Por Jean Georges Almendras-13 de abril de 2022

No la veía hace ya unos años. Y siempre que viajaba a Palermo, me lo prometía hacerlo, pero por la rutina de mi trabajo indefectiblemente me distanciaba de su apartamento y me iba de esa ciudad, lamentando no haber podido acudir a la cita. Una cita que mi amigo y redactor de Antimafia Duemila, Lorenzo Baldo, procuraba siempre concretar, porque ella era un emblema viviente de la Antimafia en Palermo, en Sicilia y en todo el mundo, y encontrarla hacía parte de nuestra lucha en común, especialmente para decirle frente a frente que, a sus ya más de 80 años, la lucha contra la mafia no era exclusividad de los sicilianos, sino que también en América Latina se abrazaba esa causa con igual fuerza y conciencia. Y precisamente conciencia era lo que le sobraba a ella, que ya lo había visto todo en los años setenta y ochenta, en las calles sicilianas: muerte, violencia, sufrimientos desgarradores y vidas despedazadas no solo por balas mafiosas, sino por esa cultura criminal que lo contaminaba todo, con celeridad increíble. Y Letizia Battaglia, fotógrafa, estaba allí, siempre registrando con la lente de su cámara todas las secuencias de una comunidad italiana obligada a convivir con el mal, que a esa altura de los acontecimientos, era el un dueño de casa, dentro de un país que hasta el día de hoy se debate entre la hipocresía y la indiferencia de unos y la valentía de otros, denunciando a los mafiosos insertos en los recovecos más inimaginables del sistema político italiano, y en las filas del Estado, como si tal cosa.

Letizia Bataglia, a sus 87 años, estaba harta de todo esto, pero no bajaba los brazos. Su lucha, que la asumía como desde el primer día en que sus fotos denunciaron al mundo todo el daño que la mafia causaba en su querida Sicilia, no la hacía descender a las catacumbas del miedo, sino que, todo lo contrario, la catapultaba intensamente al éxito y a la fama, para poner en práctica todos los recursos a su alcance para fortalecer esa necesidad de hacer algo por ese su Palermo que veía derrumbarse, cotidianamente sometido a las familias mafiosas de turno.

Los registros gráficos de Letizia, como los de su hija Shova -que en parte siguió sus mismos pasos- alcanzaron notoriedad internacional; fueron su bandera para poder hablar al mundo de los efectos del sistema mafioso, no solo en su país, sino en el mundo.

Haciendo foco en Letizia Battaglia 2

Mi primer encuentro con Letizia Battaglia se lo debo a mi amigo y redactor jefe de Antimafia Duemila Giorgio Bongiovanni, hace ya bastantes años. Yo sabía quién era Letizia, pero cuando me la presentaron la sentí no solo como una gran profesional, sino como una mujer íntegra, que sabía muy bien lo que significaba ser fotógrafa en esa tierra de belleza natural y cultural, en connivencia con la violencia mafiosa.

Lorenzo Baldo y Giorgio Bongiovanni me fueron guiando por los pasajes de su historia de vida y de su historia como reportera gráfica. Pero ella, por sí misma, me fue dibujando en cada encuentro, su energía y su pasión por defender no solo a su tierra, sino a la verdad y a la justicia, porque la mafia apuntaba sobre ellas, con la solemnidad más indescriptible que solo ejercen allí, los boss, los mafiosos y sus soldados.

En uno de los tantos reportajes que le han hecho ha contado que en 1979 tuvo la osadía de presentar una exposición sobre las víctimas de la mafia en la ciudad de Corleone y que allí tuvo miedo; relató también que su infancia fue feliz, hasta que en la adolescencia se casó y la devoró una sociedad patriarcal; pero hay más, porque confesó además que llegó a la fotografía a los 40 años de edad y que la foto de su primer muerto, en 1974, la marcó para siempre, que se transformó en una cronista de la realidad violenta de una época, recordando que en los funerales de los mafiosos (que la amenazaban de muerte constantemente, entre otras cosas por ser mujer registrándoles sus rostros) para no ser descubierta tosía cada vez que disparaba las fotos, en las que había arte y horror, al punto que mirando todos sus archivos un buen día estuvo a punto de quemarlos, porque se hastió de pensar en el dolor y porque de esa forma pensaba que erradicaba de cuajo la belleza que no pocos reconocieron al ver sus imágenes sobre la mafia. Pero desechó la idea porque entendió que esas imágenes, que son el reflejo del horror, de un período de plomo, en pleno apogeo de Cosa Nostra en la isla siciliana, especialmente Palermo, había que diseminarlas por la bota italiana y por todo el planeta.

Letizia Battaglia fue una mujer que después de vivirlo todo, en su plano personal, y como profesional, lo dijo todo, con palabras y con imágenes. Y yo fui un privilegiado por haber podido hablar con ella, entrevistarla, observarla o simplemente disfrutarla, en su casa, en una cafetería, en la calle, en una plaza, porque cada una de sus expresiones fueron testimonio de una época y de una vida: su propia vida y la de muchos palermitanos. Ella tuvo la capacidad de ser una mujer-fotógrafa, que es mucho decir hoy por hoy, y no una fotógrafa y una mujer.

Haciendo foco en Letizia Battaglia 3

El año pasado estuve en Palermo y allí supe que ya estaba padeciendo un agudo quebranto de salud, por las medidas sanitarias, del Norte de Italia donde me encontraba me fue imposible bajar a Sicilia, para verla. Lorenzo Baldo, me fue relatando sobre su estado de salud y me anotició que debió ser internada. Lapso después le dieron el alta y regresó a su casa: más fortalecida que nunca, y siempre batallando para desmantelar, erradicar a la mafia, enfrentarla, junto a los jueces y fiscales que no se doblegaron ni se doblegan, ni bajan los brazos; junto al periodismo que, confrontando al poder mafioso, sigue su misma línea, sus mismos parámetros, como ciudadana de un país en el que la mafia cogobierna y se pasea bajo el alumbrado público, agazapado a las instituciones democráticas.

Vaya que me sobresalté al recibir la noticia de su deceso. No hubo tiempo de lágrimas, solo la inevitable resignación frente a la ley de la vida y a lo implacable que puede resultar una enfermedad. No hubo tiempo de despedidas. Pero al menos expresarme fue mi consuelo. Hablar de ella, con reconocimiento y en tono de homenaje (que será eterno) con mis colegas de Italia: Giorgio y Karim; hablar de ella con mis colegas de Montevideo. Viví la mala noticia con entereza, pero igualmente se me deslizó la tristeza. Fue inevitable.

Acababa de escribir por los siete años del fallecimiento de Eduardo Galeano, y casi de inmediato tuve que escribir sobre Letizia. Todo ocurrió un mismo día:13 de abril ¿Qué extraños designios rodearon esa fecha con años de diferencia?

Solo sé, que, desde hoy, esa misma fecha me significará hacer el memorial sobre dos justos muy queridos: Los entrañables Letizia Battaglia y Eduardo Galeano, quienes con su talento sembraron resistencias y revoluciones sociales.

Para ellos no hay más que agradecimiento, como mínimo; por lo demás, nuestra lucha que fue suya, seguirá adelante.

Letizia nos exigirá seguir haciendo foco en el horror mafioso para crear conciencia y Eduardo, nos reclamará, seguir narrando los horrores de un continente americano, desangrándose diariamente.

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*Foto de portada: Shova

*Foto 2: fotografiaartistica.it

*Foto 3: Museemagazine / Foto de Letizia Battaglia / Juez Césare Terranova, asesinado por Cosa Nostra, en 1979