Yo tenía tres años de edad

“Aquí han disparado y la culpa se la echaron a Giuliano”

“Se dice que no quiso dispararle a la gente, no se sabe exactamente; y yo menos que nadie”

El terreno en sí mismo, tiene su lenguaje propio. Fue una tierra teñida en sangre, la mañana del 1° de mayo de 1947. Fueron once víctimas fatales -nueve personas adultas, en su mayoría trabajadores rurales, agricultores, algunas y dos niños- y fueron más de una treintena los heridos de diversa entidad, algunos de ellos muy graves. Estoy allí, en ese lugar -indiscutiblemente histórico- una tarde de mediados de 2022, prácticamente a meses de cumplirse unos 76 años de los hechos. Estoy junto a mi amigo y colega Karim El Sadi, de Antimafia Duemila, a quienes acompañan otros redactores y no pocos integrantes del Movimiento Cultural Internacional Our Voice. Estamos diseminados sobre un pronunciado terreno montañoso, al que llegamos desde Palermo después de ir ganando un extenso sendero serpenteante y cautivante, por el paisaje. Vivimos un atardecer si se quiere nostálgico, para quienes conocemos la historia de la masacre -un conocimiento, inevitablemente teórico- pero no así para algunas personas que se encuentran cerca de nosotros, que no conocemos y que pretenden pasar inadvertidas, salvo una que prácticamente se ha sentido acorralada y no ha podido librarse de nuestra incursión periodística.

“Nosotros éramos chicos. He crecido aquí, entonces esta historia es la que he oído, pero siempre es la historia del rico que quiere joder al pobre, es siempre así, lo mismo hoy. Dicen que Giuliano ayudaba a los pobres, pero son todas historias que se cuentan, y nunca se sabe cuál es la verdad. El hecho es que murió mucha gente aquí; y estas piedras deberían testimoniar el nombre de aquellos que murieron”.

“Si hubieran querido disparar verdaderamente a las personas las hubieran hecho trizas, eso dicen. Aquí han disparado y la culpa se la echaron a Giuliano; se dice que no quiso dispararle a la gente, no se sabe exactamente; y yo menos que nadie, pero han hecho una carnicería. Recuerdo las madres, cada 1ero de mayo, que venían aquí para conmemorar a sus muertos, y traían a sus niños. Yo tenía tres años, cuatro años. Han sido asesinados todos, cuyos nombres están aquí escritos. Si querían hacer mal al pobre lo hicieron. Aquí venían el 1ero de mayo, era una fiesta política, y siendo que parecía ser de los comunistas, querían matar a los comunistas porque reclamaban la reforma agraria, o sea, tierras para trabajar. Y parece que los dueños de la zona también estaban aquí, al menos eso se dice. No ha cambiado mucho, esa revolución no llegó. Los ricos han tomado de nuevo la tierra aquí, y en otros lugares, y los pobres se han ido al extranjero. Yo puedo decir esto, que es lo que he oído”.

Un hombre amable, de mirada fuerte, con sus manos de trabajador, pronunciado palabras arrancadas del pasado. De su presente de hombre, y de sus recuerdos de niño. Un testimonio que en apariencia rompe con sus miedos, aunque es visible que todavía lo dominan, porque nuestro entrevistado no nos ha dejado su verdadero nombre. Se ha inventado uno: Giorgio. Porque hay temores que sobreviven del pasado. Tanto es así, que se aleja velozmente. 

No hubo más tiempo para seguir el diálogo. No lo quiso así. Su testimonio fue relámpago. Su registro gráfico fue único. Fue oportuno. Fue un trozo del pasado, abriendo sus recuerdos a una generación, muy distante de la suya. Y quizás, por eso mismo, ha sido un testimonio histórico.

Como históricos han sido los hechos. Los hechos conocidos en los libros, como “La matanza de Portella della Ginestra”, atribuidos a la banda de un hombre de nombre Salvatore Giuliano. Los hechos sombríos y dramáticos de la Italia de la posguerra, uno de los primeros misterios de la República, con sabor y olor a terrorismo de Estado. Terrorismo de Estado que involucró a un abanico de figuras del momento. Protagonistas del momento: los bandidos, los mafiosos, los hombres de los servicios secretos angloamericanos y hasta del Estado italiano, los masones, los neofascistas. Una avanzada de los pútridos días del hoy, de este hoy en el que la Tratativa Estado-Mafia, que oportunamente hubo saboreado fama y cruento poder, de la mano de la acción, y de la violencia derramando ríos de sangre y muerte, ha sido recientemente bendecida por la impunidad, por el Tribunal de Casación, como si nada hubiese pasado.

Sicilia la masacre de Portella Della Ginestra 2

Los hechos de Portella della Ginestra, en la región de Partinico, como reducto mafioso y escenario de las múltiples acciones armadas de la banda de Giuliano -a unos 30 kilómetros de Palermo- hoy se recuerdan como hechos del ayer. Los hechos, cuyas pruebas y evidencias para definir a los verdaderos responsables políticos, nunca se hallaron.  

Dentro de un contexto singular de la época, familias enteras de trabajadores, ese 1° de mayo de hace 76 años, fluyeron hacia Portella della Ginestra, como una forma más de reivindicar los derechos laborales, y esa multitud fue masacrada por balas de metralla, fusiles, y hasta granadas, desde la cima de las colinas. Los hombres de Giuliano, en definitiva, aparentemente fueron una suerte de pelotón de fusilamiento a manos de grupos fascistas. Un grupo de ejecución que solo debía visibilizar a gentes de Giuliano, sin que apareciesen involucrados otros protagonistas en la acción criminal. Después de los hechos era necesario el manto de la impunidad. Y oportunamente, esa impunidad no estuvo ausente. Y previamente, a los hechos, en ese contexto -a nivel internacional y local- se bloqueó el proceso de democratización, evitándose además la toma del poder por parte de la izquierda.

Historiadores e investigadores de los hechos de Portella della Ginestra nos hablan con frecuencia, de que la maquinaria para destronar la victoria del Bloque del Pueblo, fue preparada con antelación, y solo se concretó una vez que los grupos neofascistas -mafiosos italianos (que no era en aquel entonces Cosa Nostra, dominando ese territorio, sino más bien capomafias) y servicios norteamericanos- más intolerantes, decidieron poner punto final al avance izquierdista, apelando a las masacres como exponente de la lucha política. La aplicación del terrorismo, que se inauguraría allí y se extendería hasta nuestros días, incluido el caso Aldo Moro, los estragos de Falcone y Borsellino, entre otros. 

El personaje fue Salvatore Giuliano. Un personaje que fue creado como un ser destinado a liberar Sicilia del comunismo. Lo manipularon. Lo fabricaron como un anticomunista. Y él, en el fondo, no buscaba más que el perdón. Y él, negó los hechos, aduciendo que sus hombres solo dispararon para atemorizar a la multitud. Pero fue utilizado, por las mentes refinadas de la época. Y se le endilgaron las culpas, apareciendo en la escena de los hechos, otros personajes que sí dispararon sobre hombres, mujeres y niños. Y las investigaciones judiciales bastante posteriores determinaron que las armas de la banda de Giuliano no causaron las muertes. Eran otras armas de otros personajes que participaron de los hechos, como por ejemplo Salvatore Ferreri, bandido como Giuliano, pero que en realidad era confidente de la policía, y un artífice inexorable de la masacre.

Las ideas políticas democristianas, y de centro derecha, triunfaron tras los hechos de Portella della Ginestra. En 1948, un año después, en abril, la Democracia Cristiana gana las elecciones políticas. Es la fase inicial de la consolidación del sistema de poder político-mafioso, hoy vigente en la Isla siciliana.

Giuseppe Cassarrubea(*), mencioando en el libro “Crónicas Mafiosas” de Joan Queralt, dice lacónicamente y sin remilgos: "Si examináramos atentamente el microcosmos de fenómenos ocurridos en la masacre de 1947 y en aquel preciso momento histórico nos daríamos cuenta de que la República nació enferma. Como una manzana con el gusano dentro. No es cierto que la República naciera como un acto creativo del Comité de Liberación Nacional, sin problemas, y que la Carta Constitucional obtenida con la lucha contra el fascismo se consiguiera de manera totalmente indolora. No fue así. Hubo sacrificios en el altar del Dios pagano del Estado y estos sacrificios significaron la sangre de niños, mujeres y trabajadores inermes, que, por un largo período, debieron sufrir -y todavía sufren- la injusticia de una verdad aún encubierta. Probablemente porque es más fácil pensar en el mito de una Patria que sacrifica a inocentes, como hacían los paganos con la inmolación a los Dioses para ganarse sus simpatías”.

(*) Giuseppe Casarrubea, historiador y educador, nació en Partinico, en 1946, y a los pocos meses, su padre, dirigente sindical comunista, murió asesinado por elementos mafiosos de la zona.
 
Foto de portada: Antimafia Dos Mil
 
Foto 2: © Deb Photo