explosion500CUANDO POR LA NEGOCIACIÓN SE MUERE
 
Por Lorenzo Baldo y Giorgio Bongiovanni - 15 de Diciembre de 2014
En el Palacio de Justicia de Palermo hay quienes afirman que “no se vive solo de negociación”. Seguramente así es. Aunque es una lástima porque por la negociación se muere. Para debilitar un proceso judicial y para aislar a quienes lo están llevando a cabo bastan solo algunas frases de ese tipo. Que, a los ojos de cualquiera que tenga un mínimo sentido cívico, parecen una blasfemia en contra de un magistrado condenado a muerte por el jefe de Cosa Nostra y que ha sido aislado por los altos cargos de las instituciones. Después de las confesiones del nuevo arrepentido mafioso Vito Galatolo, en Palermo se sigue buscando el trotil destinado al atentado en contra de Nino Di Matteo. Un proyecto terrorista, que habría sido impulsado por entidades “ajenas” a Cosa Nostra, y que sigue pendiente. Pero los máximos representantes de nuestro Estado han cerrado sus ojos, oídos, y bocas. Lo mismo pasó con buena parte de la magistratura que, salvo rarísimas excepciones, contribuye en forma muy fuerte al aislamiento y a la sobre exposición del magistrado instructor del juicio sobre la negociación.
Quien también quedó en la mira es el Fiscal Roberto Tartaglia, otro miembro del pool que, junto a sus colegas Vittorio Teresi y Francesco Del Bene, investiga sobre el pacto entre la mafia y el Estado. A Tartaglia no se le perdona el hecho de haber logrado entrar en la DDA (Dirección de Distrito Antimafia) de Palermo con apenas 32 años “gracias” al proceso judicial sobre la negociación, quitándole el puesto a sus colegas más “ancianos”. Algunos magistrados excluidos de la DDA se han manifestado en contra de la elección del Fiscal regente, Leonardo Agueci, reservándose el derecho de dirigirse al Consejo Superior de la Magistratura para hacer valer sus razones. Lo que aumenta este clima denso es esa magistratura híbrida que sigue rechazando las solicitudes de progreso en su carrera presentadas por el mismo Di Matteo. Como por ejemplo su instancia para convertirse en Fiscal adjunto de Caltanissetta, que ni siquiera fue tomada en consideración. O para pasar a ser el Fiscal adjunto de Palermo, otra petición descartada. Su solicitud enviada a la Dirección Nacional Antimafia de Roma. Todas quedaron en el olvido con decenas de nombres antes que el suyo para cubrir un par de vacantes. En un verdadero Estado de derecho un magistrado que se encontrara en su situación sería puesto inmediatamente en condiciones de poder llevar a cabo investigaciones muy delicadas. Serían necesarias tan solo algunas tomas de posición a nivel institucional para que pueda desarrollar su trabajo cotidiano y para su progreso en la carrera que tengan que ver con la lógica y el sentido común. Ambas cualidades que evidentemente escasean en el momento en el que, al magistrado que más riesgo corre en toda Italia, se le impone que haga periódicamente el turno de trabajo teniendo que estar a disposición las 24 horas (así como lo hacen otros colegas suyos), teniendo que realizar peligrosos relevamientos al aire libre. Por no hablar de la miríada de expedientes de casos “ordinarios” que terminan en su escritorio quitándole tiempo para realizar las investigaciones relativas a la negociación. La “farsa” que se ha puesto de manifiesto alrededor de la cuestión del dispositivo anti-bomba “jammer” que tendría que ser asignado a Di Matteo es digna de un Estado criminal. El Ministro del Interior, Angelino Alfano tergiversa, deja pasar el tiempo, actúa el papel que le ha sido dado, y se lava las manos en todo sentido. El Presidente de la República, Giorgio Napolitano, y el Primer Ministro, Matteo Renzi, no emiten una sola palabra de solidaridad hacia el Fiscal palermitano condenado a muerte. Los demás altos cargos de las instituciones y de la magistratura balbucean frases hechas, siendo incapaces de dar una señal fuerte en su favor. Lo que se manifiesta es un silencio institucional – completamente cómplice – que representa una señal opuesta: aislamiento. Que despeja el camino para un posible atentado cuya principal responsabilidad recaería sin lugar a dudas en los más altos representantes de nuestro Estado. Pero en cambio si las instituciones, aunque sea a último momento, a través de decisiones y metodologías que representen un cambio de rumbo, pusieran a Di Matteo en condiciones de poder trabajar sería posible cambiar el curso de los acontecimientos. Sin embargo, hasta que llegue ese momento para este Estado no hay atenuantes.