corte2Por Giulietto Chiesa – 19 Julio 2016

Mientras un miembro decisivo de la OTAN, la Turquía de Erdogan, donde están  depositadas unas sesenta armas nucleares, se encuentra en plena convulsión después de un golpe de estado fallido, conviene releer con atención el comunicado final de la cumbre de la Otan en Varsovia que tuvo lugar el pasado 9 de julio.

Se trata, si se mira bien, de una declaración de guerra. Declaración preventiva, bajo forma de un compromiso colectivo de agresión a Rusia en un tiempo indefinido, pero cercano: “A menos que”... la Rusia no acepte “cambiar rumbo”.

El texto, en el párrafo 15, dice exactamente así: “Sentimos que no obstante los reiterados llamamientos de los Aliados y de la comunidad internacional, a partir del 2014, a fin que Rusia cambiara dirección, no existen actualmente las condiciones para una mutua relación. El carácter de las relaciones entre la Alianza y Rusia, y las posibilidades de una recíproca cooperación dependerán de un claro, constructivo a cambio de la actitud de Rusia, que demuestren la aceptación de las leyes internacionales y de sus obligaciones y responsabilidades internacionales. Hasta ese momento no podremos volver al <business as usual>”. Qué es lo que significa un ‘nivel de relaciones diferente’ del <business as usual> lo describen los hechos. Extensión  sistemática de las fronteras de la OTAN (no obstante el compromiso asumido en el Acta Fundacional sobre relaciones mutuas OTAN-Rusia del 1997, en base a la cual la OTAN no se habría extendido a ninguno de los ex miembros del Pacto de Varsovia y no habría instalado en esos lugare armas nucleares); formidable potenciamiento en acto de todos los sistemas militares de la OTAN; creación de nuevos centros de mando (y creación de infrastructuras militares modernas de todo tipo; instalaciones de mísiles nucleares de primer impacto en algunos de los países aliados del Este de Europa; más de cien ejercicios militares solo en los últimos dos años. Todo acompañado de sanciones económicas cuyo objetivo evidente es el de atacar, anticipando las armas convencionales, la economía y la situación financiaria, y social, de la población rusa.

Todo esto está indicado en el párrafo 35, bajo el nombre de “Readiness Action Plan” (Plan de Acción  Preparatorio). El cual comprende todos los planes estratégicos y logísticos para un ataque en contra de Rusia, incluídos aquellos que según la intención debieran asegurar el éxito de un “primer golpe” nuclear. Los recientes ejercicios, llevados a cabo en Polonia y en el Oceano Ártico, han experimentado ataques aéreos de tipo nuclear, mediante mísiles cruise. En pocas palabras todo lo necesario para un ataque nuclear contra Rusia.

El punto de partida, el tema que rige el documento, está contenido en el párrafo 5, en el punto donde se intenta describir las “acciones agresivas” de la Rusia. Aquí es posible leer una larga serie de propias y verdaderas mentiras, de distorsión de los hechos, de acusaciones platealmente infundadas o no documentadas, en las que todos los eventos indicados –cercanos y lejanos- sirven para poner a Rusia en el banco de los imputados. Entre todos ellos se destaca la acusación que se le hace a Rusia de agresión hacia la Ucrania y la sucesiva “anexión” de la Crimea. Aquí constatamos como se da vuelta a la verdad, histórica y de crónica, que alcanza cúlmines clamorosos. El negro (nazista) se vuelve blanco. Es evidente que los signatarios (todos incluso Turquía, que ha armado y sostenido el terrorismo del así llamado Estado Isámico. Pero, como sabemos, muchos entre los presentes en Varsovia han participado a la monstruosa operación en contra de la Siria y, antes de ello, contra la Libia, y todavía antes, contra el Iraq y, antes todavía, contra la Yugoslavia) saben perfectamente que suscriben una falsedad.

Pero también el fin de documentos como este es estratégico: se trata de una herramienta de propaganda concebido para ser usado y repetido hasta el infinito por parte de todo el mainstream occidental; que servirà para los miles de discursos de los líderes políticos, para artículos de opinólogos, donde la palabra Rusia serà permanentemente asociada a términos como “agresión”, “anexión”. Una especie de lavado de cerebro, simultaneamente ejercido por los líderes sobre la opinión pública en general.

En lo que concierne al “cambio de dirección” que se le pide a la Rusia, no es nada más que la plena aceptación incondicionada de las órdenes de la OTAN. Que se identifica sin más como la “comunidad internacional”. Estamos frente a un ultimatum, que se presenta explícitamente bajo la forma de una amenaza conta la existencia misma de la Rusia como país independiente y soberano. Trae e la mente el Estatuto de Roma (art. 8 bis) que debería guiar la acción de la Corte Penal Internacional. “A los efectos del presente Estatuto, una persona comete un “crimen de agresión” cuando, estando en condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción política o militar de un Estado, dicha persona planifica, prepara, inicia o realiza un acto de agresión que por sus características, gravedad y escala constituya una violación manifiesta de la Carta de las Naciones Unidas”.

Desde el punto de vista técnico, cada uno de los signatarios del documento de Varsovia 2016 sería susceptible de acusación ante la Corte y llamado a responder de sus acciones sea a la Corte  misma que a su propia población. No será así, como es obvio, como lo demuestra el hecho de que Tony Blair siga todavía suelto. Pero hay otro problema: la compañía de los líderes de la OTAN se está dividiendo y mordiendo en su interior. Y hasta incluso el Emperador no sabe poner orden en la perrera. ¿Entonces, quién deciderá las acciones a seguir?

Extraído de: it.sputniknews.com
Foto © AFP 2016/ Mandel Ngan