taquigráficamente, o bien que sus registros fueron posteriormente destruidos. Pero según las crónicas de la época Schultz y Dettelman dijeron haber recibido del capitán Walter Klay -que coordinaba las actividades de los ex tripulantes del Graf Spee y sus fugas desde una oficina del Banco Germánico (se suponía que Klay estaba internado en la quinta “La Beba”, en Florencio Varela, pero en realidad salía de allí a voluntad)- la orden de viajar a la ciudad de Bahía Blanca. Una vez allí, el contacto que les indicó Klay, los llevó a un punto no muy lejano del litoral marítimo.

Si bien no recordaban exactamente dónde quedaba ese lugar, coincidieron en que se trataba de una estancia de la Compañía Lahusen.

Poco después -siguieron diciendo- arribaron a la costa “dos submarinos que descargaron muchos cajones pesados que fueron conducidos al casco de la estancia en ocho camiones”. Y destacaron que se trataba a todas luces “de una carga valiosa que procedía de Alemania”.

Luego desembarcaron en botes de goma unas ochenta personas, y “algunas de ellas, por la manera en que daban órdenes, debían ser muy importantes”.

Las declaraciones de Schultz y Dettelman, como la de un tercer ex tripulante del Graf Spee, Willi Brenneke (que al igual que Dettelman se había fugado de su centro de internación a principios de 1941) fueron analizadas por Allan Pujol, un antiguo agente del Deuxième Bureau, una rama de los servicios secretos franceses.

Según Pujol, en la noche del 28 y 29 de julio de 1945 fueron desembarcados de un U-Boot gran número de cajones de madera con la inscripción Geheime Reichssage (Secreto de Estado) remitidos por el general Ernst Kaltenbrunner, jefe de la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich), que habrían sido depositados en una estancia de la firma Lahusen.

Pujol cree que aquellos cajones debían contener “el tesoro de la RSHA”: lingotes, monedas y objetos de oro, dólares y francos suizos, diamantes y otras piedras. Una fortuna que valuó en unos 1000 millones de dólares.

Un lapsus de medio siglo

Habría de pasar medio siglo hasta que el 14 de junio de 1996 el diario La Mañana del Sur de Neuquén se hiciera eco de un escrito que circulaba de mano en mano entre los miembros de la colonia alemana de Bariloche, cuyo autor, explicó, era un octogenario residente en una colonia de la décima Región de Chile.

Según su testimonio, tras una navegación de 47 días que incluyó una escala en la isla Ascensión, Hitler había desembarcado de un U-Boot en una playa no muy alejada de Mar del Plata.

El escrito sostiene que Hitler llegó en compañía de Heinrich “Gestapo” Müller, quien se había ocupado de estibar en el submarino “el tesoro de la RSHA”. Conviene recordar que Müller y su legajo se desvanecieron el 29 de abril luego de recibir, según la versión oficial, la orden de ejecutar a Hermann Fegelein, cuñado del Führer, en los jardines de la Cancillería.

El tesoro habría sido guardado en “150 cajas de hierro”, de las cuales cincuenta contendrían “250.000 monedas de oro, libras y marengos (moneda de oro acuñada en Italia tras el triunfo de Napoleón Bonaparte)" mientras que las demás guardarían, entre otras cosas, “veinte lingotes de oro de (ilegible), dos millones de dólares en billetes, dos millones de marcos suizos en billetes (…), diamantes de Namibia, colecciones de estampillas y colecciones de cuadros importantes”, así como “documentación técnico-científica de las armas secretas”.

Siempre según este escrito, en la playa aguardaban al submarino tres camiones Chevrolet de un alemán que comercializaba patatas de la vecina zona de Balcarce.

“Los desembarcados hundieron el submarino. Uno de los camiones, con todos los tripulantes, viajó directamente a La Plata, y los otros dos (…) tomaron la ruta a Bahía Blanca, y de allí a Ingeniero Jacobacci, desde donde, viajando de noche, los fugitivos habrían llegado a Bariloche para luego cruzar a Chile".

Sin abrir juicio sobre la veracidad del texto, es bueno tener en cuenta que un informante del FBI de origen alemán, John Mattern, sostenía ya en 1945 que Hitler había desembarcado cerca de Mar del Plata de uno de dos submarinos que habían llegado juntos. Y que los “47 días de navegación” señalados indican que el desembarco se habría producido durante la segunda mitad de junio.

Algunas conjeturas

Aunque es probable que Perón, por entonces Vicepresidente y Ministro de Guerra, haya estado al tanto de los desembarcos clandestinos de las tripulaciones de varios submarinos alemanes, lo incontrovertible es que de la presencia de al menos cinco lobos grises -de los que solo dos se habían entregado- en aguas argentinas estaba al tanto el ministro de Marina, almirante Vernengo Lima, su secretario, el capitán de navío Isaac Rojas, y el secretario de éste, Francisco Manrique, que había intervenido en los interrogatorios a los tripulantes tanto del U-530 como del U-977 gracias a sus conocimientos de alemán.

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Al dictar sus frondosas memorias a Jorge González Crespo (Planeta, 1993), el almirante Isaac Rojas, principal líder del golpe militar que derrocó a Juan Perón en septiembre de 1955, se limitó a decir, respecto de los U-Boote que huyeron a la Argentina, que su llegada a Mar del Plata produjo “toda suerte de versiones que implicaban la especie de que en ellos venían importantes jerarcas nazis y grandes tesoros del Tercer Reich” y agregó que “todos estos comentarios fueron elaborados mediante sectarios intereses políticos y económicos que a la luz de los años nunca pudieron ser corroborados”. Cualquiera diría que fue Rojas la principal fuente del majadero de Newton.

El suyo fue un comentario insólito en quien había comprobado personalmente viajando a Claromecó la verosimilitud de los testimonios de los pescadores que habían avistado un submarino e informado de ello a su superior, Vernengo Lima y, más aún, en quien siempre estuvo dispuesto a acusar a Perón de complicidad con el nazismo… pero lógico en quien había intervenido en el levantamiento del patrullaje, decisión que le permitió al U-977 permanecer escondido todo un mes, a salvo, en un escondite costero, antes de entregarse.

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No cabe duda de que la Armada encubrió los desembarcos de los U-Boote. Cuando Carlos De Nápoli y un servidor, tras largos tramites logramos ser recibidos en el Archivo General de la Armada, en la calle Bolívar más allá de la avenida Caseros, y dos señoras con bates verdes nos trajeron solemnemente una caja metálica en dónde se suponía que se encontraban los interrogatorios a las tripulaciones del U-530 y de U-977 y toda otra documentación concerniente a estos dos submarinos… la encontramos llena de documentación relativa… a los tripulantes del Graf Spee llegados desde Montevideo seis años antes.

¿Dónde estaba la documentación relativa a los submarinos alemanes? Posiblemente en poder de altos oficiales retirados de la fuerza ¿El mismo Rojas? De hecho, la que pudimos publicar en Ultramar Sur, nos las entregó en mano el oficial que entonces se encargaba de las relaciones públicas de la Armada.

Curiosamente, creo recordar que poco después de que “Paco” Manrique (el mismo que ejerció el periodismo, fue ministro en varios gobierno, fue partero del PAMI y del PRODE, el que terminó enfrentado a la dictadura de Videla y Martínez de Hoz; el mismo al que en un programa de TV le preguntaron si era miembro de la CIA y respondió “¿Por qué no me pregunta si soy maricón?”) falleciera inesperadamente a comienzos de 1988, un comando armado hasta los dientes y enmascarado asaltó el departamento que seguía habitando su viuda, desempotró una caja fuerte con explosivos y se la llevó.

Más allá de si Hitler y Eva Braun se suicidaron en el bunker berlinés o lograron escapar y refugiarse en Argentina (Basti ha publicado varios libros al respecto) no cabe la menor duda de que la Operación Übersee Süd (Ultramar Sur) fue originalmente planeada para radicar a Hitler y un importante séquito en la Patagonia argentina. Y que en dicha operación participaron más submarinos que los que llegaron a la Argentina.

Sin embargo, no creo factible que Hitler haya podido arribar a la Argentina en submarino. Y es que no parece posible mantener compartimentada la presencia del Führer ante la tripulación, por mínima que fuera, durante un viaje tan largo. Y no hay secreto que se pueda mantener entre decenas de personas. Y más teniendo en cuenta que, al finalizar la guerra y debido a la enorme cantidad de muertos, las tripulaciones de los U-Boote eran muy jóvenes y bisoñas.

Hitler, en medio de esa muchachada hubiera resaltado como una mosca en la leche.

Pedido de informes

A continuación, los dejo con el contenido del pedido de informes que Abel Basti, en nombre del Grupo Eslabón Perdido, elevó al Ministerio de Defensa, cuyo titular es Jorge Taiana:

“Título de la solicitud: Solicita datos sobre naufragio. Descripción de la solicitud: El 9 de marzo de 2022 denuncié el hallazgo de un naufragio en cercanías del puerto de Quequén, provincia de Buenos Aires. Posteriormente la Prefectura Naval Argentina confirmó mi denuncia al comprobar la existencia de un pecio en la posición geográfica Latitud 38 35.859 S; Long 058 grados. 35.829 W. En razón a lo antes expuesto se me informe: a) si la Armada dispone del registro de esos restos náufragos, con fecha anterior a mi denuncia. b) si la Armada dispone de registros similares de pecios, no incorporados al Derrotero argentino en sitios próximos a la posición mencionada. c) si la Armada o el Ministerio de Defensa dispone de información secreta, clasificada o reservada sobre restos náufragos que se encuentran en las coordenadas mencionadas o próximos a dicha posición geográfica. d) si la Armada o el Ministerio de Defensa dispone de documentación relacionada a la presencia, navegación, o hundimiento de submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial en el área de referencia o en las proximidades de la misma. e) si la Armada o el Ministerio de Defensa dispone de documentación relacionada al desembarco de personas arribadas en submarinos alemanes en dicha área. f) si el pecio encontrado antes de mi denuncia de hallazgo fue blanco de ataque por parte de la Armada, aun cuando el mismo ya se encontraba hundido en ese lugar. g) si la respuesta al punto anterior fuera positiva, solicito se me informe las razones de ese ataque, la fecha que se concretó, y si el mismo se realizó con cargas de profundidad o con qué otro tipo de armas y medios. h) si no existiera en la Armada ni en el ministerio de Defensa información relacionad al naufragio por mi denunciado, solicito se me explique cómo es posible que no se disponga de dato alguno sobre un pecio de 80 metros de eslora, hundido a solo 30 metros de profundidad, en proximidades del puerto de Quequén, provincia de Buenos Aires. Dependencia a la que solicita información: Ministerio de Defensa”

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*Foto de portada y restantes: pajarorojo.com.ar / La última edición del libro que demostró que al menos 5 (y posiblemente más) U-Boote llegaron a Argentina