Por Alejandro Díaz-13 de abril de 2021

“Las venas abiertas de América Latina”, cumple 50 años. El libro escrito por el uruguayo Eduardo Galeano recorre la historia latinoamericana desde una perspectiva propia. Escrito en 1971, desde el impulso de una generación que tenía que vivir todo porque no tenía tiempo, en un contexto de opresión, persecución y sometimiento que se convertiría en el preludio de un nuevo genocidio, llevado adelante por los organismos militares latinoamericanos, pero guiado por las manos de un poder oculto tras las potencias imperialistas de la época.

Esta nueva edición de Editorial Siglo XXI, estará ilustrada por el caricaturista Tute (Juan Matías Loiseau), quien en trazo simple logra representar el cotidiano argentino y latinoamericano. Además, la editorial irá lanzando una serie de videos donde representantes de la cultura prestan su voz a las líneas escritas por Galeano. El primer intérprete será el español Joan Manuel Serrat.

¿Quién no conoce “La niña, la pinta y la Santa María”? Las tres carabelas que regaron un continente entero de calaveras. Pero el saber popular las conoce por aquella versión romántica que narraban los manuales de historia en las escuelas de adoctrinamiento. Un grupo de valientes marineros que, confundiendo las rutas en busca de seda, encontraron un nuevo continente, donde con paciencia y determinación “evangelizaron” a sus atrasados e incivilizados ciudadanos.

Pero la historia no termina ahí, generaciones de educadores “cristianos”, organizarían los ciclos productivos y la economía tendiente a incorporar estas tierras a las necesidades de aquellas “ciudades de la luz”. La narración llegara hasta nuestros próceres, quienes avanzaron con la civilización sobre aquellos desiertos de la cultura. Estos valientes ligámenes de la historia prestaran sus rostros y sus nombres para decorar cuanta ciudad, plaza o institución que sea significativa, de aquella cultura emanada del Real Concejo de Indias.

Y este cuentito podría seguir hasta nuestros días si no fuera por aquellos que resistieron. Eduardo Galeano no escribe la historia de América Latina, Galeano la refleja. Se sirve de las historias, de las llagas, de las heridas de aquellos nadies que logró retener en la memoria. Aquellos que sobreviven el martirio y la crucifixión diaria de un imperio non santo.

Galeano le pone nombre a la historia, y relata el entramado de personas, personajes y empresas que portaban los discursos “liberales” en una mano y la espada en la otra. Empresas y empresarios que sistematizaron un modelo de explotación y esclavitud, una suerte de cartelización que se sostiene hasta hoy día dentro de los mismos linajes.

“El cartel nació en 1928, en un castillo del norte de Escocia rodeado por la bruma, cuando la Standard Oil de Nueva Jersey, la Shell y la Anglo-Iranian, hoy llamada British Petroleum, se pusieron de acuerdo para dividirse el planeta. La Standard de Nueva York y la de California, la Gulf y la Texaco se incorporaron posteriormente al núcleo dirigente del cartel”.

Esta agenda de imposición empresarial, que luego de la década del 70 a partir del intento de genocidio del pueblo obrero y estudiantil organizado, se intensificaría. Las grandes empresas se transformaron en corporaciones reguladas a partir del sistema bancario y financiero que mitigó todo intento autóctono de organización regional.

“La canalización de los recursos nacionales en dirección a las filiales imperialistas se explica en gran medida por la proliferación de las sucursales bancarias norteamericanas que han brotado como los hongos después de la lluvia, durante estos últimos años, a lo largo y a lo ancho de América Latina".

Agrega Galeano: “Es imposible conocer el simultáneo aumento de las actividades paralelas -subsidiarias, holdings, financieras, oficinas de representación- en su magnitud exacta, pero se sabe que en igual o mayor proporción han crecido los fondos latinoamericanos absorbidos por bancos que aunque no operan abiertamente como sucursales, están controlados desde fuera a través de decisivos paquetes de acciones o por la apertura de líneas externas de crédito severamente, condicionadas”. Seguidamente reflexiona: “Echemos al vuelo la imaginación: ¿podría un banco latinoamericano instalarse en Nueva York para captar el ahorro nacional de los Estados Unidos? La burbuja estalla en el aire: esta insólita aventura está expresamente prohibida”. Remata el uruguayo: “Los Estados Unidos, que emplean un vasto sistema proteccionista -aranceles, cuotas, subsidios internos- jamás han merecido la menor observación del FMI. En cambio, con América Latina, el FMI ha sido inflexible: para eso nació. Desde que Chile aceptó la primera de sus misiones en 1954, los consejos del FMI se extendieron por todas partes, y la mayoría de los gobiernos sigue hoy día, ciegamente, sus orientaciones”.

La historia oficial intenta, una y otra vez, adoctrinarnos en un relato donde los emprendedores y evangelizadores vinieron mientras que los militares son nuestros. Que lo comercial nada tiene de ideológico, y que lo ideológico nada tiene de violento. Pero Galeano rompe con este discurso evasivo, demostrando, ya desde ese presente, los vínculos obscenos, pornográficos, que el poder tiene sobre las estructuras institucionales de las naciones colonizadoras.

“En agosto del 76, Orlando Letelier publicó un artículo denunciando que el terror de la dictadura de Pinochet y la libertad económica de los pequeños grupos privilegiados son dos caras de una misma medalla. Letelier, que había sido ministro en el gobierno de Salvador Allende, estaba exiliado en los Estados Unidos. Allí voló en pedazos poco tiempo después”.

Pero este pacto entre los oligopolios y los usurpadores del Estado, nada tenía de nacional: “Las actas del Congreso de los Estados Unidos suelen registrar testimonios irrefutables sobre las intervenciones en América Latina. Mordidas por los ácidos de la culpa, las conciencias realizan su catarsis en los confesionarios del Imperio. En estos últimos tiempos, por ejemplo, se han multiplicado los reconocimientos oficiales de la responsabilidad de los Estados Unidos en diversos desastres. Amplias confesiones públicas han probado, entre otras cosas, que el gobierno de los Estados Unidos participó directamente, mediante soborno, espionaje y chantaje, en la política chilena. En Washington se planificó la estrategia del crimen. Desde 1970, Kissinger y 108 servicios de informaciones prepararon cuidadosamente la caída de Allende. Millones de dólares fueron distribuidos entre los enemigos del gobierno legal de la Unidad Popular. Así pudieron sostener su larga huelga, por ejemplo, los propietarios de camiones, que en 1973 paralizaron buena parte de la economía del país. La certidumbre de la impunidad afloja las lenguas. Cuando el golpe de estado contra Goulart, los Estados Unidos tenían en el Brasil su embajada mayor del mundo. Lincoln Gordon, que era el embajador, reconoció trece años más tarde, ante un periodista, que su gobierno financiaba desde tiempo atrás a las fuerzas que se oponían a las reformas: “Qué diablos”, dijo Gordon. “Eso era más o menos un hábito, en aquel período... La CIA estaba acostumbrada a disponer de fondos políticos”. En la misma entrevista, Gordon explicó que en los días del golpe el Pentágono emplazó un enorme portaviones y cuatro navíos-tanques ante las costas brasileñas “para el caso de que las fuerzas anti-Goulart pidieran nuestra ayuda”. Esta ayuda, dijo, “no sería apenas moral. Daríamos apoyo logístico, abastecimientos, municiones, petróleo...”, así lo sintetiza Galeano en una edición siete años después de la primera publicación.

América Latina sigue sangrando, las mismas políticas imperialistas se sostienen hasta nuestros días, pero esta realidad tan latinoamericana no es solo nuestra. Estas palabras son reflejo de la vida, de la historia, de la sangre todos los pobres y marginados del mundo. En nuestro presente las filtraciones de cables diplomáticos y secretos de Estado que publico WikiLeaks, demuestran enfáticamente que las políticas de estos poderes, que hoy vemos reflejados en el Sistema Criminal Integrado, continúan operando desde y a través de las instituciones públicas y privadas, entrelazando constantemente lo legal con lo ilegal, y lo “moral” con lo inmoral.

“Las venas abiertas de América Latina”, escrito en un lenguaje sencillo, practico, sigue siendo un material de estudio necesario para los jóvenes, que nuevamente se presentan frente a la realidad con la convicción de que ya no hay tiempo. Este material periodístico, y la vez poético, continúa denunciando un sistema de poder que somete no solo a los países del tercer mundo, sino que también atormenta y violenta a las poblaciones marginadas que habitan dentro los límites geográficos de las potencias. Cientos de miles de jóvenes martirizados por un lado y adormecidos por el otro dentro del circuito del narcotráfico, esperan ser liberados. El conocimiento y la información de estas páginas son un camino, hagámoslo propio.

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*Foto de portada: www.redonline.com.ar